Él nunca me abandonaría.

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Me despertó una ráfaga de besos. Sonreí al verlo. Había vuelto. Me aferré a su cuello, tiré de é hasta tenerlo conmigo, lo había extrañado tanto...

Max solía irse de viaje para sus negocios por mucho tiempo, cuando volvía solía despertarme de esa manera, la primera vez no supe nada de él por dos meses, sabía que él si de mí, pero no habíamos hablado, durante ese tiempo pedí libros para estudiar, volví a entrenar, no me dejaba tener armas reales, pero si de fogueo y para mí se había vuelto suficiente. Durante esos momentos en los que entrenaba dejaba salir toda mi rabia, maldecía mil veces y luego lo dejaba ir, de cierta forma había entendido que nadie vendría y que yo no podía hacerlo sola, también tenia mucho miedo de que Max no regresara, era algo que no podía controlar, sin embargo, no dejaba salir ese miedo frente a nadie.

Una de esas mañanas en las que salía lo observé detenidamente, su altura, su forma tan formal de vestir siempre, era bastante especial.

- ¿Pasa algo, cariño? -preguntó antes de subir al helicóptero.

A pesar de que ahora me importaban mucho menos las cosas y era indiferente ante los acontecimientos de la vida de los demás al punto de que había visto a Max torturar personas y me fui a dormir en paz, no podía ser indiferente ante mi miedo.

-Prometiste que no me abandonarías. -comenté, mirándolo fijamente.

Él suspiró, dejó el maletín en el suelo para acercarse a mí.

-Sabes que no puedo llevarte conmigo -dijo acomodando un mechón de mi cabello-. Prometo estar en comunicación.

Asentí.

-No me gusta esa mirada -él tenía claro que las promesas para mi no valían nada- ¿Quieres hechos, no?

- ¿Cómo sé que vas a volver? O que no estarás con nadie más.

La última queja le llamó mucho la atención. Como respuesta me besó.

-Confía, cariño.

-Confía tú en mí.

-Lo hago -aseguró- dejé un regalo para ti en el almacén y cometí un error al irme sin avisar la ultima ves, pídeme lo que sea y te lo daré.

Esa proposición la hacía bastante seguido; él solía cumplir cada cosa que le pidiera.

-Déjales dinero a mis padres y hazles saber que estoy bien.

- ¿Los extrañas? -preguntó de forma suave.

-Mucho, pero no quiero involucrarlos en nada.

-Bien, escríbeles algo y se los haré llegar ¿Está bien?

Sonreí un poco, para ser tan despiadado con algunas personas era un algodón conmigo, no siempre, pero la mayoría de veces. 

Le entregué el pequeño papel a Max.

-Tengo que irme -me dijo por segunda vez.

-Cuídate -en esos días había tejido una pulsera y le había puesto una pequeña roca, tomé su mano y se la coloqué- No te olvides que tienes novia -le espeté antes de abrazarlo.

Sabía que nunca nadie le había hecho un obsequio así, me gustó la reacción que tuvo.

Antes de irse leyó lo que había escrito:

Mamá, papá, no se preocupen por mí, ya encontré lo más parecido a un hogar.

-Volveré pronto – se despidió y tomó su helicóptero.

Había cumplido todas y cada una de sus palabras, hablábamos por lo menos dos veces a la semana, su regalo había sido un arma de verdad, me permitió recibir a algunos mafiosos en casa y negociar con ellos, no era mi especialidad, pero de esa forma podía saber con que tipo de personas trataba Max, también hablaba con él de temas menos sentimentales como crímenes y me escuchaba igual de atento cuando le contaba mi aburrido día, era un sentimiento extraño, pero aceptable.

Después de la tormenta-2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora