Capítulo 36

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Se reconstruyen lentamente. Toman un café, a veces almuerzan, tal vez cenan ocasionalmente... 

Normalmente hay alguien más, Ruslana o Denna o Martin. Siempre en público. No hablan de ello, no lo necesitan, pero ambas saben que no están preparadas para pasar tiempo juntas a solas en privado. 

Chiara se muda del sótano del amigo del Nicole al sofá de Ruslana. Allí permanece un mes hasta que el casero de esta les ayuda y le encuentra a la pelinegra un estudio en el barrio, propiedad de un amigo suyo. La oijiverde consigue una buena oferta y por fin se encuentra viviendo sola por primera vez en mucho tiempo, aunque la ucraniana vive a una manzana de allí.

Su mejor amiga la ayuda a mudarse a la nueva casa. En medio de sacar la vajilla de una caja de cartón y apilarla en los armarios de la cocina, le pregunta con fingida despreocupación:

—Y... ¿Cómo van las cosas con Violeta?

Chiara está desempaquetando su ropa.

—¡Bien! —responde alegremente—. Fuimos a comer hace dos días a un lugar de sushi con muy buenas valoraciones. Oye, los pepinillos cuentan como una porción de verduras, ¿verdad? Violeta dice que no, pero yo creo que es una locura. Por supuesto que son verduras.

Ruslana frunce la nariz mientras contempla la pregunta.

—¿Creo que los pepinos son técnicamente frutas? Pero probablemente tu dieta ya está en problemas si intentas clasificar los pepinillos como una ración de verduras, así que deberías escuchar a Violeta —Recordando que este no es el punto de la conversación, la ucraniana sacude la cabeza. 

Arregla primero la vida amorosa de Chiara, luego su dieta

—No, espera, ahora estamos hablando de Violeta. ¿Qué pasa vosotras?

La inglesa se encoge de hombros.

—Nada. Pero las cosas van bien. Las dos estamos contentas con donde estamos. Hablamos, salimos, todo está bien.

—Sí, pero no quieres... —la canaria se aclara la garganta, buscando un eufemismo con el que se sienta cómoda—...hacer cosas extra-amigables con ella?

—Pues claro que sí —responde la pelinegra exasperada, como si fuera perfectamente obvio, como si no se hubiera pasado el último mes siendo amiga platónica de la reportera—. Pero ella dijo que necesitaba un poco de tiempo y tengo que respetar eso. De todos modos, no hay nada malo en tomarse las cosas con calma.

—¿Así que estás planeando invitarla a salir en algún momento?

Ocupada en sacudir un suéter de su maleta, la menorquina responde despreocupada:

—Claro, cuando ambas estemos listas.

—Querrás decir cuando ella esté lista.

Chiara vuelve a depositar el jersey en la maleta y deja de deshacer el equipaje para prestarle a la ucraniana toda su atención.

—Rus, la he herido. Le hice daño al volver con Nicole... Darle algo de tiempo es lo menos que podía hacer.

—Pero no querías hacerle daño.

—No creo que eso importe. El daño es el daño. Así que, sí, voy a dejar que ella marque el ritmo aquí.

Ruslana resopla. No es que no esté de acuerdo. Simplemente está impaciente esperando el final feliz de su amiga.

—El infinito respeto mutuo que os tenéis va a ser el fin de vuestra relación. No, perdón, el fin de vuestra no relación.

—No llegará tan lejos. Te lo prometo. Esto no es en absoluto como el año pasado. Además... —Chiara vuelve a recoger su jersey, murmurando por lo bajo esta siguiente parte que sabe que a la ucraniana no le va a gustar—. Yo, um, sólo quiero asegurarme de que mi última relación está realmente muerta y enterrada antes de que pase algo con Violeta. Ella se merece un nuevo comienzo conmigo.

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