❀CAPÍTULO 8❀

207 29 16
                                    

Inaya Bardeen

Mis ojos ardían por la falta de sueño, el cuerpo lo sentía pesado y todo por esas pesadillas que habían regresado, repitiendo las imágenes de aquellas llamas incesantes, mi hija desapareciendo de entre mis brazos y luego oscuridad y vacío.

Es el llanto de Anaya lo que me hace salir del trance para ir a su cuarto. La saco de su cama para llevarla conmigo, antes paso a la cocina para preparar su biberón. Era casi media mañana, pero el cielo se veía tan nublado, que el sol no se hacía notar. Cuando Anaya vuelve a dormirse en mi cama, me voy a dar un baño que me despegue del cansancio, de regreso a mi cuarto encuentro a mi hermano, al pasar casi corriendo junto a mí, siento la necesidad de tapar mi nariz.

—¿Qué te haz hecho? Hueles asqueroso.

Retrocede con pasos cortos, mirándome como si fuese a saltarme encima.

—¿Crees que es demasiado?

—Parece que te has vaciado todo el frasco encima. ¿A dónde irás?

—Tengo un compromiso.

—¿A caso tiene que ver con una mujer rubia, ojos verdes y que su nombre comienza por la letra "A"?

Mira su ropa consistente de una camisa azul y pantalones del mismo color, sólo que pareciendo veinte tallas más grande, y luego a mí.

—¿Tan deprimente me veo?

—¿Quieres que sea sincera? —asiente con ojos de cachorro —. Pareces un adolescente que usa la ropa de su abuelo en su primera cita.

—¿Por qué te pedí opinión? —susurra, aunque alcanzo a escuchar.

—¿Y entonces? ¿Quieres mi ayuda?

Se toma segundos para pensar.

—Debo pasar por ella en una hora.

Lo arrastro a su habitación, hago que vuelva a bañarse y así quitar toda esa mezcla de aromas que llevaba encima. Me aseguro de escoger un atuendo más ligero y fresco para él, así como el perfume que usará.

Ni siquiera me da tiempo a despedirme de él, pasa a dejarle un beso a su sobrina y sale disparado a la entrada.

Aprovechando que estaba sola uso el tiempo para recoger la habitación de mi hija, el cobertizo que uso para pintar y preparar algunos dulces para Anaya. El clima comenzaba a cambiar, corría viento fuerte y las nubes grises aseguraban una larga llovizna.

Para sacar porvecho del clima fresco me siento con mi hija a ver algunas de sus películas animadas favoritas. El tiempo voló, tanto así que cuando volví a mirar mi celular luego de horas, casi daba la media tarde. Bajo regaños y berrinches logré bañar a Anaya y con otro maratón de animados volvió a dormirse. Pasaba por las demás habitaciones revisando que todo estuviese en orden, cuando regreso a la mía encuentro una cesta blanca, adornada por un lazo negro y llena de rosas negras. Miro a todos lados asustada, no sabía de qué se trataba esto, o tal vez sí.

—¿Qué haces aquí? ¿Cómo entraste? Te he dejado en claro que no quiero verte por ahora.

—Eres mi mujer, maldita sea, y me importa un carajo que no quieras verme —se arrodilla frente a mi —. Ya no puedo pasar un día más alejado de ti, sin escuchar tu voz chillona haciéndome berrinches por nada, no estoy soportando tenerte lejos. Me haces mucha falta, mon amour.

—Y-yo ya n-no quiero verte. ¿No ves en lo que nos has convertido? Nuestra relación sólo se basa en peleas, gritos, celos. ¿Y no has pensado en cuánto me afecta, nos afecta a los dos?

—Estoy consciente de que no he sido el mejor esposo o la mejor compañía en estas últimas semanas, pero antes de hacerte más daño me arrancaría el corazón para demostrar que sólo late por ti.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Sep 25 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Ella es rubia pero NO tonta Donde viven las historias. Descúbrelo ahora