Archer.
Desperté con una sensación de calidez y paz que no había sentido en mucho tiempo. La luz suave del amanecer se filtraba a través de las cortinas, iluminando el cuarto con un resplandor tenue. Sentía el cuerpo cómodo, relajado, más de lo que había estado en años. No recordaba en qué momento me había quedado dormido, pero lo último que podía rememorar era la sensación de mis dedos enredándose en el cabello de Aurora, una acción que, sin querer, me ayudó a relajarme hasta que el sueño finalmente me venció.
Al abrir los ojos, giré la cabeza lentamente hacia mi derecha. Birdie estaba entre nosotros, dormida profundamente, acurrucada como un pequeño gatito. Su respiración era suave y tranquila, una vista que siempre lograba calmarme, incluso en los momentos más difíciles. Y luego, al otro lado de Birdie, estaba Aurora. Ella también seguía dormida, con su brazo extendido, rodeando a Birdie y su mano descansando sobre Oscar, el osito de peluche. Su expresión era tan pacífica, tan diferente de la tensión que había visto en su rostro la noche anterior.
Mi corazón se llenó de un sentimiento profundo, uno que trataba de negar desde hacía tiempo. No podía evitar sentirme atontado mirando a ambas, una mezcla de amor y devoción que me hacía querer congelar este momento para siempre.
No había necesidad de palabras, ni de explicaciones. Aquí, en esta cama, en este instante, todo parecía perfecto.
Con cuidado, me deslicé fuera de la cama, tratando de no despertarlas. Aún llevaba puesta la ropa de ayer, ni siquiera me había cambiado antes de acostarme. Me moví en silencio, asegurándome de que cada paso fuera suave. Me detuve un momento junto a la cama, mirando una vez más a Aurora y Birdie. El amor que sentía por ambas era diferente pero igualmente inmenso, podría dar mi vida por ellas.
Bajé las escaleras con sigilo, dirigiéndome primero al baño para lavarme los dientes y darme una ducha rápida. Sentí el agua caliente golpear mi piel, despejando los últimos vestigios de sueño y preparándome para el día que tenía por delante. Sabía que tenía que hacer algo importante, algo que podría cambiar las cosas para Aurora, y debía estar completamente despierto y concentrado.
Fui a la cocina y me decidí por preparar algo sencillo pero reconfortante: pancakes de vainilla, un clásico que ambas amaban. A medida que vertía la mezcla en la sartén, el dulce aroma comenzó a llenar la cocina. Recordé los días más sencillos, cuando Birdie era más pequeña y hacíamos esto casi cada mañana de fin de semana. Esos recuerdos me hacían sonreír, pero hoy tenía una motivación adicional: quería que Aurora se sintiera segura, cuidada. Ella había pasado por mucho, y aunque no lo dijera, yo podía ver las cicatrices que aún llevaba dentro.
Mientras los pancakes se doraban, preparé una taza de café para Aurora. Me aseguré de que todo estuviera perfecto antes de llevar la comida a la mesa.
Antes de que Birdie y Aurora bajaran a desayunar, me dirigí a mi estudio. Sabía que no podía perder más tiempo. Había dejado un mensaje a mi abogado la noche anterior, y debía hablar con él para asegurarme de que Aurora tuviera la mejor representación legal posible.
Tomé el teléfono y marqué su número, caminando de un lado a otro en el estudio mientras esperaba que respondiera.
—Hola, Archer —respondió finalmente mi abogado, su voz calmada como siempre.
—Hola, Patrick. Quiero que comiences con todo el papeleo necesario hoy mismo, sobre lo que hablamos ayer. No quiero que su padre tenga ninguna oportunidad de quitarle la casa —dije, sin rodeos.
—Entendido. Me encargaré de todo. ¿Puedo contar contigo para cualquier documento adicional que necesite?
—Claro, lo que sea necesario. No quiero dejar ningún cabo suelto. Y gracias, Patrick.
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Bajo la Aurora
RomanceEn la vida de Aurora, todo comenzaba a desmoronarse. La despidieron del trabajo de sus sueños y sus anhelos de ser madre se desvanecieron. Desesperada por un cambio, decide mudarse a la ciudad más fría del mundo, refugiándose en la pequeña casa roja...