CAPÍTULO 01

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Inaya Bardeen

—Hola, hermanito. ¿Cómo ha ido la escuela? —suelto el bolso en la mesa y camino hasta quedar a su lado.

—Muchos no hablaron conmigo —baja la cabeza y su voz se apaga un poco —. Sólo la niña que se sienta a mi lado.

—¿Sabes una cosa? —hago que vuelva a mirarme —. Ellos se lo pierden si no quieren ser amigos tuyos. Para algo me tienes a mí.

Extiende su cuerpo para envolver sus cortos brazos en mi cuello y dejo que me apriete contra sí tanto como pueda. Luego de unos segundos nos separamos, voy a la cocina para preparar nuestra cena y ordeno a Luc realizar sus deberes de la escuela.

Nos sentamos a la mesa a degustar la comida y al acabar junto a mi hermano fregamos lo usado para ir a su habitación y leer un libro como todas las noches.

—¿Qué leeremos hoy?

Indago acomodando sus almohadas y a él entre sus colchas.

—Escoje tú, leeremos lo que quieras —sonríe achinando sus ojos claros.

Limpio el cristal de mis lentes y voy al estante de la habitación para tomar el libro que tenía pensado y regresar con Luc. Comenzamos leyendo una hoja cada uno hasta que su cabeza cae en mi hombro, cierro el libro, dejo su lámpara encendida y antes de irme a dormir dejo un beso en su mejilla.

❀•°❀°•❀

Siguiendo nuestra rutina de la mañana salgo llevando la silla de ruedas de Luc rumbo a la escuela. Ya estando en la entrada su profesor lo recibe con una sonrisa.

—Nos vemos en la tarde, pequeño —me agacho a su altura —. Recuerda lo que hablamos en casa, sólo sé tu mismo.

—No lo olvidaré —me abraza antes de irse, como todos los días —. Te veo más tarde, Naya.

Salgo de allí camino al local que busca una recepcionista. Hace una semana perdí mi antiguo trabajo y teniendo a mi hermano junto a mí no puedo darme el lujo de andar desempleada.

Empujo la puerta haciendo que una pequeña campana sobre esta anuncie mi llegada y una mujer tatuada en todos los espacios disponibles de su piel espera recostada a un estante con forma de media luna.

—¿Eres la que solicitó el puesto? —su voz es rasposa con el típico tono de los raritos que visten de negro y nunca sonríen.

—Sí, soy yo —le sonrío con los labios cerrados a lo que ella me voltea los ojos —. Hace dos días llamé y me informaron que podría comenzar hoy.

—Espera aquí, iré por los papeles que debes llenar para comenzar a trabajar ahora mismo.

La mujer de cabello rojo chillón se pierde por una de las tres puertas que quedan frente a la recepción y yo me siento en una de las sillas del lugar. Aprieto la pequeña cartera que cargo entre mis dedos y quedo mirando mis botas algo polvorientas cuando el sonido de la campana llama mi atención. Dejando ver a un chico rubio vestido con sudadera y pantalón corto en color esmeralda. Su pelo cae en ondas rubias haciendo contraste con sus orbes verdes dándole el aire del tipo malo.

—¿Qué me miras, niña?

Su tono profundo me aleja de los pensamientos haciendo que lo mire de mala gana debido a su forma nada adecuada de dirigirse a mí.

Ella es rubia pero NO tonta Donde viven las historias. Descúbrelo ahora