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Julianna acariciaba con ternura el cabello de Toto, el hombre estaba recostado sobre su regazo.

Mon amour —le habla con suavidad—. Tengo que contestar los correos, tengo que moverme.

Sí esos correos fueran en papel, tendría una pila casi del tamaño de Jack.

—No —Toto la abraza por su cintura.

—Torger...

—Te mando a mi asistente para que te haga el papeleo —ofrece sonriente él.

—No se puede, porque es de otro equipo.

Toto bufa pero no se mueve.

Desde que le habían dado el alta del hospital. Toto parecía ser un chicle. No se le apartaba por nada del mundo, la abrazaba más, buscaba que le diera mimos, le llevaba el desayuno a la cama o flores.

—Voy a terminar rápido, chéri.

—No liebe —se queja Toto.

—Torger me van a despedir si no contesto esos mensajes.

—¡Yo te mantengo! —propone jugando con pequeños mechones de cabello de Julianna—. O te doy trabajo en Mercedes.

Julianna niega con la cabeza riendo.

—Ya muévete —le pide dándole palmaditas en el hombro—. Se me está durmiendo la pierna.

—¿Me estás diciendo gordo?

—¡No!

—Estuve ¡tres días, liebe! Sin besos, ni buenos días, abrazos, ¡nada! —dramatiza Toto abrazándola más—. Odio a Leclerc.

—Por eso te amo —tararea Julianna—. Ahora muévete, por favor.

—¡Liebe!

Parecía un niño pequeño, ni siquiera Jack era tan berrinchudo.

—Me puedo poner tu antifaz para dormir y así no miro nada —propone Toto.

—Lo vas a estirar.

—¿Me estás diciendo cabezón?

Julianna se carcajeo y le dio otro beso.

Toto se sentía indignado, Julianna no solo había soñado que él era un maniático del tiempo o que no le gustaba escuchar sus preguntas...

¡Él amaba escucharla hablar y a sus preguntas!

Ahora también le había dicho cabezón.

Además que ahora Toto se revisaba cada mañana su cabello, seguía sin ninguna cana.

—Te dejo ir con una condición —sonrió con malicia Toto.

—¿Cuál?

—Ven a vivirte conmigo —Toto tomo a Julianna de sorpresa—. Tengo Evangelitis.

—¿Evangelitis? —repitió con diversión Julianna.

—Crónica —agrego Toto con tristeza—. Y lamento infórmate que se contagia, así que no me sorprenderé cuando tengas Totitis.

Ella ya tenia Totitis desde que lo conoció.

—Está bien.

—¿Qué tengas Totitis o...?

—No, bueno si. Si tengo Totitis —responde con una sonrisa landina Julianna—. A lo que me refiero, es que acepto ir a vivir contigo.

Julianna no supo cómo, pero Toto en un hábil movimiento cambio de posición, y se levantó cargandola en estilo nupcial.

Electric Touch ──𝗧𝗼𝘁𝗼 𝗪𝗼𝗹𝗳𝗳 ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora