Extrañaba el contacto, su piel, el roce de ambas, era una sensación que no había experimentado con nadie más, está necesidad de tenerlo cerca de cuidarlo y de su atención, nuestros besos eran más que desesperados, su forma de tomarme por la cintura y el cuello me estaban volviendo loca, era algo que él podía lograr, ver esa lujuria en sus ojos hizo que todo mi cuerpo se encendiera y que mi respiración se alterará aún más, sus ojos recorriendo mi cuerpo, sus manos deslizándose con facilidad a lo largo del mío, sus húmedos labios comenzaban a rozar cada parte de mi abdomen descendiendo causando que me estremeciera por completo.
-Te sigo odiando, tienes que saberlo -intenté romper el silencio, después de haber terminado.
Él cerró los ojos y sonrió.
-Ódiame todo lo que quieras, pero eres mía y eso nadie lo va a cambiar.
-Puedo regresar con Niko cuando quiera -me fastidiaba que él lo dijera con tanta seguridad
Él me miró y noté tanta oscuridad en sus ojos que casi me arrepiento, casi...
Me tomó con la fuerza suficiente como para no lastimarme, quedamos frente a frente -Eres mía y el día que alguien que no sea yo te toque, correrá mucha sangre, no tienes idea del infierno que puedo desatar -me besó la mejilla con cariño, algo extraño en él.
-¿Es malo que no esté asustada? -le comenté riendo.
Sonrió aún más.
En las siguientes semanas pasábamos la mayor parte del tiempo juntos, al final del día volvíamos a la que prácticamente era mi casa, siempre me burlaba de él porque en realidad parecíamos un matrimonio, uno curiosamente feliz; solía hacerme bromas cada día, los días que estuve en una misión y nos separamos incluso me escribió para saber cómo estaba, él no lo iba a admitir jamás, pero sabía que mi compañía le agradaba, había llegado ese peligroso punto en el que hablábamos de cosas sin sentido, o bueno, yo lo hacía y él solo me escuchaba, no se quejaba o se iba como lo había hecho otras veces, estábamos... adaptándonos el uno al otro.
Era una noche bastante pesada, la lluvia torrencial no dejaba hacer muchas cosas. Estaba sentada junto a Thiago, armando un rompecabezas gigante que habíamos comprado, noté que se acercaba.
-¿Qué pasa? -pregunté por sus manos detrás de su espalda.
Él se sentó a mi lado con mucha suavidad, no hizo bromas, no jugó, no veía nada en sus ojos y me preocupé.
-¿Volk?
De pronto me mostró lo que escondía.
Un anillo.
Tenía ramas doradas con espinas simulando el tallo de las rosas, tenía flores, pequeños cristales y un grabado que decía: En todas las tormentas y cada vez que salga el sol.
-Somos la tormenta, en cada sentido posible -le aseguré.
Tomó mi rostro entre sus manos, me obligó a mirarlo a los ojos.
-Yo no puedo amarte de la forma que te mereces, tal vez lo que tengo contigo es una obsesión, tal vez solo es curiosidad por una mente como la tuya, no sé si yo sea capaz de amar de verdad y no quiero que seas tú la que tenga que experimentar para ver si siento o no, esto no es sano para ti. No puedo jurarte amor eterno y lo sabes.
Suspiró.
-Pero quieres quedarte, y yo quiero que te quedes. -continuó. – Para mí no es necesario ningún papel u objeto que simbolice lo que tenemos, pero sé que es importante para ti.
Entonces vino la pregunta más complicada del mundo.
-¿Quieres casarte conmigo? Vestida de blanco, en una iglesia, frente a Dios.
Era curioso, como a algunos les aterraba nuestra oscuridad y otros la amaban.
-Sabes que te pertenezco desde la primera vez que tomaste mis temblorosas manos y supe que me pertenecías todas las veces que estuviste en el precipicio y no soltaste mis manos.
Besó mis manos y luego a mí, él odiaba los momentos románticos, las velas y la música con letras sentimentales, sin embargo, estaba aquí, con su cabeza recostada en mi pecho, con ese despiadado corazón latiendo en calma; sinceramente no necesité más para estar casi segura de que el amor puede sobrepasar los diagnósticos.
De la mano habíamos hecho un juramento.
En las tormentas y cada vez que salga el sol estaríamos juntos, y si un día las cosas no podían seguir, cuidaríamos del otro hasta tener la plena seguridad de que estaríamos bien, juro por mi corazón que me lo dijo "Inútilmente, amor, creo en un tú y yo para siempre" era mutuo, arriesgado, sincero y real.
Y la vida continuaba.
Aunque sin razón aparente, puesto todo iba bien, volvía a sentirme ahogada, pensé que pasaría y no volvería, que una vez fuera de la oscuridad no podía regresar, la sensación de adormecimiento, los pensamientos intrusivos que nublaban toda acción, el malestar físico... a pesar de haber hecho todo bien, aquí estaba. Como pude respiré. Me senté, bastante agotada por la crisis, alzando la mirada pude admirar como todo el mundo seguía su curso, como ellos en ese momento, para mí, no eran diferentes, eran completamente normales, con problemas que podían solucionar sin necesidad de esto y, por otro lado, yo, la chica que siempre fue distinta.
Por primera vez pude entender a Karl, Alisa y Volk de una forma alucinante. Ellos no controlaban sus fantasmas, tampoco lo intentaban, no se resistían a la oscuridad, a pesar de que podía lastimarlos la aceptaban e hicieron que formara parte de ellos, en su locura ellos estaban más sanos que cualquier otra persona, no justificaba sus acciones violentas y descontroladas, pero admitía que esa indiferente paz que siempre caracterizó a los tres venía de no resistirse a sus miedos, a sus ansiedades, dejaban que las emociones como aquellas formaran parte de ellos, sus malestares emocionales causados por heridas del pasado o simples emociones formaban parte de ellos y de cada uno de nosotros. Entendían que los baches y tropiezos eran parte del camino.
No sales de la oscuridad, aprendes a vivir con ella. Aprendes a convivir con sensaciones que en un inicio son desagradables, sudores, temblores, calambres, mareos... pero con el tiempo se volverían parte llevadera y normal de nosotros, ya no nos asustarían y siguiendo ese camino irían apareciendo con menos frecuencia y se mantendrían así.
Éramos un océano, un cúmulo de ecosistemas, dentro de nosotros había ternura como en las Belugas, nobleza como en un manatí, otras defendíamos a los nuestros como las ballenas jorobadas, era tan diferente como un pez piedra, a veces neutral como una capibara y en ocasiones peligrosa como una avispa de mar.
Algunos solo veían la superficie, otros experimentaban nuestra profundidad, quizás permitimos que algún buzo llegara a nuestros misterios, para demostrarnos que hay personas que vienen a admirar y otras a contaminar y destruir.
Siempre estábamos en movimiento, el incansable ir y venir de las olas nunca paraba, encontramos paz en los fantasmas en aquella agitación, los aceptaríamos como parte de nosotros, aceptaríamos el peso de una embarcación sobre nosotros, quizás muchas, de algunas personas intentando entrar a pesar de las advertencias, del desafío que existía y la maldad que reinaba fuera de nosotros, por lo tanto, no siempre éramos el caos, tampoco teníamos la culpa de nuestra intensidad. Éramos y seremos siempre, amor infinito.
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Después de la tormenta-2
Mystery / ThrillerDespués de la tormenta comienza una nueva vida. Una nueva historia.