Aurora.
Estaba tan cansada que apenas podía pensar. Archer y yo habíamos pasado todo el día rehaciendo archivos de sus pacientes porque muchos se habían estropeado por la humedad de su oficina que ahora estaba en reparación. Mis ojos pesaban, pero miré a Archer mientras cerraba la puerta del consultorio.
—Sube —me ordenó al abrirme la puerta de su auto. Luego ayudo a su hija a abrochar su cinturón detrás, esto era casi una rutina.
Obedecí ya que solo quería caer en mi cama y dormir por una semana entera.
Archer comenzó a conducir por la ciudad con Birdie en la parte trasera tarareando las canciones de la radio y yo solo dejado mi mente en blanco. Hasta que estábamos llegando y se prendió una lampara dentro de mí.
—Se que estas tan cansado como yo, y no quería pedírtelo a ti, pero tengo un problema en casa —le dije—. Es que la ventana de la habitación de George está atascada, no puedo cerrarla y creí que podrías ayudarme un segundo. Siento mucho pedírtelo ahora, pero me siento insegura si está abierta.
—Claro que sí, te ayudaré. Déjame dejar a Birdie en casa —los tres bajamos del auto y lo espere afuera mientras dejaba a Birdie haciendo su tarea por un momento.
Cuando volvió a salir caminamos pocos pasos hasta mi casa, me sentía un poco tensionada por su mirada, o cuando a veces nuestras manos se tocaban accidentalmente.
Saqué la llave de la casa y ambos entramos, encendí las luces e instantáneamente me quedé congelada con el miedo helando mi sangre. Había un hombre sentado en la mesa del comedor. Antes de que pudiera siquiera gritar, Archer apenas vio la silueta se movió instintivamente, colocándose frente a mí como un escudo. Su cuerpo tenso y alerta, preparado para enfrentarse a lo que fuera.
—¡Aléjate de ella! —gritó Archer, su voz firme y decidida.
En ese momento, lo reconocí. Mis manos temblaron mientras apretaba los hombros de Archer.
—¡Espera! —le dije, mi voz quebrándose por la sorpresa y la incredulidad—. Es... es mi padre.
Archer se giró para mirarme, confundido, y luego volvió su atención al hombre que estaba sentado frente a nosotros.
Mi corazón latía con fuerza, una mezcla de miedo, rabia y algo más que no podía identificar. No lo había visto en años, y ahora aquí estaba, sentado en mi comedor como si nada.
—¿Qué estás haciendo aquí? —logré decir, tratando de mantener la calma a pesar de que todo en mi interior se sentía como un torbellino—. ¿Cómo entraste?
Mi padre me miró con una calma inquietante, una pequeña sonrisa en sus labios.
—Esta es mi casa después de todo, Aurora —dijo con esa voz suave y controlada que siempre había usado—. He venido a hablar contigo.
Fue entonces cuando vi a Demian en la sala acercándose a nosotros, vestido con un traje impecable. El contraste con la última vez que lo había visto era tan grande que por un momento no pude procesar lo que estaba viendo.
—Buenas noches, Aurora —dijo Demian, con una formalidad que me heló la piel—. Soy el abogado y detective personal de tu padre.
Mi respiración se aceleró y sentí como si el suelo se desmoronara bajo mis pies. Demian, que me había buscado, que había estado allí cuando más lo necesitaba, ahora estaba parado junto a mi padre, esto no tenía sentido.
—¿Qué demonios está pasando aquí? —exigí, mi voz más fuerte de lo que esperaba, aunque mi interior estaba temblando.
Mi padre se puso de pie, cruzando los brazos con una expresión de falsa compasión.
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Bajo la Aurora
RomanceEn la vida de Aurora, todo comenzaba a desmoronarse. La despidieron del trabajo de sus sueños y sus anhelos de ser madre se desvanecieron. Desesperada por un cambio, decide mudarse a la ciudad más fría del mundo, refugiándose en la pequeña casa roja...