CAPÍTULO 16

608 76 13
                                    

Inaya Bardeen

Estaba sentada en el suelo de mi habitación, llorando, soltando lágrimas que creía ya estaban secas, pero cada vez que me volvían a dañar; ellas volvían a resurgir.

No quería hacer esto, no quería ser entregada a alguien como si de un objeto viejo se tratase y era exactamente lo que habían hecho ellos. Habían arreglado una boda para entrgarme al hijo primerizo de la familia Chevalier, un chico que casi me doblaba la edad y todo para expandir sus negocios. Me levanto del suelo entre tropezones y llego al tocador, al verme al espejo limpio mi rostro sin importar que el maquillaje se corra. La señora Chevalier entra sin llamar a la puerta.

Dios, ¿qué te hiciste? —se para frente a mí, tomándome de los hombros para hacerme caer en la silla y comienza a quitar el maquillaje de mi cara para volver a hacerlo —. No estés triste, yo también me casé por un matrimonio arreglado y sin amor —me ve a través del espejo con una sonrisa que no retribuyo —. Pero con el tiempo eso cambia y sé que mi hijo te tratará de la mejor forma posible y sin darte cuenta ambos comenzarán a sentir algo por el otro.

La mujer me da un apretón de hombros y sale sin más. Dejándome más renuente que antes. Mi padre es quien entra esta vez y trato de cambiar la expresión amarga del rostro.

Al fin ha llegado el día en que te convertirás en una mujer —él está sonriente y con una falsa alegría. Sé que sólo me ve como un signo de dólares ante él —. Evita cometer una estupidez o juro que te vas a arrepentir toda la vida. Ya es momento de bajar.

Lo tomo del brazo para salir de la habitación, al llegar a la punta de la escalera todos se voltean a vernos y la música es el único sonido que se escucha. Mientras bajamos cada escalón miro a la gente presente: mi madre junto a la señora Chevalier con la mirada atenta, junto a su hijo está su esposo. Mi padre me entrega al que será mi esposo y el sacerdote del pueblo da inicio a la ceremonia, cuando llega el momento del beso, todo se torna más incómodo para mí.

Él me mira directamente mientras que yo no soy capaz de hacerlo, no quiero compartir un espacio con él, mucho menos una cama. Sólo había cumplido diecisiete años hacía unos meses.

No tenía intensión de darle ese beso, pero él parece querer seguir las normas bajo cualquier costo y me toma de la mandíbula con fuerza para dejar un beso seco en mis labios. Todos aplauden y festejan, nuestros padres se acercan a felicitar, así como los demás invitados.

Las horas pasan, con ellas la cena, llegando el momento de irme con André a su casa. Ni siquiera me había molestado en sacarme el vestido y así mismo subo a su coche. En todo el camino ninguno dice u opina nada, pero cada sierto tiempo sentía que su mirada me recorría y no de una buena manera. Al llegar, me indica donde está la habitación en la que dormiré y corro a ella sin pensarlo, no me habían dejado traer maletas, así que reviso el guardarropa y no encuentro más que conjuntos de lencería, vestidos caros y zapatos de tacón. No iba a vestirme como una prostituta para él, ni para nadie. Sabía que él llevaba esa vida donde se la pasaba rodeado de mujeres que daban todo por el mínimo de su atención y yo no era de esas, no me rebajaría a ese punto.

Ella es rubia pero NO tonta Donde viven las historias. Descúbrelo ahora