Completo y destrozado

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Archer.

Me desperté con la sensación de haber cometido un error. No debí dejar que ella se fuera con él, no dormí de preocupación imaginando que tal vez la lastimaba o que tal vez no volvió a su casa. Debí advertirle sobre él, debí hacer muchas cosas. Debí haberla besado cuando tuve la oportunidad.

Me refregué la cara con agua fría intentando calmarme y despertar, hoy sería difícil mantenerme despierto sin café.

Desperté a Birdie y mientras hacia su rutina bajé a hacerle algunos hot cakes antes de llevarla a la escuela.

Cada ciertos minutos intentaba acercarme a la ventana e intentar ver si veía a Aurora desde aquí. Podia ver la luz de su habitación encendida y eso lograba calmarme, pero volviéndome loco de pensar que tal vez Demian estaba con ella ahora.

Volví a mi labor en la cocina cuando Birdie bajó y casi me descubre husmeando.

Puse su plato de hot cakes y leche con chocolate frente a ella y mientras comía yo me alisté.

―Muero por ver a Aurora y preguntarle como estuvo su cita con Demian, el parece muy lindo — perfecto, hasta a mi propia hija la había conquistado un mentiroso delincuente.

—Tu padre es más guapo —ella se rio como si de un chiste se tratara lo que acababa de decir.

Birdie se colocó la mochila y antes de salir me miré al espejo, está bien, tal vez no le tomaba tanta importancia a mi apariencia como Demian, pero aun así no estoy mal. Debería recortar mi cabello. Mierda.

Ambos salimos y cuando llegamos frente a su escuela, le desee un buen día antes de enfrentarme a otra mujer en el trabajo.

Hice mi rutina de abrir el consultorio y organizarlo un poco. Recordé que ayer había comprado más jarabe de vainilla para el café así que lo busqué en mi oficina y lo dejé en la cocina. Eso era malditamente asqueroso, pero ella lo amaba.

—Buen día —ella aprecio detrás de mi logrando que me sobresalte con las manos en la masa. Su tono hoy era cortante y no me miró a los ojos cuando pasó a mi lado para preparar café.

—Buen día, Aurora —la saludé extrañado por su comportamiento, pero me alejé dejándola allí. Deseaba preguntarle si todo estaba bien, pero mi maldito orgullo no me lo permitía.

Fingí leer unos documentos solo para observarla sentarse en su puesto y comenzar a trabajar. De hecho, no estaba fingiendo, no podía quitarle los ojos de encima. Me miró de reojo impaciente.

—¿Necesitas algo? —preguntó y yo me tense, me había descubierto.

—No, yo solo leía —le dejé los documentos sobre el escritorio y me encerré en mi oficina, apoyando la espalda en la puerta.

Estaba totalmente exhausto y no me ayudaba que ella sea jodidamente embriagadora, mi corazón intentaba salirse cada vez que me acercaba a ella.

Tarde un rato en volver a salir para hacer café y ella no estaba en su puesto, ni en ningún lado, me preocupé hasta que vi que dejó una nota diciendo que volvía enseguida. Ahora estaba enojado, ¿a dónde había huido?

Dejé otra nota diciendo que necesitaba que me imprimiera unos archivos y volví a mi escritorio esperando a que ella volviera pronto.

Bebí mi taza de café en silencio por fuera y con tanto ruido por dentro, mis emociones no se apagaban, jamás había sido tan difícil actuar frente a alguien. Me sentía ese niño tonto que la vio por primera vez y no se despegaba de ella, el que descubrió que la amaría por el resto de su vida como a nadie más.

Amar tanto a Aurora me hacía sentir vulnerable. Recordaba cada instante que pasamos juntos de niños, los secretos compartidos y los sueños susurrados bajo las estrellas. Nunca le dije lo que realmente significaba para mí porque siempre pensé que tendríamos tiempo. Pero el tiempo pasó y ella se fue, llevándose consigo la parte de mi corazón que le pertenecía.

Cada día era una lucha. Verla y no poder decirle cuánto la amaba, cuánto la extrañaba. Quería protegerla de todo, incluso de mí mismo, pero no sabía cómo sin alejarla aún más. Aurora tenía ese poder sobre mí, el de hacerme sentir completo y destrozado al mismo tiempo. Me asustaba pensar en un futuro sin ella, pero aún más me aterraba la idea de que nunca supiera cuánto la amo y solo creyera que jamás la perdone o que la odio, aunque eso era lo que salía de mi boca, mi corazón no dejaba de latir por ella.

Un golpe en la puerta me sacó de mis pensamientos.

—Adelante.

—Te traje los archivos que me pediste —se acercó sin expresividad y los dejó en mi escritorio.

—Gracias, Aurora —mi pecho estaba oprimido, estaba esperando que se fuera sin más.

—Archer, sobre anoche —comenzó con la esperanza de romper el hielo.

Me tensé en saber que quería decirme, pero le presté toda mi atención, intenté prestarle atención, sus ojos me desconcentraban.

—Sé que no estás contento con esto, pero... —ella vacilaba nerviosa—. Él no está en los negocios de su padre, es un excelente profesor, es una buena persona. Si alguien tuviera que estar así de enfadado como estas tú, debería ser él por lo que le hiciste en el instituto. Ya me lo contó.

Excelente, no era la charla que esperaba. Me reí ante la acusación, sabía perfectamente que historia le había contado ese maldito.

Retrocedí con mi silla de ruedas y me puse de pie, ella dio unos pasos atrás y me senté delante de mi escritorio con los brazos cruzados en mi pecho.

—Déjame adivinar, él tiene una versión muy conveniente de la historia ¿no es cierto? —dije con frialdad, odiaba a ese pedazo de mierda.

—No vine aquí para discutir sobre el pasado —dijo suavemente, intentando mantener la calma—. Solo quiero que trabajemos en un ambiente más llevadero.

—¿Llevadero? —repetí su palabra y tono acusante. Me burle. —Si quieres un ambiente llevadero, tal vez deberías reconsiderar con quién decides salir.

Ella tomó aire conteniéndose.

—Archer, no quiero que esto afecte nuestro trabajo. Sé que estás enfadado y tienes tus razones, pero... —mis razones eran muy simples, él no la merece, es un idiota y sabía que con el tiempo se daría cuenta de lo que hablo. A decir verdad, yo tampoco la merezco.

—No tienes idea de mis razones —interrumpí clavando mi mirada en su rostro, estaba afligida—.¿Acaso él te contó que estaba en la ducha con varios de sus amigos hablando de asquerosamente? ¿Te contó lo que pensaba hacer contigo cuando aceptaras una cita? ―pregunté intrigado, yo sabía la respuesta a esas preguntas, yo lo oí y fui quien lo confrontó por ser tan repugnante―. Pero está bien, Aurora, tú eres dueña de tu vida y sabrás a quien creerle. Ya no interferiré, tu no interferirás. Hacemos nuestro trabajo, nada más.

Ella asintió no muy convencida y se dio media vuelta, no podía dejar de ver su cabello dorado moverse a su ritmo, suave y preciso.

Cuando cerró la puerta y ya no la veía, me lleve una mano al pecho, intentando calmarlo. No sabía cuánto podría soportar esto, verla y no interferir más.

No sabía cuánto más podría aguantarme. Sentía que iba a explotar en cualquier momento. Aurora era todo para mí y no podía seguir fingiendo que no me importaba. Tenía que encontrar una manera de arreglar esto, de decirle la verdad. O iba a perderla para siempre, y eso era algo que no podía permitir.

Bajo la AuroraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora