Capítulo 32

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Maldito Bruce Springsteen.

Ese es el lema de Violeta esta noche. Porque puedes culpar a la lluvia que la ha atrapado en este bar, culpar a la noche que nadie parece querer terminar, culpar al alcohol, culpar a la camiseta de tirantes que lleva Chiara y que acentúa sus tonificados brazos, pero al final de todo, la pelirroja culpa de su estado miserable y doloroso a una persona.

Y ese es el maldito Bruce Springsteen.

Ella no tiene nada en contra del hombre, nada en contra de Nueva Jersey, nada en contra del buen rock... Pero, en este momento, la pelinegra está rebotando en medio del bar, cantando a todo pulmón el repetitivo estribillo que suena en la máquina de discos.

I'm going down, down, down, down.

Y esas son las palabras que la reportera no necesita oír salir de la boca de Chiara.

Violeta vuelve a comprobar su teléfono, intentando ver si puede conseguir un taxi que la saque de este lugar. La lluvia parece haber acaparado todos los coches disponibles, dejándola en una fiesta a la que no quería ir en primer lugar.

Es el cumpleaños de Chiara. La pelirroja había planeado pasarse por allí, hacer acto de presencia y marcharse en cuanto fuera socialmente aceptable. Por mucho que quiera pasar tiempo con la inglesa, sabe que Nicole estaría allí y eso no es algo que esté preparada para manejar todavía.

Pero los planes de Chiara de hacer un picnic de cumpleaños se ven desbaratados por una inesperada tormenta, por lo que todos acaban en un bar de mala muerte, lejos de las estaciones de metro.

Al menos Nicole aún no ha llegado, retrasada por las inclemencias del tiempo.

Violeta estaría feliz de pasar este tiempo con la menorquina... Si no fuera por el puto Bruce Springsteen, cuya música hace que Chiara cante, baile y gire, con la camiseta de tirantes subiendo por su tonificado abdomen.

La reportera intenta no mirar. Intenta no pensar. Intenta fingir que no recuerda cada centímetro de piel bajo esa ropa, cómo se siente, cómo sabe.

I'm going down, down, down, down.

Sí, y esas palabras no ayudan. La canción llega a un final, pero entonces la pelinegra exclama en voz alta:

—¡Otra vez!

Paul echa más monedas y pulsa algunos botones. La canción vuelve a empezar y Violeta no puede reprimir el gemido de dolor que se le escapa. Ahí está Chiara de nuevo, bailando como una loca en medio del bar con Martin y Álvaro.

La pelirroja da un gran trago a su bebida, pensando que podría saciar su sed metafórica.

No lo hace. Todo lo contrario, cuando el alcohol la quema, le da una pequeña sacudida, envalentonándola para mirar a su tentadora personal. La visión de la ojiverde girando sus caderas casi la licua en el acto.

—¿Puedes parar? —viene la tensa queja de Ruslana mientras se acerca a la barra—. Deja de mirarla como si fuera un trozo de carne.

—No lo hago —rebate la pelirroja a la defensiva, de forma poco convincente—. Estoy... mirándola normalmente.

—Bueno, entonces, deja de ser 'normal'. Es asqueroso y no necesito ver eso -la ucraniana llama la atención del camarero y levanta el vaso vacío que tiene en la mano. Mientras el camarero le sirve otra copa, vuelve a centrar su atención en Violeta—. Entonces, ¿estabas a punto de decirle a Chiara que sentías algo por ella, sólo para echarla de tu apartamento en el momento en que apareció Nicole? ¿Para luego huir al otro lado del país, fantasmearla durante un mes y finalmente volver con un 'uy, no importa'?

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