Aurora.
Antes de enfrentarme a Archer en el consultorio, tengo algo más importante que hacer, diseñar el vestido de Sussy me mantuvo ansiosa de volver a mi tableta, mis lápices y mi creatividad. Simplemente sentía un amor tan profundo por hacer a los demás felices de esta forma, que pudieran usar algo que los hiciera sentir importante y cómodos en sí mismos. Mi carrera me apasiona tanto que me hace ilusión volver a usar mi vieja máquina de coser, guardada durante años. Mientras la desempolvo, una ola de nostalgia me invade.
Recuerdo el amor de mi abuelo por ella, no la conocí, pero sentía que sí, que ella vivía en mi gracias a él y a todas las historias que me contó.
La puerta suena justo cuando termino de preparar todo. Sussy entra con una sonrisa radiante, y por un momento, olvido todos mis problemas. Tomo sus medidas prometiéndole que su vestido será perfecto y como lo soñó, como cada niña.
—¿Cómo van las cosas con Archer? acabo de pasar por el consultorio y él ya está allí, gritando como de costumbre.
—No podría decir que muy bien, de hecho, me odia, pero hago lo que puedo. De seguro aun esta enfadado porque salí con Demian —estaba tomando apuntes en mi tableta y ella estaba mirándome pensativa.
—¿Saliste con Demian? —preguntó casi escupiendo su café en mí.
—Sí, pero ahora me preocupa la reacción de Archer. No se llevan bien —confesé, sintiendo el peso de sus ojos sobre mí.
—Solo diré que lo disfrutes, ese hombre es el sueño de todas Aurora —sonrió con picardía e hizo que mis mejillas se colorearan.
—Solo estamos conociéndonos, es muy atento y detallista —sonreí sin quitar la mirada de mi diseño.
—Por supuesto que lo es. Mi hija ama su clase y todos los padres están encantados con su trato y enseñanzas. Es un gran partido, seguro sería un increíble padre, dios. No lo pierdas de vista nena —tomó otro sorbo de su vaso y yo me tensé en mi asiento, no había pensado en decirle a Demian que no puedo tener hijos, no hasta ahora que sabía que debía hacerlo, no podía robarle el sueño a nadie más.
—Ya está. Dime que piensas y puedo arreglar lo que quieras —acercó su rostro a mi tableta y su mandíbula cayó al suelo, sus ojos comenzaban a aguarse.
—Aurora eso es perfecto, es todo lo que había querido —no esperó a que ni una lagrima escape porque las apartó. Se puso de pie y me abrazo por al menos varios segundos.
Luego de que me comentara más detalles sobre su boda, nos despedimos y se fue.
Yo tomé mi bolso y salí tras ella, deseando que no llegara la hora de ir al trabajo. No tenía ánimos de estar con Archer en la misma habitación por más de un minuto.
Al acercarme cada vez más, mi corazón saltaba de mi pecho con velocidad, teníamos el acuerdo de no interferir, pero las cosas aun eran raras y tensas.
—Buen día —dije al abrir la puerta y verlo revisando algo en la computadora de mi escritorio.
Él levantó su vista a mí y luego la volvió a bajar a la pantalla. Tragué saliva inquieta.
—¿Pasa algo? Puedo ayudarte —sugerí al ver que no salía del lugar.
—No —se paró y cerró la puerta de su consultorio detrás de él.
Me senté en mi asiento nerviosa, iba a ser el día más largo de todos. Archer estaba de malas y se mantuvo distante, sin apenas dirigirme la palabra. Cada vez que salía de su oficina por algo intentaba iniciar una conversación, pero él me cortaba con respuestas monosilábicas o simplemente me ignoraba. Su frialdad era palpable, y no sabía cuánto tiempo más podría soportar esa tensión.
Mientras organizaba los archivos de los pacientes, noté cómo me observaba de reojo desde la cocina, como si estuviera buscando alguna señal de arrepentimiento en mí. Me esforzaba por mantenerme ocupada, concentrándome en mi trabajo, pero su presencia se sentía como una sombra constante.
A la hora del almuerzo, salí a tomar aire fresco, esperando que la distancia ayudara a aliviar la tensión. Sin embargo, el peso de su enojo seguía conmigo, y no podía dejar de pensar en lo que había hecho para desencadenar esa reacción en él.
