La boda

382 17 7
                                    

Archer.

Estaba doblando las arrugas de mi traje negro con la mano. Estaba listo para ir la boda de mi amigo.

Birdie ya se había ido a casa de su amiga, estaba agradecido porque la madre de esa niña quisiera tanto a mi hija como para cuidarla.

Salí de casa y me crucé a Aurora en la senda junto a la mía. Me llevé una mano al pecho intentando calmar mi estúpido corazón al verla con su vestido largo de color azul sin mangas y escote corazón que se ciñe hasta la cintura. La tela cae suavemente desde la cintura, acentuando su figura.

Estaba con su celular en mano y caminando con nerviosísimo de un lado a otro mientras su cabello rubio ondulado con perfección se acaricia en su descubierta espalda.

―¿Todo está bien? ―hablé por fin cuando ella ni siquiera se percató de mi presencia. Se llevó la mano al corazón con susto, mi voz la sacó de lo más profundo de sus pensamientos.

―No, es que mi taxi no llega y yo ya estoy llegando tarde ―me miró angustiada con su rostro maquillado levemente pero capaz de percibirlo por sus labios rojos.

―Sube, voy de camino ―le dije rodeando el auto para abrirle la puerta. Ella no lo pensó dos veces antes de seguirme, puse mi mano a su alcance y ella la tomó dudosa. Se subió con mi ayuda y yo cerré su puerta.

Entre al auto y comencé a trazar el camino al gran salón de fiesta.

Estábamos mirando al frente con el silencio retumbándonos. No sabía cómo romperlo, no sabía que decir, me había dejado sin palabras.

―El traje te queda bien, al fin es de tu talla ―me mencionó con una sonrisa, lo había notado.

Era el traje de George, me dijo que me lo quedara para momentos especiales y eso hice, de adolescente bailaba sobre mi cuerpo, pero ahora se acentuaba de maravilla.

―Si, al fin pude darle un uso ―dije intentando buscar palabras en mi mente. Estaba nervioso por su presencia, su mano sobre la mía antes, su belleza irradiándome―. Tú te ves muy hermosa ― no lo pude controlar, era lo único que sabía y no podía guardarlo para mí.

Ella me miró con los ojos iluminados de ilusión, me sonrió tímidamente.

―Gracias, lo terminé hace unas horas ―se refirió al hermoso vestido. Estaba ansioso de ver si el vestido de Sussy había quedado tan hermoso como el suyo.

―Al fin puedo ver las pruebas de que si eres una diseñadora.

Aurora soltó una suave risa, y en ese momento, el aire en el auto se alivió un poco. Era una risa que no escuchaba desde hacía mucho tiempo, una que solía llenar nuestros días de juventud. Había algo profundamente reconfortante en ese sonido.

―He tenido que aprender muchas cosas en estos años, pero siempre he sabido que el diseño era lo mío ―dijo ella, mirando por la ventana con una mezcla de nostalgia y orgullo en su voz.

―Y eres increíble en ello. Bueno, lo fuiste desde que tu abuelo te regaló esa máquina de coser, sabía que llegarías lejos ―le respondí sin dudar, mis palabras llenas de sinceridad.

Ella giró su rostro hacia mí, y nuestros ojos se encontraron por un segundo más largo de lo que esperaba. Había algo en su mirada, algo que me hacía sentir como si el tiempo se hubiera detenido, como si fuéramos los mismos de antes, antes de que la vida nos separara.

Ella desvió la mirada primero, su sonrisa aún presente, pero un poco más reservada.

El trayecto al salón de fiestas continuó en un silencio cómodo, interrumpido solo por las indicaciones del GPS y algún comentario ocasional sobre la música que sonaba en la radio. No había necesidad de llenar el silencio con palabras, simplemente estar juntos, compartiendo ese momento, era suficiente.

Bajo la AuroraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora