CAPÍTULO 23

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Inaya Bardeen

Estoy asustada —expongo con temor.

No hay necesidad para que te sientas así, no te dejaré sola —toma mi rostro entre sus manos, dejando un beso en mi nariz —. Sé que me equivoqué contigo y quiero pedirte disculpas por como te traté al principio.

Me hiciste daño, pero también eres la única persona que me pide perdón después de haberse equivocado. Así que sí, puedo perdonarte.

Una sonrisa aparece en sus labios al tiempo que quita una lágrima de mi mejilla. Toma mi mano izquierda para quitar el anillo de compromiso y lo guarda en el bolsillo de su pantalón.

Yo lo guardaré por ti para que puedas irte de aquí y rehacer tu vida lejos —acaricia mi mano, seguido deja un beso en el dorso de esta —. Le diré a tus padres que hemos firmado el acuerdo de divorcio y que ya no eres mi esposa —de su chaqueta saca un sobre —. Esto es para ti, te hará falta para llegar a donde quieres.

¿Qué es? —lo abro y al ver el contenido, lo cierro de golpe —. No puedo aceptar esto.

Intento devolverlo y lo vuelve a colocar en mis manos.

No es cuestión de que aceptes o no, lo necesitas.

G-gracias, de verdad se sintió bien estar estos dos meses a tu lado.

Estrecha mi débil y frágil cuerpo contra el suyo, que era todo lo contrario. Lo aprieto a mí con fuerza y aspiro el dulce aroma de su perfume para intentar grabarlo en mi mente.

Tenerte a ti ya es tenerlo todo. Je t'aime, little dove.

Al separarnos, su boca se acerca a la mía, depositando un beso suave que marca nuestro adiós "no definitivo". Cierra las puerta detrás de su espalda y así es como lo veo por última ocasión.

Me voy al armario para hacer mis maletas. Ellos me habían dejado claro hace una semana que estarían hechas y listas para irme, si me atrevía a dejar a André. Pero no fue así.

A los días de haberme escapado, él regresó por mí y en su casa hablamos, fue una conversación larga y reflexiva. Él prometió cuidarme hasta que cumpliera los dieciocho y así evitarme el martirio de estar bajo el techo de mi "familia", yo acepté su condición y a día de hoy no me arrepiento de haberlo hecho. Cuidó de mí todos los días, se encargó de curar los golpes de mi piel y lo más importante, me daba seguridad y estabilizar emocional.

Cambio mi ropa a la adecuada, voy a la habitación de mi hermano para hacer sus maletas y bajamos a la sala principal. Todos estaban allí, incluidos mis abuelos, al parecer querían presenciar la salida de la vergüenza de sus vidas.

Desaprovechaste la oportunidad de tu vida y dejaste ir al mejor hombre de este pueblo —riñe mi padre —. Igual ya no debemos hacernos cargo de ustedes, buen viaje.

Ella es rubia pero NO tonta Donde viven las historias. Descúbrelo ahora