Aurora.
Me desperté más temprano de lo habitual, con una extraña mezcla de emoción y nervios que recorría mi cuerpo. Después de lo que sucedió anoche, no podía esperar para verlo de nuevo. Me preparé rápidamente, tratando de calmar la sonrisa tonta que no dejaba de aparecer en mi rostro. Le prometí a Archer ayudarlo con las solicitudes para recepcionistas, ahora que no trabajaría allí, alguien más tendría que soportar al exigente hombre. Yo lo amaba, pero había que admitir que no era fácil trabajar para él.
Caminé hacia su casa, sintiendo que mis pasos eran ligeros como el aire. El sol aún no salía del todo, y la brisa matutina era fresca sobre mi piel. Toqué la puerta con suavidad, nerviosa, pero antes de que siquiera pudiera pensar en qué decir, la puerta se abrió rápidamente, y allí estaba él, mirándome con esa intensidad que había aprendido a reconocer. Sin decir una palabra, me tomó de la cintura, me atrajo hacia él y me hizo entrar en su casa.
Sus labios encontraron los míos de inmediato, y el mundo a nuestro alrededor desapareció por completo. Archer siempre tuvo la habilidad de hacer que todo se detuviera cuando estábamos juntos. El calor de su cuerpo, la fuerza de sus brazos rodeándome, era una sensación que había ansiado por tanto tiempo.
Este Archer hacia que en mi interior una jauría se desatara causándome cosquilleo. No podía creer lo deseosa que estaba por estar en sus brazos cada día, besarlo a cada hora porque ahora era mío al fin.
—Te extrañé —murmuró entre besos, su sonrisa reflejando la mía.
—Yo también —dije, rozando su mejilla con la mano, disfrutando del brillo cálido en sus ojos, los ojos del verde que tanto me gustaba—. No puedo creer lo mucho que te extrañé.
Nos reímos como dos tontos enamorados, y me llevó de la mano hasta la cocina.
—Vamos, tenemos que preparar el desayuno de Birdie —dijo mientras sacaba los ingredientes—. Pero te prometo que te haré café como recompensa.
Su risa era suave, y su tono despreocupado me llenaba de felicidad que no podía contener. Comenzamos a hacer la mezcla de las galletas, pero Archer no dejaba de tocarme. Sentía sus dedos rozar los míos, su mano en mi espalda, sus labios sobre mi mejilla en pequeños besos que me robaban el aliento.
—Lo siento —confesó en un susurro, acercándose por detrás para rodearme con sus brazos—. Estuve demasiado tiempo conteniendo las ganas de acariciar tu piel. Ahora que puedo, no te dejaré escapar tan fácilmente.
Me giré entre sus brazos, y nuestros labios se encontraron de nuevo. El beso fue más profundo esta vez, cargado de todo el deseo contenido de meses, quizá años, es como si fuéramos adolescentes descubriendo el amor por primera vez.
El momento se desvaneció cuando escuchamos los pasos ligeros de Birdie bajando las escaleras.
Nos separamos rápidamente, y cuando ella entró, nos saludó con su habitual energía.
—¡Aurora! —exclamó con una sonrisa radiante mientras corría hacia mí y me abrazaba con fuerza—. ¡Qué bueno verte aquí!
—Hola, cielo —respondí, devolviéndole el abrazo y acariciando su cabello—. Quería sorprenderte con galletas para el desayuno.
—¡Me encantan las galletas! —dijo Birdie emocionada, mirándonos a ambos con una sonrisa.
Nos sentamos los tres en la mesa cuando las galletas estuvieron listas. Archer sirvió café para los adultos y chocolate caliente para Birdie. Me senté junto a él, intentando actuar con normalidad, pero debajo de la mesa nuestras manos se rozaron nuevamente, y esa chispa inconfundible pasó entre nosotros. Nos lanzamos miradas rápidas y cómplices, y cada sonrisa compartida hacía que el calor en mis mejillas aumentara.
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Bajo la Aurora
RomanceEn la vida de Aurora, todo comenzaba a desmoronarse. La despidieron del trabajo de sus sueños y sus anhelos de ser madre se desvanecieron. Desesperada por un cambio, decide mudarse a la ciudad más fría del mundo, refugiándose en la pequeña casa roja...