Archer.
Me desperté más temprano de lo habitual, mientras Birdie ya comenzaba a volver a su rutina de ir al colegio, aún me preocupaba, pero sabía que estaría bien.
Conduje hasta el consultorio y al estacionar enfrente, entré al local de al lado, mi nueva propiedad.
Un salón lo bastante grande, dos ventanales rectangulares al frente y una puerta igual de grande como entrada. Dentro era lo suficientemente espacioso, tenía un baño, una pequeña cocina y dos habitaciones más, una más pequeña que otra. Estaba en muy buenas condiciones, pero aun así necesitaba algunos arreglos.
Comencé con tapar esos ventanales y puerta con papeles negros, quité el letrero de vendido y limpié el polvoroso piso.
Me senté en una silla abandonada del lugar y en la carpeta que traje comencé a dibujar algunas cosas que me gustarían añadir o cambiar, tenía muchas ideas.
En mi mente este lugar se terminaría viendo maravilloso, no podía esperar más.
Hice algunas llamadas para coordinar horarios con unos proveedores de decoración y muebles, pintores y un constructor que podría reparar algunas fallas.
Salí de allí antes de que se hiciera la hora de abrir mi consultorio y entré esperando a Aurora, no estaba seguro de que lo que hice estuvo bien.
No invite a Kirsty a salir, sé que ella diría que sí, pero no quería jugar con sus sentimientos.
El sábado saldría de casa dejando a Birdie al cuidado de Aurora y tal vez pasaría por un bar algunas horas o tal vez con Max, no tenía intenciones de tener citas con nadie que no sea Aurora, no lo quería.
Me sentía mal por hacerle eso, pero quería estar seguro de que dentro de ella hubiera algo, que sintiera algo por mí. Tal vez luego del sábado le diga que las cosas no funcionaron, no quería que se alejara de mi por una farsa.
Vi a Aurora entrar tan impecable como siempre. Llevaba un traje negro que le quedaba perfecto, con una falda que caía justo por debajo de las rodillas y una blusa con cuello alto que resaltaba su elegancia natural. Su abrigo verdoso oscuro completaba el conjunto. Aunque jamás se maquillaba en exceso, siempre me gustó ese labial rosa apagado que usaba, el toque justo de color que hacía que su rostro brillara de una manera única.
—Buen día.
—Buen día —noté que su tono era un poco más indiferente de lo habitual. Aun así, me dedicó una sonrisa amable, aunque más formal de lo que estaba acostumbrado.
Viendo que se dirigía a su puesto, decidí ir a la pequeña cocina para prepararme un café. Necesitaba algo que me distrajera de lo que estaba pasando por mi cabeza.
Mientras el café se preparaba, escuché la puerta abrirse de nuevo. Me asomé y vi a Peter entrando, con esa sonrisa descarada que sabía que traería problemas.
—Buenos días para ambos —se apoyó en el escritorio de Aurora sin ningún tipo de vergüenza, mirándola con esa chispa en los ojos que tanto me irritaba. No pude evitar sentir un nudo en el estómago.
Aunque sus ojos recorrieron mi rostro buscando alguna pista de mi desconformidad, no se la mostraría, volvió a ignorarme y se dirigió a la mujer en la sala.
—¿Sabes, Aurora? El día de la boda no pude conseguir tu número porque no te volví a encontrar. Así que vine hasta aquí a preguntarte si querrías salir conmigo un día.
Maldito Peter, estaba molestándome a mí, no tenía sentimientos por Aurora. Estaba tratando de centrar mi mirada en unas hojas en mi mano, solo oyéndolos a lo lejos.
Aurora lo pensó por un momento, y yo me preparé para intervenir, para decir algo, cualquier cosa que lo frenara.
—Está bien, claro que podemos salir —ella aceptó con una sonrisa tranquila. Escribió su número en un papel y se lo extendió a él.
Sentí un ardor en el pecho, como si me hubieran dado un golpe. El karma era instantáneo.
El café en mi mano de repente no tenía sabor, y todo lo que podía hacer era observar cómo Peter sonreía satisfecho. Los celos me consumían, y por dentro, una parte de mí se rompía al verla aceptar la invitación.
—No te arrepentirías, nena —le guiñó un ojo antes de despedirse.
—Ya vuelvo —le dije a ella mientras dejaba el café sobre su mesa y seguía al maldito fuera del consultorio.
Lo arrinconé contra la pared cuando ella ya no nos veía por los ventanales.
—Amigo, ¿Qué sucede? —me sonrió atrevidamente sabiendo que me tenía donde quería.
—Sabes lo que sucede ''Amigo'' —repetí la palabra con desprecio.
—Claro que no. Me dijiste que ella estaba libre y podía acercarme —era verdad, pero aun así no lo creí capaz.
—No me jodas Peter.
Él soltó una risa suave, pero había una clara nota de desafío en sus ojos.
—Relájate, Archer —dijo levantando las manos en un gesto de inocencia que no le creía ni por un segundo—. Solo estoy jugando, viendo hasta dónde puedo llegar. Pero si tanto te molesta...
Me acerqué un poco más, lo suficiente para que entendiera que no estaba bromeando.
—No quiero que juegues con ella. Ni por un segundo. Aurora no es parte de tus estúpidos juegos, ¿entendido?
Peter arqueó una ceja, y por un momento, pensé que iba a contestar con alguna de sus típicas bromas, pero en lugar de eso, su expresión se suavizó, aunque la sonrisa traviesa permanecía en sus labios.
—Está bien, lo entiendo. Pero, ¿y tú? —me miró directamente a los ojos—. ¿Qué vas a hacer al respecto? Porque a mí me parece que estás dejando que se te escape de las manos, amigo.
Lo solté, retrocediendo un paso, pero la incomodidad no disminuyó. Tenía razón en una cosa: había sido yo quien había dejado que las cosas llegaran a este punto.
—Eso no es asunto tuyo —respondí finalmente, mi voz más firme de lo que me sentía por dentro.
Peter asintió, esa sonrisa de suficiencia todavía en su rostro.
—Como digas, Archer. Pero no olvides que, si tú no te decides, otros lo harán por ti.
Sin más, se dio la vuelta y se alejó, dejando una sensación amarga en mi estómago. Lo observé alejarse, mi mente hecha un caos. No quería que Peter se acercara a Aurora, no quería que nadie más lo hiciera. Pero lo que más me atormentaba era la verdad en sus palabras. Si no le confesaba lo que sentía, podría perderla para siempre, pero si lo hacia y ella no sentía lo mismo, también la perdería.
Volví al consultorio, intentando recomponerme antes de que Aurora notara algo. La encontré trabajando, concentrada en su tarea, como si la conversación con Peter no le hubiera afectado en lo más mínimo. Pero yo sabía mejor. Sabía que, aunque había sonreído al aceptar su invitación, lo había hecho más por cortesía que por interés. Aun así, la idea de ellos dos juntos me revolvía el estómago.
Me acerqué a su mesa y recogí la taza de café que había dejado. Ella levantó la vista y me dedicó una sonrisa rápida, antes de volver a su trabajo.
Me dirigí a mi oficina sin más.
Tenía que pensar en algo. No podía dejar que esto continuara.
No quería ver a Peter acechándola, no quería otro Demian cerca.
Era hora de actuar, ya no hay tiempo.
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Bajo la Aurora
RomanceEn la vida de Aurora, todo comenzaba a desmoronarse. La despidieron del trabajo de sus sueños y sus anhelos de ser madre se desvanecieron. Desesperada por un cambio, decide mudarse a la ciudad más fría del mundo, refugiándose en la pequeña casa roja...