Al volver borré todo rastro de ese hombre. Miré la pantalla de mi computadora, tratando de concentrarme en cualquier cosa que no fuera la tensión que se cernía sobre nosotros.
—Hola Aurora —dijo Birdie con una sonrisa brillante, dejando su mochila en una silla de la sala—. ¿Cómo estuvo tu día?
Su voz infantil y amigable rompió la tensión que había estado sintiendo. Me volví hacia ella, tratando de esbozar una sonrisa genuina.
—Hola, Birdie. Mi día ha estado interesante —respondí, intentando no revelar demasiado de mis pensamientos.
Ella se acercó, mirándome con curiosidad.
—¿Puedo ayudarte con algo? —preguntó con entusiasmo, sus ojos brillando con la inocencia de la juventud.
—Oh, no te preocupes, estoy bien. Gracias, Birdie —dije suavemente, apreciando su oferta sincera.
Ella asintió y se sentó en la silla, sacando un libro de su mochila. Mientras hojeaba las páginas, supe que su presencia, aunque breve, sería un respiro bienvenido en medio de la tormenta emocional con Archer.
Birdie se sumergió en su libro mientras yo intentaba retomar mi concentración en el trabajo. Sin embargo, su presencia tranquila y la familiaridad reconfortante del consultorio me ayudaron a relajarme un poco.
—¿Qué estás leyendo hoy? —pregunté, curiosa por saber qué historia había capturado si atención.
Ella levantó la vista de las páginas con una sonrisa.
—Es sobre dragones. Mi papá dice que los dragones no son tan malos como parecen —dijo, con un brillo de emoción en los ojos—. ¿Tú que crees Aurora?
—Creo que los dragones pueden ser diferentes en cada historia —respondí, jugando con la idea—. A veces son malos y otras veces son protectores, siempre depende de quien cuente la historia.
Birdie asintió pensativa sobre mi respuesta y volvió a sumergirse en su lectura, absorbiendo cada palabra como si fuera un tesoro.
El sonido de la puerta abriéndose anunció la llegada de nuevos pacientes. Durante el resto de la tarde, el consultorio se llenó y se vació con la misma frecuencia. Atendí a cada paciente con profesionalismo, tratando de mantener mi mente enfocada en el trabajo para no dejar que la tensión con Archer afectara mi desempeño. Sin embargo, cada vez que cruzaba miradas con él, sentía un nudo en el estómago. Su presencia era una constante recordatoria de las complejidades entre nosotros.
Entre consultas, Birdie se acercaba a preguntarme cosas inocentes sobre mi trabajo y sobre la vida en general. Hablamos sobre sus planes en vacaciones y sus sueños de ser veterinaria algún día. Su entusiasmo era contagioso.
Cuando finalmente el día llegó a su fin y los últimos pacientes se despidieron, sentí un alivio mezclado con agotamiento. Estaba guardando mis cosas y acomodando el escritorio antes de irme. Birdie ya casi terminaba de guardar sus cosas y con su mochila puesta se acercó a mi escritorio cautelosa.
—¿Sabes? Me gusta estar aquí desde que comenzaste a trabajar con papá. Por favor no dejes que te aleje de aquí —dijo con sinceridad y su sonrisa iluminando el espacio.
Yo sonreí en respuesta, agradecida por la compañía de Birdie en un día que había sido todo menos fácil. Sus palabras me reconfortaban y a la vez me tensionaban por el miedo de dejarla y que tal vez se entristezca.
—A mí también me gusta ver tu agradable rostro Birdie. Siempre alegras el consultorio —le dije con sinceridad. Ella me dedicó otra de sus incontables sonrisas antes de que Archer saliera de su oficina listo para irse.
Birdie entró al auto de su padre con una sonrisa radiante, y aunque Archer evitó mi mirada directa, percibí un destello fugaz en sus ojos, una mezcla de frustración y algo más profundo que no pude descifrar. Abrió la puerta del copiloto sin decir ni una palabra. Me subí porque era lo que él esperaba, porque no quería una discusión y aun incomoda me gustaba llegar seca a casa.
ESTÁS LEYENDO
Bajo la Aurora
RomanceEn la vida de Aurora, todo comenzaba a desmoronarse. La despidieron del trabajo de sus sueños y sus anhelos de ser madre se desvanecieron. Desesperada por un cambio, decide mudarse a la ciudad más fría del mundo, refugiándose en la pequeña casa roja...