3. Las supernenas.

1K 58 5
                                    

NARRADOR.

Aquella tarde de domingo, Ruslana se permitió conocer la parte de sus nuevos amigos, la parte que ellos le quisieron mostrar y explicar con anécdotas y en ocasiones con frases directas, dando información de sus vidas sin ningún tipo de tabú. Descubrió que Paul era el más inteligente y avispado, tanto del grupo como de su clase y que su presencia en el internado era gracias a una beca que consiguió por un examen de acceso que hizo en el último curso de la secundaria. Martin era un bohemio con padres ricos que le habían mandado para cambiar su perspectiva de la vida y que aceptara los cargos y el dinero de sus padres. El chico reconocía las grandes cantidades de dinero que sus progenitores tenían entre sus manos, pero no le representaba aquella riqueza. La historia de Álvaro era más simple, sus padres no eran ricos por casualidad, trabajan día y noche sin ningún tipo de descanso y por razones obvias no podían encargarse de él y no les parecía humano encerrar a su hijo en casa con alguien mayor para cuidarle y un internado rodeado de jóvenes como él les pareció la idea más adecuada para su desarrollo. Bea estaba ahí por su rebeldía en la adolescencia, una historia parecida a la de la propia Ruslana; según había contado, conoció a una chica unos años mayor de la que rápidamente se enamoró y dejó que la llevara por el mal camino, cosa que sus padres no permitieron por mucho tiempo.

– ¿Y tú? – se interesó Álvaro una vez que su mejor amiga terminó con su historia y un silencio denso llenó el pequeño patio.

– ¿Yo qué? – preguntó la pelirroja subiendo su cabeza en un rápido gesto para dar a entender que no entendía su pregunta y así también mostrando su típica chulería.

– ¿Qué haces aquí?

– Cosa de mis padres, están obsesionados con que sea igual que ellos y ya no sabían que hacer para joderme y esta vez lo han conseguido pero bien – le costó unos segundos abrirse, pero recordó las palabras de Bea en la habitación y tocó sincerarse ante unos desconocidos que pronto no lo serían tanto.

– Aquí estamos todos jodidos – añadió Martin a las palabras de Ruslana.

– Mandarnos aquí es el peor castigo, al culo del mundo y con unas monjas – habló Bea, sacando su lado más macarra ante su nueva amiga y pasándole el mechero a Martin. La única zona donde no habían detectores de humo eran los espacios abiertos, pero donde las monjas no ponían un pie nunca era en ese patio abandonado.

– Pienso irme nada más tenga la oportunidad, paso de estar aguantando a las pijas de aquí y a la directora esa, que me tiene una manía...

– Con quien tiene una verdadera obsesión es con Chiara y el dinero de sus padres – habló Bea, nombrando a esa chica que Ruslana desconocía, pero recordaba haberla visto en la entrada junto a todos esos jóvenes en filas.

– ¿Por qué no nos vamos por los pasillos y le presentamos a gente? – propuso Paul después de estar en absoluto silencio durante la mayor parte del tiempo debido a su timidez.

– Me parece bien – dijo Álvaro, haciendo que al moreno se le escapara un leve sonrisa, cosa que no pasó por alto para Ruslana y Bea –, vas a flipar con cada personaje que hay aquí, chica – caminó hacia la pelirroja y con confianza pasó su brazo por los hombros de ella y comenzaron a caminar mientras tenían una conversación animada. Era obvio que con quien mejor había congeniado era Bea y Álvaro, aunque Martin y Paul también eran soportables para ella.

Martin impactó la punta de su cigarro prendido contra el borde de la anticuada fuente y lo lanzó contra el agua sucia que contenía, junto al de Bea, que ese se apagó inmediatamente al chocar contra el agua y las hojas que le acompañaban por los dos pequeños árboles que había por la zona. El grupo se volvió a adentrar en las instalaciones del internado con cuidado de que a ninguna monja le hubiera dado por darse un paseo por allí y que les pillaran con las manos en la masa. Ruslana se fijó en la influencia que tenían Álvaro y Martin con los desconocidos que se cruzaban por el camino, parecían ser bastante populares y conocidos, a veces se saludaban en un abrazo, choque de manos o un simple saludo verbal como lo era un "Hola".

Amén - Ruski Donde viven las historias. Descúbrelo ahora