Capítulo 34

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Niclas

Llegamos esta mañana a Londres en medio de un frío gélido que hacía que cada respiración se sintiera como un susurro en el aire. Hoy es la última noche del año y la pasaremos en casa de mis padres. Si no fuera por la insistencia incesante de mi madre, preferiría quedarme en casa y evitar que se me amargue la noche por culpa de mi padre y sus comentarios plagados de odio e indirectas hirientes.

En Nochebuena, Astrid y yo decidimos que era hora de revelar la verdad sobre Ivy, para que dejen de verme como el villano de la historia —o, mejor dicho, para que el hombre que dice ser mi padre deje de considerar que soy el culpable de sus desdichas—. Pero hemos decidido esperar hasta Año Nuevo para contar todo.

La madre de Astrid es una mujer increíblemente amable, pero cada vez que recuerdo el dolor que atravesó mi estrella solo porque escogió creer a un marido, no puedo evitar bajarla del pedestal. ¿Qué tipo de madre antepone la fe ciega a la verdad? Por otro lado, Brant me cae bien; a veces, me gusta ponerme de su lado solo para molestar a Astrid, quien se ve realmente graciosa cuando se enoja y arruga sus cejas con frustración. Ellos se quedarán en mi casa esta noche.

En Londres, la nieve ya comenzó a caer, aunque se ha retrasado un poco; ahora, los alrededores están cubiertos por una delicada cortina blanca. Apenas llegamos, Ethan y Lynn nos estaban esperando en el aeropuerto. Lynn no pudo esperar para llevar a Astrid de compras y prepararse para la noche, y mi suegra decidió acompañarlas. Si no hubiera sido por Ethan, también las habría seguido. Usaron la típica excusa de "queremos pasar tiempo de chicas", así que las dejé ir. No quiero que Astrid se aburra de mí.

El miedo que siento por perder a la persona que amo es abrumador. Me aterra que alguien mejor pueda aparecer, alguien sin tantos problemas, y me la quite, porque, aunque Astrid crea que es invisible, no lo es. Es mi estrella, desprende luz en cada paso, como una estrella fugaz que captura la atención de todos. Su largo cabello negro azabache, sus ojos azules como el océano, sus labios rosados y las pecas que adornan sus mejillas son evidencias de su belleza. Joder, mi chica no es modelo porque no quiere. Tiene un cuerpo hermoso, ¿y así cree que es invisible? La vi desde el primer momento, y aunque pasaron años desde la última vez que la vi, no pude evitar reconocerla y volver a perderme en su mirada. ¿Cómo podía olvidar a la chica que hizo que mis días grises en aquel lugar de terapia fueran mucho más brillantes? Al principio, era molesta, siempre hablaba y se reía de cosas sin sentido. Pero me di cuenta de que, cada vez que ella no estaba, me sentía solo; era ella quien le daba sentido a mi vida.

Ahora estoy aquí con Ethan y Brant, viendo un partido de fútbol en mi casa mientras esperamos el regreso de las chicas. Sin embargo, no les presto atención, ya que estoy concentrado en investigar sobre agujeros negros y materia oscura para una exposición en enero.

— ¡Goooool! —gritaron al unísono Brant y Ethan, alzando los brazos junto al árbitro del partido.

¡Ay, no! Ya quisiera que se fueran a sus casas. La única que soporto es mi novia, y como no está, mi ánimo se vuelve insoportable, y ellos no ayudan.

— ¿Viste qué buen partido? —me preguntó Ethan.

— No le presté atención —dejé el móvil a un lado y los miré.

— Su ánimo cambia cuando Astrid no está —Brant me codeó y luego hizo un puchero.

— Anja, ¿y el tuyo cambiaría si te traigo a Theo?

Al instante, su expresión de burla se convirtió en una mueca. No recordaba mucho de lo sucedido en Nochebuena, ni que se había besado y declarado a Theo creyendo que era Anika, ni mucho menos miraba a Anika. El muy imbécil, pobre chica.

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