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Bélgica era un país bonito, la pista no era tan mala. Pero los tortolos enamorados parecían ignorar las atracciones y paparazzis que el país tenía.

Querían un momento solo de Julianna y Toto.

—Torger...

—Sí los ignoras, no molestan.

Toto estaba cómodamente recostado sobre el regazo de Julianna, mientras la francesa le daba mimos en su cabello y uno que otro beso.

—Van a estar golpeando la puerta hasta que les abramos —murmuro con diversión Julianna.

—Déjalos, hoy es mi día contigo —Toto se aferro más al cuerpo de Julianna.

Los golpes contra la puerta parecían de ladrones queriendo entrar y saquear todo.

Liebe... si nos casamos, yo no adoptare a todo ese kinder que tienes —gruño Toto.

—No veo un anillo en mi dedo, así que no tienes opinión por el momento —jugueteo Julianna alzando su mano.

—¿¡Y los anillos de papel!?

—Eso son de... promesa, no de compromiso —intento sonar segura Julianna.

Toto sonrió levemente y le dio un beso en la mano a Julianna.

—Julianna Wolff —tarareo el austriaco embobado.

Julianna se sonrojo levemente.

Sonaba bien.

—Señor y señora Wolff -le siguió el juego Julianna—. ¡Ya voy a ser una anciana, Torger!

Toto se rio levemente y le robo un beso.

Mi anciana —destacó él.

Los golpes en la puerta y las voces llamando a Julianna se hicieron más fuertes.

—Torger... —Toto le hizo un ademán para que se quedará en el sofá.

De un momento a otro, Toto se levantó y fue directo a la puerta ya cansado.

—¡Hola Toto! ¿Está Lia? —escucho a los lejos Julianna la pregunta.

La respuesta del austriaco o la excusa que había dado, la francesa no pudo escucharla.

La puerta se volvió a cerrar y los murmullos se fueron alejando poco a poco.

—¿Esas son fresas? —curoseo Julianna.

Toto dejó un paquete de fresas en el desayunado antes de regresar donde Julianna.

—Puede ser...

—¿Qué les dijiste? —pregunto Julianna riendo cuando Toto volvió a recostarse sobre su regazo.

—Qué estabas dormida...

—Torger...

—¿Sí, mi amor? —sonrió con inocencia él.

Julianna nego con diversión para darle otro beso a Toto. Ella ya les había avisado a los demás que estaría con el austriaco todo el día, pero parecía que lo habían olvidado.

—Ni siquiera he dormido por tu culpa —se burlo Julianna.

—¿¡Mi culpa!? —repitió indignado él.

—Sí, estabas roncando.

—Yo no ronco.

Julianna lo siguió molestando, aunque la verdadera razón había sido otra que a ella si le había gustado.

Julianna lo siguió molestando, aunque la verdadera razón había sido otra que a ella si le había gustado

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Electric Touch ──𝗧𝗼𝘁𝗼 𝗪𝗼𝗹𝗳𝗳 ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora