5. Torneo de fútbol

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NARRADOR.

Las horas en la amplia aula de donde salían y entraban profesores cada vez que un timbre escandaloso inundaba cada esquina de los largos pasillos y traspasaba las puertas de madera nogal que cubría los huecos de todas las aulas repartidas por el internado, incluso las puertas de las habitaciones y los baños. El profesor de dibujo técnico tenía una barba perfectamente perfilada y canosa, su presentación fue corta y precisa. El siguiente profesor, que impartía la asignatura de matemáticas, iba trajeado y con el semblante serio y sombrío. Los otros dos profesores no tenían nada destacable o Ruslana no se había fijado lo suficiente por culpa de estar jugueteando con alguno de sus bolígrafos o por estar marcando garabatos en la mesa de madera con la punta redondeada de sus tijeras.

– ¿Cuándo tenemos las optativas? – preguntó Ruslana una vez que la última profesora, la rubia que les hablaría sobre historia y geografía, salía por la puerta y todos los jóvenes colgaban las mochila en sus hombros y se dirigían al comedor directamente.

– Una optativa por día – les contestó Bea mientras guardaba el libro grueso en el interior de su mochila y llevaba la cremallera hasta el final para cerrarla y llevarla hacia su hombro derecho. Ruslana imitó su gesto y se dirigió hacia la puerta acompañada de su amiga y Paul. Para los ojos de la pelirroja Chiara era débil, infantil y una niña burbuja por sus padres y eso la convertía en una víctima perfecta para ella. Además, no soportaba lo pija que era y lo guapa que le parecía a la vez.

– ¿Qué tal vuestro primer día, mis nenas? – el primero en hablar al llegar a la mesa del comedor fue Álvaro, que llegó junto a Martin y Juanjo, a los que Ruslana vio muy pegados y tuvieron una despedida muy tímida como para ser solo amigos, así que comenzó a sospechar.

– Tenemos otro año más a Pedro, mátame – el único con ganas de contestarle fue Paul, en lo que se servía agua en su vaso de la gran jarra que había en el centro de la mesa como de costumbre.

– ¿El viejo ese de mates? – intentó recordar el chico del bigote y Paul asintió con la cabeza a modo de respuesta – No entiendo como a Kiki le puede caer bien ese hombre, de verdad.

– Es un borde de mucho cuidao' – le dio la razón Álvaro, pinchando con el tenedor un trozo el filete que anteriormente había estado cortando con el cuchillo de plata que antes descansaba en la mesa del mantel blanquecino.

– ¿Kiki? – Ruslana se había quedado pensativa ante el apodo que había dicho Martin la última vez que habló y el chico levantó la mirada de su plato para ver a los ojos de la pelirroja.

– Se refiere a Chiara – respondió la rizada ante el duradero silencio que se había instalado en la mesa.

– ¿Tan amigos sois? – se interesó la ucraniana, mirando directamente al chico.

– Mejores amigos.

– Querido alumnado del internado, a las seis de la tarde comenzará el torneo de fútbol femenino en la pista del jardín trasero – la voz de la directora volvió a escucharse por dos de los altavoces que habían colocado en dos de las esquinas del comedor años atrás.

– Este año si que empiezan pronto, ¿no? – comentó Bea tras un suspiro de pura pereza y los chicos le dieron la razón.

– ¿Un torneo de fútbol? ¿En serio? – Ruslana no pudo evitar hablar con un tono burlesco y aguantando una carcajada que amenazaba con salir.

– Lo hacen todos los años, primero son las chicas y después vamos nosotros. También lo hacen de tenis, pero eso no es obligatorio – a base de recuerdos de los otros años, Martin le explicó a la nueva la dinámica que solían tener con los deportes y la pelirroja bufó, odiaba los deportes en equipo y más si sus compañeras eran unas niñas pijas con apariencia de ser frágiles.

Amén - Ruski Donde viven las historias. Descúbrelo ahora