1. Víctima o Verdugo.

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NARRADOR.

El pelo de Ruslana ondeaba al compás del viento que corría por los espacios abiertos de aquel internado anticuado y sombrío donde miles de alumnos habían convivido en una tranquila armonía; cosa que desaparecería al segundo que la pelirroja abriera la boca para protestar en mitad de clase cuando algo le parezca lo suficientemente ridículo para estallar. Ruslana arrastraba los pies, enfundados en unos ridículos zapatos negros y planos que sus padres le habían comprado para dar buena impresión, dignos de una mojigata, con pesadez y sin mostrar un ápice de ilusión por el curso que comenzaba. Con una monja a su lado, la cual se había presentado cómo "Hermana Virginia", fue recorriendo los amplios jardines, las preparadas aulas, la gran y sabia biblioteca escondida en la planta más baja del histórico edificio.

– Tome asiento, señorita – le indicó la monja amigable que la había acompañado en su paseo una vez se adentraron en el despacho de la monja superior, la directora de todo aquel tinglado de niños ricos con padres cansados.

– Señorita Panchysyna, veo que es su primer año en este internado – habló la mujer con notables arrugas y con pesadez en su rostro debido al pasar de los años.

– Y el último – respondió la más joven de la sala, sin vergüenza y con una chulería que desquiciaba a todos los adultos que la habían conocido.

– Puedo notar que lo necesita mucho, estos años aquí la van a ayudar y me voy a encargar yo personalmente de guiarle por un camino más sano y útil para su futuro – ante el descaro de la pelirroja, la directora se armó de paciencia y contestó con calma.

– ¿Años? Te estás equivocando de papeles, hermana – volvió a hablar en su misma línea, haciendo referencia a los papeles que María Teresa portaba en sus manos y leía rápidamente de reojo cada vez que iba a hablar con Ruslana.

– De nosotras no depende la duración de su estancia aquí, es algo que depende solo de usted. Hay una serie de normas que como todo alumno tiene que cumplir y si logra pasar este año sin tener alguna mancha en su expediente podrá irse sin ningún impedimento.

– Pues yo no soy cómo los otros niños de papi, hermana María. Solo por estar encerrada no vais a conseguir tenerme controlada.

– No buscamos tenerla controlada ni vigilada, queremos abrirle los ojos. Su comportamiento desde los dieciséis años no es un buen ejemplo para nadie y consiguió convertirse en una vergüenza para sus padres – la directora habló con dureza, buscando remover algo en el interior de su nueva alumna, pero ella solo sonrió con falsa inocencia y de sus labios salió una risa de orgullo.

– Deberías abrirle los ojos a ellos y que puedan darse cuenta de que los hijos crecemos y no tenemos por qué ser una copia de ellos. Me encanta ser la puta mancha negra de su vida porque ellos son la mía – escupió las palabras con un asco palpable que después de tantos años sin pasar, consiguió que la mujer se sorprendiera.

– Cuide sus palabras, de las primeras normas – Ruslana soltó un bufido y se negó a mirarle a los ojos. Su cuerpo estaba a rebosar de ira e impotencia, no sabía cómo había acabado en ese sitio y por qué la trataban como la culpable cuando solo era una víctima más, una víctima invisible para los adultos –. La hermana Virginia le va a acompañar a nuestra recepción y le hará entrega de su horario, llaves del baño, habitación y su uniforme. Bienvenida al Internado de las Hermanas Religiosas.

– Voy a quemar este sitio – murmuró mientras cruzó el umbral de la puerta con las cejas fruncidas –, va a arder como el infierno.

Amén - Ruski Donde viven las historias. Descúbrelo ahora