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❝ La tolerancia es la virtud del débil.❞

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La noche era oscura y silenciosa. Hyeri, con una mochila ligera, se deslizaba por los pasillos de la casa, evitando hacer ruido. Llegó a una ventana que estaba abierta en la planta baja y comenzó a abrirla un poco más con cuidado. De repente, una sombra se movió detrás de ella. Hyeri se dio la vuelta rápidamente y vio a su madrastra, la esposa de HaRu, observándola con una expresión seria.

— ¿Vas a delatarme, YuMi? — susurró asustada pero molesta.

La mujer se acercó lentamente y se inclinó hacia Hyeri dejándole ver su rostro por la luz de afuera, vio su rostro un poco golpeado y abrió los ojos en grande por ello. YuMi se acercó más susurrando en su oído.

— No, te voy a ayudar. — dijo en voz baja, sorprendiéndola.— Conozco un sitio por donde puedes salir, pero tendrás que esperar hasta mañana.

Hyeri la miró con sorpresa y alivio, asintiendo lentamente. Confiando en ella por su rostro maltratado. Ella le hizo un gesto para que la siguiera de vuelta a su habitación y Hyeri la siguió.

— Vuelve a tu cuarto y actúa con normalidad. Mañana te sacaré de aquí.

Hyeri asintió nuevamente y siguió a su madrastra, sintiendo una mezcla de esperanza y nerviosismo. Pero a su vez un poco de tristeza por su rostro. No quería incomodarla pero debía sacar su duda.

— ¿Mi papá te hizo eso? — susurró viéndose afectada, la mujer sólo la miró y le abrió la puerta para que entrara a su habitación seguida por ella.

— Está furioso por no haber logrado lo que quería asesinando a JungKook... está furioso contigo pero eres su hija y no puede ponerte una mano encima por ello, se ve afectado porque a su manera "te ama" — hizo comillas con los dedos y rodó los ojos seria.— ¿Y a sus ojos quién más puede ser sumiso y no tener vínculo sanguíneo con él? — se encogió de hombros y Hyeri se sintió culpable.

Al principio la odiaba tanto, pero era verdad que nunca le dio la oportunidad para conocerla. Igual para Hyeri era sólo una extraña que le quitaría el poco afecto que su padre le daba de vez en cuando. Por eso la odiaba.

— Lo lamento. — susurró viéndola con sus ojos tristes y la mujer negó con su cabeza.— No deberías ni ayudarme.

— Hyeri, yo tuve un padre abusivo, me golpeaba al igual que a mi madre y me vi en la obligación de huir de casa. — suspiró.— No quiero que sufras de esto, es terrible... así que antes de empezar a sufrirlo, es mejor que huyas antes.

— Gracias. — volvió a susurrar y la mujer asintió sin mostrar emoción alguna.

Se retiró dejando a la chica y esta metió su mochila de escape bajo la cama. Había preparado la misma con dinero y otras cosas.

No sabía qué haría ni a dónde iría, pero cualquier lugar sería mejor que en su casa.

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La noche había caído sobre la prisión, envolviendo las celdas en una penumbra silenciosa. JungKook estaba sentado en el borde de su litera, observando cómo el humo del cigarrillo se elevaba lentamente hacia el techo. A su lado, dos de sus compañeros de celda, Leric y Doric; apodos de criminales igual que él encerrados por drogas, también disfrutaban de ese breve respiro que los guardias les permitían cada noche.

Muchos se vendían por unos cuantos billetes. Esta vez Doric pagó los cigarrillos y a él le tocaba invitarlos la próxima.

Leric, un hombre de mediana edad con una cicatriz que le cruzaba el rostro, exhaló el humo con un suspiro de alivio.

dαmηα†iσɳ ᴶᴶᴷ|₊₁₈Donde viven las historias. Descúbrelo ahora