Ojos verdes

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Aurora.

Desperté al oír el sonido de la puerta de entrada cerrándose de golpe. Me paré del susto y tomé la lampara que estaba sobre la mesa de luz, silenciosamente camine hasta abajo para ver que ocurría, con las manos sudorosas apreté aún más la lampara en mis manos, no tendría miedo de atacar a quien haya entrado. Bajé las escaleras en punta de pie y allí comencé a escuchar a un hombre hablando por teléfono.

―Si por favor, deja los paquetes en la recepción, pasaré en una hora para buscarlos. Gracias Carl ― hasta que lo vi parado de espaldas a mí, un hombre atlético de hombros anchos, bastante más alto que yo y de cabello castaño. No se había percatado de que yo estaba detrás.

―¿Quién mierda eres? Date la vuelta lentamente ―advertí y el hombre casi salta de un susto.

Giró lentamente como le dije con las manos arriba. Su cara de nerviosismo cambio rotundamente luego de verme a los ojos, entonces los suyos se abrieron sorpresivamente, su boca se despegaba tratando de decir algo con nerviosismo, parecía estupefacto.

―Aurora ―sabia mi nombre e hizo que yo titubeara al no saber quién era él, aunque su cara me resultaba familiar.

―Pregunté quien eras ―apunte la lampara hacia él. Bajó sus brazos lentamente con despreocupación. El era más alto, más fuerte y estaba claro que hasta desarmado podría conmigo.

―Si que ha pasado mucho tiempo ―apoyó el teléfono sobre la isla de la cocina―. Creo que ya son doce años desde que te fuiste, pero no creo haber cambiado ni un poco, has un esfuerzo Aura ―sus ojos comenzaban a delatar indiferencia hacia mí. Y pude verlo de verdad, bajé la lampara con lentitud y tragué en seco.

―Archer ―balbucee perpleja por tenerlo frente a mí. Archer Bradbury vivía aquí al lado, él fue como otro hijo para mi abuelo. Fuimos mejores amigos hasta el día que me fui―. ¿Qué haces aquí?

―No sabía que estabas de vuelta. Le prometí a George cuidar de la casa antes de morir ―levanto su vista viendo las paredes despintadas―. El trabajo se me ha ido de las manos, pero aun así, hice lo que pude.

―No lo sabía, lo siento ―me disculpe y dejé la lampara sobre una mesa, avergonzada.

―Claro que no lo sabias, no estuviste aquí. Sin embargo, estoy sorprendido Aurora, el viejo tenía razón. Él sabía que volverías un día, realmente no le creí, pero mírate aquí ―me miraba desaprobando todo lo que veía de mí. Notaba cada vez más frialdad de su parte. Cruzó sus brazos y se apoyó en la isla de la cocina esperando algo de mí.

―Mi abuelo me conocía ―si estaba tratando de molestarme, podía jugar igual.

―No me cabe duda de eso, pero es una lástima que tu no nos conocías a ni uno de los dos ―fingió una sonrisa con recelo. Allí lo reconocí completamente, es a quien vi ayer en la ciudad.

―Tú le compraste el consultorio a mi abuelo ―le solté viendo que tenía una chaqueta blanca.

―No, nuevamente equivocada. Fue su herencia para mí, con la condición de conservar el ridículo nombre ―una parte de mi corazón crujió de enfado, realmente me había guardado tanto rencor estos años―. Me encantaría quedarme a hablar contigo de nuestras fructíferas vidas, Aurora, pero tengo cosas que hacer. Y ya que estas aquí supongo que te harás cargo de la casa ―hablaba sarcásticamente mientras sacaba una llave del bolsillo de su pantalón―. Toma, solo tengo esta ―me entrego la llave y tomó su bolso que estaba en el piso.

―Si, yo me haré cargo. Gracias ―debía agradecer por todo lo que hizo aquí, aunque me quemara la lengua.

―No fue por ti, solo para que quede claro ―caminó hasta la entrada y se fue dejándome con algunas palabras en la boca, se había comportado como un gran hijo de puta, pero sabía por qué.

Él había cambiado, hasta sus ojos verdes eran más oscuros, ese no era el Archer que mi abuelo crío.

