Todo comienza con Chiara ignorando una de las reglas fundamentales de Ruslana.
—No hagas contacto visual en el metro —le había dicho la ucraniana.
Después de cinco años en la ciudad y de innumerables encuentros con hombres extraños que le piden a Chiara su dinero, su tiempo, su número de teléfono y, a veces, las tres cosas, uno pensaría que la inglesa habría aprendido la lección.
Pero en este invernal sábado de enero, con su mente inundada de ondas de ansiedad mientras repite y disecciona obsesivamente la desagradable llamada que tuvo con Nicole esa mañana, Chiara necesita una distracción. Así que se permite recorrer con la mirada a sus compañeros en el vagón de metro semiautomático, imaginando sus vidas e historias para distraerse.
El hombre fornido de mediana edad con los ojos cerrados es un trabajador de la construcción que hace un viaje de dos horas desde Valencia todos los días.
La joven con un piercing en el labio y unos auriculares de gran tamaño vive con sus padres y dos hermanos en un apartamento de una habitación, y estudia psicología en la universidad de Barcelona.
El chico bien vestido que se apoya en las puertas del metro sube a su cabaña los fines de semana para perfeccionar el arte del tallado.ㅤㅤ
Y a unos metros, esa chica de pelo rojizo que está en medio del vagón, con la mano agarrada al poste, está-ㅤㅤ
La chica levanta la vista, revelando un rostro pálido y bonito, llamativo incluso con su angustia claramente exhibida. Mira la pantalla de las paradas de metro de arriba; luego, casi sin pensarlo, mira alrededor del vagón de metro. Sus ojos, de color avellana y brillantes por las lágrimas apenas contenidas, se encuentran con los de Chiara. Y la mente de Chiara se queda en blanco.
La pelirroja, avergonzada, aparta rápidamente la mirada. Baja la cabeza y respira de forma aguda y temblorosa.ㅤㅤ
Chiara se dirige hacia ella antes de que le dé tiempo a pensar en lo que está haciendo, abriéndose paso entre los pocos transeúntes que hay entre ellas. Se detiene cuando se agarra al mismo poste que la chica está utilizando.ㅤㅤ
La desconocida vuelve a levantar la vista y se muestra convenientemente confundida al acercarse. Chiara intenta pensar en algo con lo que abrir una conversación. Tiene que ser algo bueno.ㅤㅤ
—¿Quieres una dona?ㅤㅤ
La mirada de confusión de la chica se transforma en una de alarma. Como debe ser cuando a uno le ofrecen comida al azar en el metro por un completo desconocido que te ha estado mirando. Y realmente, la única respuesta apropiada es:ㅤㅤ
—¿Qué?ㅤㅤ
—Un dona —Chiara rebusca en su bolso y saca una bolsa de papel blanco manchada de grasa. La chica la mira con atención mientras lo hace—. Hay un sitio en que hace las mejores donas de chocolate rojo. ¿Quieres una? —Evidentemente, las donas de chocolate rojo no son lo suficientemente tentadoras, porque la pelirroja no parece menos alarmada. Así que Chiara intenta otra cosa—. También tengo palmeritas de chocolate. ¿Quieres una?ㅤ
De nuevo, la única respuesta apropiada.
—¿Qué?ㅤㅤ
—También tengo mini croissants. ¿De fresa? ¿De nata?ㅤㅤ
—Yo... —La chica saca su propia conclusión sobre lo que Chiara está tratando de hacer—. Lo siento, me temo que no tengo dinero en efectivo.ㅤㅤ
La inglesa tarda un momento en darse cuenta, y cuando lo hace, suelta una carcajada.—¡Oh, no! No estoy vendiendo nada. Sólo me ofrezco.
No es posible que nadie parezca tan confundido como esta chica.ㅤㅤ
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BENEFICIOS | kivi
FanfictionUn día, dos chicas se encuentran en el metro. Violeta, que acaba de ser abandonada, se está recuperando de un corazón roto, y Chiara está lidiando con la relación abierta que mantiene con su novia a distancia. Deciden que van a ser amigas. El tipo...