Capítulo 27

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Julia está sentada en el despacho de Violeta.

Julia, la ex novia loca de Violeta, está sentada en su despacho.

La pelirroja decide que la culpa de todo esto la tienen los parásitos.

Tana es la asistente de Violeta desde hace mucho tiempo. Ella conoce a Julia, y conoce la historia que tiene con su jefa, así como también sabe que a la rubia no se le debería permitir pasar por la puerta.

Pero Tana no estaba hoy, porque su gato cogió tiña y la reportera le ordenó que se tomara un tiempo libre.

Una sustituta que no conoce a Julia llama a Violeta.

—Alguien está aquí por ti

Y tal vez también sea culpa de la motrileña porque aprueba la visita sin pensarlo mucho. Ella había asumido que sería Ruslana, que estaba por la zona y querría dejar algo para Chiara.

Así que ahora su ex está aquí, sentada frente al escritorio de Violeta, con un aspecto tan elegante como siempre.

—¿En qué puedo ayudarte, Julia?

—¿Cómo estás? —la rubia suena tan suave y cordial que casi convence a Violeta para que baje la guardia.

—Me va bien. ¿Cuál es el propósito de esta visita?

Normalmente, este tipo de evasivas provocaría la ira de su ex, pero ella sólo sonríe con nostalgia.

—Esperaba que habláramos.

—¿De qué?

—He estado en terapia —Ante la expresión escéptica de la reportera, Julia inclina la cabeza reconociendo lo absurdo que suena eso—. Vale, sí, fue por orden judicial. Me metí con un empleado de Massimo Dutti. La terapia es una condición de mi libertad condicional. Al principio pensé que era una mierda, pero en realidad ha sido buena; estoy empezando a ver cómo algunos de mis comportamientos pasados podrían ser... bueno, un poco problemáticos —Violeta arquea las cejas y Julia pone los ojos en blanco en señal de derrota—. Bien, muy problemáticos. Fui una zorra contigo, ¿vale? Ahora lo veo, y estoy aquí para disculparme. No te merecías eso. Lo siento.

De todas las cosas que la pelirroja hubiera esperado de su ex, ésta no era una de ellas. Julia nunca se había disculpado a lo largo de su relación. Así que no se le ocurrió otra cosa que responder que un aturdido:

—Gracias.

En el rostro de la rubia se dibuja una sonrisa tímida y tentadora, el tipo de sonrisa que solía acelerar el corazón de Violeta y hacer que su sangre se acelerara.

El tipo de sonrisa que ya no le provocaba nada.

—Pero te compensé de otras maneras, ¿no es así? No fue todo malo.

—No. No lo fue.

Envalentonada por esa respuesta, la rubia se levanta y se dirige con confianza al lado de Violeta. Julia se medio sienta en el escritorio de esta, tan cerca que sus muslos casi se tocan. La pelirroja, alarmada, se echa hacia atrás en su asiento.

—¿Qué estás haciendo?

—Te he echado de menos.

—Oh, vamos.

Julia pone cara de asco ante la respuesta, pero no se echa atrás. Al contrario, se acerca más, poniendo las manos en los reposabrazos de la silla de Violeta.

—Lo digo en serio, Vio. Te he echado mucho de menos. Tu calor. Tu risa —Lentamente, la rubia desliza su pierna entre las de Violeta, rozando el interior de su muslo—. Tu cuerpo.

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