Me senté en la banca de la cocina aun asimilándolo todo. Él si había seguido sus pasos, se convirtió en odontólogo. No puedo ni pensar en el dolor que le causó la muerte de mi abuelo George, pero a mí también y él no tenía derecho a decir las cosas que dijo.

Volví a ir a mi habitación para dejar la lampara en su lugar y abrigarme bien para ir a buscar leña, quería encender la chimenea porque estaba muriendo de frío y luego solo restaba hacerme una ensalada.

Mi estadía aquí no estaba cumpliendo con mis expectativas, no pensé que el pasado me iba a golpear tan fuerte la cara, debí haberlo esperado.

Mientras buscaba los ingredientes en la heladera y los ponía sobre la mesada, un celular comenzó a sonar y el mío estaba apagado. Sobre la isla lo vi, el celular de Archer. Maldecí en mi mente, ese idiota lo había olvidado, pero tal vez vendría a buscarlo, eso esperaba.

Comí en silencio observando el móvil, con 4 llamadas perdidas en él, me acerqué a curiosear que 2 llamas venían de su oficina y otras 2 de ¨casa¨. Pero yo no podía devolver las llamas con el teléfono bloqueado, así que debía hacer lo correcto y volver a abrigarme bien para ir hasta el consultorio. Nuevamente con mis auriculares camine hasta allí, ahora él debía agradecerme.

Al entrar había una secretaria detrás del mostrador y en la sala de espera solo había una niña esperando sola.

―Hola, busco a Archer Bradbury.

―¿Tiene cita? ―pregunto la señora un poco mayor, sin paciencia.

―No, solo debo verlo un segundo.

―Nombre.

―Aurora Clemonte.

―Espere en la sala de espera ―camine y me senté a esperar, veía como la niña frente a mi estaba intentando hacerse un moño en el pelo, sin éxito.

―Hola pequeña, ¿cómo te llamas? ―le pregunte acercándome solo un poco, parecía tener unos 8 años, era muy tierna.

―Hola, soy Birdie ―me saludo sonriendo casi de oreja a oreja, tenía un bonito labial rosa en la boca además de un poco en los dientes. Se notaba el gusto por el maquillaje y me hizo reír.

―Bien Birdie, soy Aurora y quería saber si necesitas ayuda con eso ―señale el pequeño cepillo y las gomas de pelo.

―Eso sería de mucha ayuda, mi padre no tiene ni idea y yo apenas estoy aprendiendo ―me dio los instrumentos y me pare detrás de ella para comenzar a hacerle una trenza alta.

―No hay problema, me encanta peinar y tu cabello es precioso ―alague su cabello rubio miel y súper lacio.

―Siento que vi tu rostro en alguna parte ―ella estaba pensativa, intentando encontrar algo dentro de su mente.

―No lo creo, me acabo de mudar hoy mismo ―sonreí, aunque no me viera por estar detrás de ella.

―Birdie es hora de ir...―apenas salió de su oficina y me vio, su voz se tornó tan fría como sus ojos. ―¿Qué haces aquí? ―preguntó casi con brusquedad, tomó el cepillo de mi mano y lo puso en la pequeña mochila rosa a su lado.

―Aurora estaba trenzando mi cabello papá, ya casi termina ―insistió la pequeña niña mientras su padre tensaba la mandíbula.

Mi cuerpo se tensó completamente y quede aturdida mientras unía los puntos, Birdie era la hija de Archer.

Le coloqué con rapidez la goma al final de la trenza y me alejé de la niña, su padre me veía amenazante.

―Lo siento, tu dejaste tu celular en mi casa y solo estaba ayudando a Birdie porque no podía sola con su cabello, no sabía que...―le entregue el teléfono y solo me calle.

―Birdie sube al auto ―ordenó y antes de salir la niña me saludo simpáticamente y se lo devolví tratando de ocultar el nerviosismo.

Te juro que no sabía que era tu hija, yo solo venía a eso ―me colgué el bolso al hombro y comencé a caminar velozmente a la salida.

Él no me detuvo, tampoco debía esperar a que lo haga, solo había visto cómo se dilataban sus fosas nasales, parecía enfadado y nervioso, no le di más importancia porque no planeaba volver allí o intentar cruzármelo. 

Bajo la AuroraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora