Aurora.
Apenas estaba saliendo el sol cuando un problema volvió a tocar la puerta. Con mi peor cara de odio bajé las escaleras arropada de una manta que arrastraba por el piso. Dentro de esta casa hacia tanto frio que no necesitaba una nevera.
―Es demasiado temprano para una discusión. Debemos acordar tratar estas cosas luego de las once para poder beber un café en paz ―realmente no quería dejar pasar a Archer con una expresión agotadora en la cara, no estaba de ánimos para ninguna clase de problema ahora.
―Solo te haré una pregunta ―le di la espalda y sentí sus pasos detrás de mi hasta el sofá donde me senté plácidamente esperando la guerra de titanes―. ¿Acaso tengo cara de idiota? ―preguntó impaciente y me quedé unos segundos analizando su rostro, asentí lamentable, realmente era una pregunta sencilla.
―Creo que depende la situación, pero el porcentaje es alto, no te gustara la respuesta.
―Aurora, no puedes hacer cosas a mis espaldas. Birdie es mi hija y yo y solo yo decido como criarla. No te permitiré otra falta, esta vez hablo realmente enserio ―hablaba exaltado, estaba perdiendo la cabeza y yo no sabía por qué estaba enojado, podría ser por cualquier cosa. Había roto muchas reglas.
―Escucha, esa pobre niña empieza a olvidar el rostro de su madre, sé que tú y yo no tuvimos un ejemplo de madre, pero al menos Birdie no recuerda como era Lyn, solo tendrá su fotografía por el resto de su vida ―esta vez colmó mi paciencia y hable con sinceridad.
―¿Fotografía? ―pregunto sorprendido y enfureciendo un poco más a cada segundo.
―¿Dije fotografía? ―buscaba en mi mente una explicación de por qué estaba enfadado si no era por la fotografía que le di a Birdie.
―Si eso hiciste. ¿Le disté a mi hija una foto? ―tenso la mandíbula y entonces me puse de pie, mirándolo desde unos centímetros más abajo. Siempre había sido más alto y fuerte, pero ya no dejaría que me haga menos que él.
―Realmente te comienzas a parecer a él ―solté arrepintiéndome al instante de decirlo, pero estaba tan cansada de sus malos tratos, harta de hecho.
El relajó cada musculo de su cara, descolocado por mi comentario. De niña el monstro de mis sueños tenía la cara del padre de Archer, era un hombre mayor de cabello casi blanco por la edad, su barba larga ocultaba casi la mitad de su cara. Tenía los dientes amarillos de tanto fumar. Iba por la vida desaliñado, cuando no estaba ebrio o dormido en el sofá de su casa. Si nadie lo controlaba salía a la calle a espantar a la gente que pasaba cerca, dentro de su casa, con su familia y con las puertas cerradas el terror era aún peor. La policía se lo había llevado incontables veces, pero aun así lograba salir, mi abuelo había interferido varias veces, Archer era más como su hijo que de ese hombre, y la madre de Archer solo era una podre mujer desesperada que no podía echar a su esposo a la calle, porque estaban bajo su techo y la justicia jamás actuó de su lado.
―Lo siento mucho ―algo dentro de mí me decía que debía dejar de actuar como una niña, si yo no paraba esto no pararía jamás. Era suficiente de la guerra del pasado―. Solo te has convertido en una persona muy dura, no veo ni un rastro del niño que solías ser, sé que pasaste por mucha mierda Archer y sé que ni un millón de disculpas bastaran para que me perdones por haberlo dejado todo, pero sobre todo a ti. Realmente no existió un día en que no piense como hubiera sido mi vida si no me subía a ese avión, si aun fuéramos esos niños inseparables. Si las cosas que nos pasaron no hubieran pasado, si Carson no hubiera muerto ese día ―ahora mi voz se había quebrado, no había hablado de mi hermano en tal vez los mismos doce años en los que me fui.
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Bajo la Aurora
RomanceEn la vida de Aurora, todo comenzaba a desmoronarse. La despidieron del trabajo de sus sueños y sus anhelos de ser madre se desvanecieron. Desesperada por un cambio, decide mudarse a la ciudad más fría del mundo, refugiándose en la pequeña casa roja...