Encontrar algo bueno

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Archer.

Le prometí a Birdie que le enseñaría a hacer galletas de vainilla con chocolate, así que mi cocina hoy era un campo de guerra.

—Estas tres se ven bonitas —dijo mientras las depositaba en un plato, observando las demás que estaban en la placa de horno con terror—. Nos comeremos esas —ordeno con tristeza mirando las pequeñas galletas similares a un monstruo.

—¿Por qué? Estas se ven más ricas —intente persuadirla de no tener que comerme las de la placa.

—¡No! Estas son para Aurora. Me prometiste que se las llevarías en cuanto me vaya —protegió las tres galletas del plato con sus manos.

Me hizo prometerle con el dedo más pequeño, sagrado para una niña.

En cuanto Karla, la madre de una de sus amigas pasara a recogerla para llevar a la escuela hoy, yo debía cumplir mi promesa.

—Adiós, papi —ella se apresuró a buscar su mochila cuando escuchamos la bocina de un auto.

—Adiós, cielo —corrió para darme un beso en la mejilla antes de marcharse.

Comenzaba a creer que sería más fácil mudarnos que limpiar este lugar. Empecé a lavar y ordenar antes de que se hiciera muy tarde para llevarle esas galletas a Aurora, probablemente primero necesitará un café.

Subí a mi habitación y me cambié la ropa, luego podríamos ir juntos al trabajo. Jamás me había preocupado demasiado por mi apariencia, no era algo que tenía en cuenta hasta que bueno, ella apareció.

Salí de casa con el plato de galletas, aunque estas eran las más bonitas, seguían sin verse tan apetitosas.

Antes de ir su casa, pase por una cafetería que sin dudas no estaba de camino. Compre su latte de vainilla y ahora si me dirigía en dirección a ella, con nerviosismo, me sentía un idiota.

Al estar frente a su puerta, toqué una vez, dos, pero nadie abría. Tal vez ya se había ido al consultorio, estaba a punto de dar media vuelta, hasta que allí estaba él. Demian recién despierto y semidesnudo usando un delantal.

Cualquiera que hubiera pasado cerca de mi podría haber escuchado el sonido de mi corazón caer al suelo, había llegado tarde. Trague en seco mientras en mi estomago se formaba un nudo imposible de desatar, hasta sentía nauseas.

—Ah ya decía yo que alguien había llegado a molestar —apreté mi mandíbula a punto de explotar. Hijo de puta.

Lo hice a un lado de un empujón y entré, Aurora no estaba en ningún sitio visible. Deje las galletas sobre la mesada de la cocina junto al café.

—¿Dónde está?

—Anoche la dejé cansada, aún duerme —cerró la puerta con tranquilidad y se puso del otro lado de la cocina, estaba haciendo tostadas y untando mantequilla, este idiota no sabía que era alérgica al maní.

Ahora no me podría quitar la imagen de Demian tocándola, tocando a Aurora. Mi Aurora. Mi corazón seguía rompiéndose, como cuando la vi dar su primer beso, cuando tuvo su primera cita, cuando un idiota intentó ser su novio, cuando se fue y cuando veo al hombre que más odio aquí haciéndole el desayuno luego de pasar la noche juntos.

Siempre estaba aquí para verlo, para ver cómo se alejaba.

—Ya que pareces bastante aturdido. Debo decirte que será mejor que te acostumbres a mi presencia porque no tengo planeado ir a ninguna parte, supongo que ella menos. Ojalá la hubieras visto ayer, tan feliz y excitada, es una lástima que hayas pasado tanto tiempo detrás de ella y seas el único que no la probó —se rio con sarcasmo, quería borrar su sonrisa, aprete mis puños listos para ir sobre él y hacer que jamás vuelva a abrir su estúpida boca. La ira me carcomía por dentro, si no lo mataba no sería suficiente.

Bajo la AuroraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora