Risas bajitas

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Me di la vuelta para enfrentarlo, esa sonrisa siniestra podía asustar a cualquiera, pero no a mí.

-¿Crees que puedas cumplir? -preguntó con esa pizca de diversión.

-Si tú te arrodillaste frente a mí, no veo por qué no -amenicé sin dejarle ver nada más que una media sonrisa.

Él levantó las cejas.

-Quédate aquí esta noche -pidió sin más.

-Mi intuición me dice que estás planeando algo y que ese algo va a terminar haciéndome sufrir -admití.

-La intuición puede fallar -agregó sin ningún tono en especial.

¿Eso era todo? ¿Y la parte macabra?

-Pudiste pedirme cualquier otra cosa -no me estaba quejando, sin embargo, me pareció curioso­- ¿Y quieres que pase la noche contigo?

Él me observó un momento.

-Dentro de las reglas no estaba dar explicaciones sobre las peticiones ¿O sí? -. Tenía argumentos válidos.

-No voy a tener sexo contigo -aclaré en primera instancia.

-No te estoy pidiendo eso, quiero que te quedes a dormir -confirmó.

Me seguía pareciendo extraño, pero accedí. Subimos las escaleras, él me mostró mi habitación en donde estaba un pijama de mi talla y mi uniforme táctico, incluido ropa interior, mi perfume, entre otras cosas que solía usar.

- ¿Tan seguro estabas de que iba a quedarme? -casi le reclamé.

Él se encogió de hombros y se fue. Me instalé en la habitación, me duché y coloqué el pijama, seguía dudando de sus intenciones, no obstante, como no podía dormir, estaba mirando el techo, pensado y pensando, podía quedarme y dormir sola en la habitación, pero vamos, en el fondo sabía que no quería estar sola.

Fui a su habitación, abrí la puerta como si fuera mi casa, lo vi trabajando en su computadora, nunca parecía tener descanso.

Todos sabemos que una persona aburrida y una persona ocupada, solas y juntas en el mismo lugar era una idea interesante.

Suspiré con dramatismo para fastidiarlo, luego me pegué al marco de la puerta y empecé mi espectáculo de luces, prendía y apagaba la luz.

-Para -advirtió.

Seguí hasta que se me cansó la mano, luego fui a su baño para sacar un papel higiénico y tirárselo. Me dedicó una mirada asesina cuando el rollo le golpeó la cabeza; me dediqué a hacer ruido y ver lo que había en su botiquín, tenía una pequeña farmacia, parecía doctor. Cuando terminé de desordenar sus cosas en el baño, salí con una de sus toallas enrolladas en la cabeza y dos rollos de papel más, como no tenía su atención, abrí y cerré la puerta varias veces.

-Winslet... -ya su voz no era para nada amigable, aún seguía sin mirarme.

Peeeerooo, era su culpa, él quería que me quedara. Como una lanzadora de beisbol me posicioné mordiendo mi lengua y achicando los ojos por la concentración, le tiré los dos rollos restantes que tenía en la mano.

- ¡Canasta!

Cerró su computadora de golpe y se acercó con pasos largos a mí.

- ¿Qué?

-Estoy aburrida ¿Me invitas a quedarme y no tienes ningún plan? -negué con la cabeza tirándome en su cama.

Se guardó sus palabras, aquello también me hizo gracia.

-Siéntate -le ordené.

Él cerró las puertas antes de acostarse a mi lado, la pregunta que iba a hacerle se me había olvidado, por lo que ambos nos sumimos en un silencio suave, noté lo tenso de sus brazos y hombros.

Después de la tormenta-2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora