CAPÍTULO 09

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Inaya Bardeen

Había mucha gente bebiendo, bailando, algunos ya ebrios y otros haciendo de exhibicionistas en algún rincón con sus parejas o cualquier extraño que les llamara la atención. Pues resulta que la fiesta se hacía en la casa de Ryder, que era bastante grande, así que eso explicaba la gran multitud de adolescentes y jóvenes.

Según yo, solamente había pasado una hora y algunos minutos de haber llegado. En la entrada nos topamos con Asher que estaba en una conversación bastante animada con Élias, no quería ser pesimista pero sentí que al momento de saludarlos ninguno bajó la mirada más allá del escote del vestido, ni de los tatuajes que ahí tengo. Lo que al instante me puso nerviosa y me tapé un poco con la chaqueta. Nina me había presentado a unos amigos suyos que no fueron del todo de mi agrado, pero tampoco iba a desperdiciar la noche.

Con el paso de las horas el ambiente se iba poniendo más acalorado e intenso, igual yo me había mantenido en el mismo sitio desde que había llegado y tampoco me interesaba ver más allá de la "diversión". El grupo de amigos de Nina, "entre esos Asher y Ryder" se mantenía sentado en el piso y jugaban un extraño juego donde debían girar una botella, hacer preguntas, poner retos y tal. En mi pueblo ese tipo de cosas no están permitidas porque según la religión, no eran actividades sanas.

Doy varios sorbos al refresco de mi vaso mientras los veo jugar y llega un momento en que a una de las chicas le toca castigo por no querer cumplir el reto y como consecuencia debe irse a una de las habitaciones de la casa para tener relaciones sexuales con algún chico aleatorio del lugar.

Empiezo a no sentirme cómoda en este lugar.

Tampoco me atrevería a entrar en ese extraño juego.

—¿Nina, y tu amiga es así de seria con todos? —comenta el chico que parece ser el mayor del grupo. Mi piel se eriza al chocar nuestras miradas y ver que me observa con curiosidad y malicia —. ¿O es que no le hemos dado la suficiente atención?

—No la molestes, Tomás —interviene Nina, se levanta del suelo y corre de un empujón a la persona que estaba a mi lado para sentarse en su lugar —. Ella puede ser callada pero no es tonta.

—¿Al menos nos puedes decir tu nombre, linda? —habla otro de ellos.

—Inaya.

—¿No eres de aquí, verdad? —vuelve el mismo chico a preguntar —. Tienes un acento raro, como si fueras de...

—Francia. Soy francesa.

Al decir eso todos me ven con cara de sorprendidos y algunas chicas murmuran entre sí.

—Parece que tenemos entre nosotros a una bebé de mami y papi —señala una chica de cabello castaño que se había pasado el rato mirándome de manera mordaz —. Te vistes con ropa cara, eres la típica rubia... bonita y debes tener dinero. ¿Entonces qué hace la princesa fuera de sus aposentos?

Sus palabras desdeñosas me causan tanta repulsión, odio y enfado a la vez, que no hago más que dejar mi rostro inexpresivo y mirarla con la misma expresión en la mirada sin llegar a ser tan intensa. Ella no era nadie para creer que puede bajar mi autoestima con esas simples palabras.

—La vida de niña rica a veces resulta aburrida —mis padres ni siquiera me hablaban, pero nadie debía saberlo —. ¿Y si crees que eso es una ofensa para mí? Estás equivocada, bonita. Es todo lo contrario.

Los demás se ríen por lo bajo y hacen sonidos de burla en su dirección hasta el punto en que su cara se torna roja de ira y de un salto se pone de pie, yéndose a otro lado. Miro por donde mismo se fue y en mi campo de visión aparece Élias con su característica cara de culo, llega donde nosotros y se sienta en el puesto donde estaba la chica.

Ella es rubia pero NO tonta Donde viven las historias. Descúbrelo ahora