❀CAPÍTULO 6❀

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Inaya Bardeen

Los pasillos estaban desolados, el único sonido era el de mi respiración y los suspiros que mostraban mi impaciencia. Casi amanecía y él continuaba en aquel salón de operaciones, nadie me informaba sobre su estado o si lo volvería a ver.

Estaba sentada en el suelo con el vestido y las manos sucios, de su sangre. Mis ojos no se despagan de aquellas puertas esperando a verlo salir.

—Señora, vaya a descansar —la voz suave de la enfermera me hace reaccionar. Pero niego a sus palabras —. Sé que no la está pasando muy bien tras la ausencia de alguna respuesta, pero en unas horas amanecerá y no ha descansado nada.

—Gracias, pero prefiero quedarme aquí.

Ella no insiste y continúa su camino. Me vuelvo a acomar recostando la cabeza en uno de los asientos, dejando que mis párpados se cierren. Abro los ojos con pereza tras sentir que tocan mi hombro. Era uno de esos médicos con traje verde.

—Su esposo ha salido de la cirugía —me repongo en un abrir y cerrar de ojos —. Para su suerte la bala no perforó ningún órgano o vaso vital, ahora se encuentra fuera de peligro.

—¿Puedo ir con él? Quiero verlo.

—Se encuentra sedado, pero puede estar junto a él. En poco tiempo despertará.

El hombre me guía a la habitación donde se encuentra. Monitorea algo en las máquinas que conectan cables a su cuerpo y seguido nos deja solos. Camino para ir a su lado, llevaba una máscara de oxígeno y varias vías intravenosas en sus brazos. Acerco los dedos para rozar su rostro relajado. Me sentía mal por él, pero también sentía una mezcla de furia y nostalgia al ver que siempre que se metía en problemas salía lastimado.

Me acuesto a su lado en el espacio sobrante, sin dejar de mirarlo con rabia.

—¿Cuándo dejarás de comportarte como un irresponsable?

Cierro mis ojos dejándome llevar por el cansancio acumulado, pero evitando llevar al sueño profundo. Siento que él se remueve y me levanto de golpe, sus ojos seguían cerrados, pero su mano cerca a mi pierna dejaba caricias por debajo del vestido.

No tenía conocimiento de que la anestesia causara tales efectos secundarios.

Sabía sus intenciones, pero era tan débil a su toque, que no me molesto en apartar su mano. Podría ver la media sonrisa que se asomaba a través de aquella máscara de oxígeno y la misma que se arranca para hacerla a un lado. Gira su cuerpo quedando frente a mí, dejando salir un gruñido de dolor al moverse.

—Hueles tan delicioso —sus dedos aprietan mi muslo. Tenso los labios para no dejar ir un gemido traicionero —. Aún con el cuerpo magullado me seguiría poniendo duro por ti, mon amour.

—¡¿Serás maldito?! —golpeo su rostro con fuerza —. No moriste de ese disparo, pero lo puedes hacer de unos golpes míos.

—No quise asustarte así —acerca su mano para tocar mi rosto y me giro dándole la espalda —. Sólo corrí a buscarte tras saber que Chandra había llegado a la ciudad, no pensé en nada más que verlas seguras.

—Pues no calculaste muy bien los resultados de tus planes sin sentido.

—Perdóname, mon amour.

—No te lo mereces. A estas alturas sólo te mereces el divorcio.

Recuesta su frente en mi hombro.

—¿Por favor? Juro que la próxima vez pensaré mejor las cosas.

—¡¿Porque habrá una próxima vez?!

—¡No, no! —se apresura en decir —. No me malinterpretes preciosa. Quiero lo mejor para nuestra relación, entiende que esto no es fácil.

Ella es rubia pero NO tonta Donde viven las historias. Descúbrelo ahora