❀CAPÍTULO 4❀

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Inaya Bardeen

Regreso de la cocina con dos vasos de zumo de pera. Me dejo caer en el espacio junto a Alizee tras entregarle su vaso.

—No quiero sonar como entrometida, pero no creo que vengas a transmitirme las palabras de regaño de tu padre.

Toma una larga exhalación antes de hablar.

—Sé que tienes un pasado con Élias —contengo la respiración a medio beber. Alternando los ojos entre los suyos y el suelo —. No vengo a pelear y tampoco a pedir explicaciones, más bien es una disculpa.

—No hay nada por lo que disculparse.

—Sí lo hay —agacha la cabeza, como si estuviese sintiendo pena —. Siento que te incomodé de más en nuestros encuentros y ahora que sé todo, me siento apenada.

No entendía por qué hacía esto. Yo era quien debía sentirse así y pedirle perdón.

—Lo nuestro no fue más allá de una noche insignificante, yo ni siquiera sabía que existía alguien más en su vida.

—No es necesario que me expliques, sé que fuiste engañada por él y así acabó perdiendo a alguien especial como tú.

Entre nosotras se instala un silencio incómodo, hasta que ella decide hablar nuevamente:

—Hemos acabado la relación.

—No quiero imaginar cómo te debes sentir. De verdad lo siento.

Sus ojos se quedan fijos en el vaso entre sus manos. No podía ver del todo su rostro debido a que su cabello caía a los costados y su cerquillo cubría su mirada. Un sollozo sale de ella.

—No digas nada, por favor —con el dorso de su mano limpia su cara —. Eres lo más cercano que tengo a una amiga y si vine aquí es porque no quería estar sola.

Me acerco a ella para abrazarla, al momento sus lágrimas mojan mi ropa. Así pasamos unos minutos hasta que su llanto se calma y alguien llama a la puerta. Era André, con Anaya dormida en sus brazos.

—¿Le ocurre algo? —estaba preparada para echarle la bronca de ser así.

—Debo salir una semana del país.

La alegría recorre mi cuerpo. Con una sonrisa incapaz de ser borrada, extiendo mis brazos para recibirla. Sus cachetes enrojecidos, el puchero que formaban sus labios y sus cejas fruncidas. Todo en ella se me hacía delicado, sensible.

—Sé que tenemos una conversación pendiente. Pero en cuanto regrese aclararé tus dudas.

—Aquí te estaré esperando.

Jason pasa a nuestro lado cargando varias cajas. Seguido, más hombres piden permiso para entrar más de las mismas.

—¿Qué es todo esto?

Suspira con pesadez, pareciendo resignado.

—Estuve pensando y tienes razón, es tu hija y no puedo evitar o cambiar eso —vuelvo a mirar las cajas en el suelo —. Son algunas cosas que podrás dejar aquí, también hice una transferencia a tu cuenta para que gastes en todo lo que ambas necesiten.

—Déjame ver si entendí. ¿Dejarás que me quede más seguido con ella?

—Me la puedo llevar de vuelta —levanta la ceja, con una mueca arrogante.

—¿Entonces ya no debo vivir con la incertidumbre de despertar y que sea mi último día? —imito la expresión de su cara.

—No puedo asegurar nada, pero no dejaré que eso pase.

Ella es rubia pero NO tonta Donde viven las historias. Descúbrelo ahora