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❝No perdáis de vista que la felicidad del hombre yace en su imaginación, y que no podrá conseguirla si no satisface sus caprichos.

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La sala de reuniones estaba cargada de humo y tensión. JungKook, el líder del cartel, se sentó al extremo de la mesa, su mirada fría y calculadora. Los socios lo rodeaban, sus rostros ocultos bajo sombreros y gafas oscuras. Había rumores en el aire, y JungKook sabía que no tardarían en llegar al punto crucial.

Uno de los hombres, Minho, carraspeó y se inclinó hacia adelante.

— Hemos oído cosas, JungKook. Comentarios sobre tu obsesión por la hija del jefe rival. — Su voz era un susurro amenazante.— ¿Es cierto que la mandas a vigilar constantemente?

JungKook se hizo el desentendido, su expresión impasible.

— No sé de qué están hablando. Ni el porqué se meten en mi vida personal... parecen unas maricas chismosas. — gruñó con molestia y se llevó el cigarrillo a los labios para encenderlo luego con el encendedor de plata.

Otro socio, TaeHyung, se rió.

— Nuestro cartel tiene casi veinte años activo... Ella una niña de dieciocho años, ni siquiera es mayor de edad, JungKook. ¿Realmente vale la pena arriesgarlo todo por ella? — lo miró con sorna y soltó un bufido.— terminaremos acabados y presos si no te detienes de una vez. — murmuró con su voz más profunda de lo normal.

La ira se encendió en los ojos de JungKook, quien miró a cada uno con detenimiento y una furia que recorría su cuerpo entendiéndose en una llama viva que pronto lo haría explotar.

— ¿Acabados? ¿Presos? — Susurró con su voz juguetona, sonrió de lado y nuevamente se volvió serio. Sus puños golpearon la mesa con fuerza, haciendo temblar los vasos de whisky.— Escuchen bien, todos ustedes. — Señaló con el dedo.— El jefe soy yo. Yo tomo las decisiones. Y si quiero vigilar a esa mocosa, lo haré... porque es mi puta decisión y mi puta orden ¿¡Me oyeron!?

Los socios intercambiaron miradas incómodas. JungKook se levantó, su figura imponente apretando el cigarrillo en el cenicero.

— No me subestimen. No subestimen mis decisiones si no quieren terminar colgados sin cabeza en el puente del Río Han. — Su voz era un gruñido.— Si alguien se interpone en mi camino... lo eliminaré sin piedad. — murmuró con seriedad.

El silencio se apoderó de la sala. Los socios retrocedieron en sus reclamos, conscientes de que estaban jugando con fuego. JungKook los miró uno por uno nuevamente.

— Recuerden esto: el jefe soy yo. Y nadie más tiene el derecho de contrariar mis decisiones.

Con un gesto, salió de la sala, dejando atrás a los hombres atónitos. La furia ardía en su interior, y no había nada que pudiera detenerlo. El mundo del narcotráfico era su reino, y Hyeri, la hija del enemigo, sería su corona.

Pero por ahora necesitaba calmarse.

Al ir por el pasillo, se encontró con Lena quitándole el polvo a algunas figuras decorativas. Ya era hora de que se fuera a dormir, pero la muy puta se quedaba allí porque sabía que JungKook siempre salía iracundo de las reuniones, y eso sólo significaba una cosa.

Sin mirarla pasó a su lado tomándole de la muñeca para llevársela casi arrastrada a su habitación. Necesitaba calmar su ira.

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Los socios permanecieron en la sala de reuniones, el eco de las palabras de JungKook aún resonando en el aire. MinHo, el más veterano del grupo, se pasó una mano por la barbilla.

dαmηα†iσɳ ᴶᴶᴷ|₊₁₈Donde viven las historias. Descúbrelo ahora