CAPÍTULO 02

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Inaya Bardeen

¡Ya has cumplido la edad adecuada para ser independiente, Inaya!

Enuncia mi madre con voz excesiva y logrando que mi padre junto a mis abuelos maternos se unan a ella.

—Tu madre lleva razón en lo que dice -—le sigue mi padre y veo como ella asiente con cara de felicidad —. Hoy a medio día tus maletas estarán hechas y luego podrás marcharte junto a tu hermano.

No tengo a donde ir y menos con un niño de siete años enfermo.

¿Cómo me pueden hacer eso?

¡Soy su hija! ¡El también es su hijo y los necesita más que yo!


❀•°❀°•❀

¿Llevas ese color de cabello?

Nunca salgas de casa.

Usa pelucas del color adecuado.

Así jamás conseguirás esposo.

Aquí nunca serás bienvenida.

En la época donde vivía con mis padres en aquel pueblo donde si llevas el cabello rubio eres mal vista, me preocupaba más lo que opinaban las personas sobre mí que mi propia opinión. Nunca fui de autoestima baja pero esas miradas despectivas, los murmullos en mi dirección y los malos tratos hicieron que una parte dentro mí dejara que todo eso influyera en mi vida.

Llego a la entrada del colegio donde espero a mi hermano en el pasillo principal. Su salida se retraza un poco más de lo normal pero eso no es impedimento para ir por un helado antes de regresar a la casa.

De regreso seguimos nuestra monótona rutina diaria, hacer que él realice sus tareas, cenar viendo alguna película y finalmente antes de dormir leer un libro. Aunque en esta ocasión me voy a la pequeña sala y me siento en el suelo junto a la ventana con vista a la calle, dejando que mi mente se pierda en los recuerdos aledaños.

Ellos nos echaron de su casa.

Me obligaron a hacerme cargo de ambos sin yo saber a qué me enfrentaba al atravesar la puerta.

De igual forma, dicen que todo ocurre por algo y hoy puedo decir que gracias a eso mi hermano lleva una vida alegre y sin restricciones a diferencia de mí; que cargo el peso de las responsabilidades con tal de verlo sonreír y que no se sienta excluido por estar en una silla de ruedas.

Una lagrima fría baja por mi mejilla y es limpiada por los suaves dedos de Luc.

—¿Qué haces despierto y cómo te subiste a la silla solo? —paso las manos por mi cara para intentar quitar la expresión de cansancio —. Mañana debes ir a clases.

—¿Crees que algún día podamos volver?

Me evade haciendo otra pregunta a la que no le encuentro una respuesta certera. Así que guardo silencio sin saber lo que diré.

—Eso es un no, ¿verdad?

Se responde a sí mismo en voz baja como si le costara aceptarlo.

Ella es rubia pero NO tonta Donde viven las historias. Descúbrelo ahora