❀CAPÍTULO 3❀

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Inaya Bardeen

—¡¿Inaya, a dónde vas?!

—¡No me esperes e inventa algo!

Salgo corriendo por la puerta principal del museo. No me importaba la prensa o lo demás, estaba decidida a encontrar a mi hija.

Tropiezo con mis pies y me paro para quitarme los tacones y lanzarlos a un lado del césped, me daba igual seguir descalza o dañar mis pies, sólo quería volver a verla. Miro a los alrededores, la poca iluminación que salía de las lámparas del jardín no ayudaba mucho a mi visión. Afuera estaba todo silencioso. Sigo caminando y observando, cuando siento la voz de alguien y sigo el camino. Y ahí estaba él, sosteniendo en sus brazos a la que probablemente sea mi hija. Al tenerme en su campo de visión deja a la niña dentro de la camioneta que está estacionada a su lado.

—¡Todo este tiempo estuviste vivo! ¿Sabes cuántas noches te lloré? —hace el intento de hablar e interrumpo sus palabras: —. ¡No lo sabes! ¡Ni nunca lo sabrás porque no sufriste lo mismo que yo estos años!

Alzo la mano para golpearlo, la suya me detiene en el aire. Nuestros ojos mantienen una batalla entre sí que ninguno piensa perder.

Sentía ira y dolor por igual, de la misma manera que me sentía tentada a abrazarlo y volver a sentir su olor de cerca, pero el enojo me hacía olvidar esas ganas.

—Estamos en un lugar publico —suelto mi mano de la suya, dándole una mirada mordaz —. No quieras armar un escándalo.

—Quiero a mi hija de vuelta.

—Eso no se va a poder.

—¡¿Es mi hija y tengo derecho sobre ella?!

—Entiende que hay gente pagando por verlas muertas —su forma tan frívola de decirlo me hace quedar sin habla —. ¿Cómo crees que me he sentido estos dos años sin poder decirte o dejar que la veas?

—¡Pues encárgate de ellos y devuélveme a mi hija en este instante!

Hago el intento de empujar su cuerpo a un lado, como siempre, sin moverle ni un músculo. Lo que aumentaba mi irritación a niveles extremos.

Abre la puerta de la camioneta, la niña de antes sale de esta y sus ojos no dejan de verme con ese brillo de hace un rato. Me agacho para quedar a su altura.

—¿Sí sabes quién soy? —ella asiente con timidez, pero sonriente —. ¿Le das un abrazo a mamá?

No lo duda para correr a mí y envolver sus pequeños brazos en mi cuello.

No me puedo contener por más tiempo y acabo llorando de felicidad. Aspiro su aroma a vainilla y me lleva a esos primeros momentos donde la sostuve al nacer, su primera sonrisa; los únicos momentos que pude presenciar.

Mamá beso.

Una carcajada se me escapa en medio de las lágrimas. Pero no es impedimento para llenar su rostro de besos y que su risa llene el ambiente.

Tras casi un minuto abrazada a su cuerpo se separa para volver a su asiento en la camioneta, no sin antes dejar un beso en mi mejilla y darme la sonrisa más hermosa y dulce.

—No me hagas esto —me dejo caer en sus brazos, con lágrimas otra vez. Me recibe con un agarre protector.

—Las cosas no son tan fáciles como piensas que son, mon amour.

Escuchar ese apodo de sus labios otra vez, me hacía querer besarlo y olvidar la situación por la que estábamos transitando.

—Siempre me hiciste sentir que a tu lado las cosas se ven más fáciles, ¿por qué me torturas de esta forma?

Ella es rubia pero NO tonta Donde viven las historias. Descúbrelo ahora