15. Chula.

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NARRADOR.

Ruslana, con la palma de su mano envuelta en la diminuta muñeca de Chiara, sin ejercer demasiada fuerza, la atrajo de un tirón seco hacia el interior del baño y cuando la puerta de madera se cerró tras ellas sus cuerpos se unieron y devoraron sus labios. La pelirroja ya tenía un camino marcado por las curvas del cuerpo de Chiara, gracias por las anteriores veces que se habían escondido en cualquier lugar para enrollarse en secreto. Ruslana siempre que salía del
baño, a veces antes que la pelinegra y otras más tarde para no llamar la atención, pero siempre que w salía con el ceño fruncido y con el rostro lleno de confusión.

Tenía el sentimiento de que los minutos antes de entrar eran como una fantasía de las que solía soñar por la noche y el recuerdo del momento dentro del baño siempre estaba cubierto por una neblina que no se marchaba, pero nunca se arrepentía, aunque sus acciones demostraran lo contrario. Los dedos ágiles y pálidos de la ucraniana tenían un vaivén de arriba hacia abajo desatado en la cintura de Chiara, cuando el beso subía de intensidad se atrevía a agarrar fuerte y presionar la zona, blanda y suave; sus manos se colaron por el jersey azabache y medio holgado de la contraria.

Con los dientes atrapó el labio inferior de Chiara y el que soltara un jadeo casi fundido con un gemido hizo saltar las alarmas e hizo que sus pensamientos se esfumaran de una forma casi inmediata.

Los brazos de Chiara se alzaron en el aire en el momento que sus labios se separaron para controlar sus respiraciones y Ruslana no tardó más de un par de segundos en deslizar el jersey por sus brazos y una vez que pasó por su cabeza la lanzó a una esquina del baño. Chiara se desabotonó los primeros botones de la camisa blanca y dejó a relucir el sujetador negro con unos encajes elegantes y que secaron la garganta de Ruslana nada más verlo; la habían puesto a cien. Volvieron a besarse, la pelinegra acariciaba la nuca de la contraria mientras restregaba sus pechos a medio ver contra los de la ucraniana, buscando un contacto desesperado.

– Cállate – murmuró Ruslana cuando a la pelinegra se le escapó un gemido de los labios por sorpresa debido al agarre de las manos de la pelirroja en su culo por debajo de la clásica falda de colegiala. La espalda de Chiara chocó contra una de las tantas paredes y Ruslana se encargó de manosearle los muslos y juguetear con el elástico de sus bragas, impacientando a Chiara.

– Rus...– susurró a modo de regaño, dándole a entender que obviamente quería algo de acción y la quería ya, sin juegos tontos que la ponían más nerviosa de lo que ya estaba. Ruslana mostró su sonrisa ladeada, chula como ella sola y eso también la puso a cien. Ella tampoco entendía como al inicio de todo odiaba esa prepotencia que la caracterizaba y ahora conseguía agitar su respiración tanto que ni siquiera puede cerrar al completo sus labios y que una gota de sudor frío paseara por su espalda.

– ¿Qué es lo que quieres, pija? – preguntó la pelirroja con la voz medio ronca por la situación y sin dejar de sonreír, con su mirada clavada en los ojos verdosos de la contraria. Se adentraron rápidamente en uno de los tantos cubículos, donde comenzó su rara historia de secretismos y besos – Dilo – volvió a hablar cuando no obtuvo la respuesta que quería.

– Rus, ya lo sabes...– contestó forzosamente, con un hilo de voz y la piel de gallina, sintiendo los dedos de Ruslana paseando por la parte interior de sus muslos.

– Quiero que lo digas – casi le ordenó la ucraniana, atrapando el cuello de Chiara y repartiendo besos por toda la zona –, venga.

– Que me folles, chula, eso quiero – las últimas letras fueron ahogadas en la boca de Ruslana, que la atrajo violentamente y se besaron con ganas. La mano derecha de la pelirroja se coló en medio de ambos cuerpos y dos de sus dedos paseó por encima de la ropa interior de Chiara que jadeó suavemente y Ruslana rápidamente le atrapó la boca con la palma de la mano cuando el timbre que indicaba que había acabado una de las clases interrumpió y la puerta del baño se fue escuchando abrirse y cerrarse y unas voces femeninas fueron ocupando el espacio.

Chiara, aún con la boca tapada, se giró para mirar hacia la puerta con una mirada de preocupación.

– Joder, no me lo puedo creer – murmuró la pelirroja, el calor le había subido por todo el cuerpo, hasta la cabeza y era incapaz de pensar en otra cosa que no fuera tener un poco de intimidad con la medio inglesa.

– No pares...– le susurró cerca de su oreja una vez se había deshecho de la mano de la contraria, con sus ojos oscurecidos en deseo y sin ninguna pizca de timidez en su cuerpo. Ruslana se llevó su dedo índice a sus labios, indicando silencio antes de seguir desabotonando la camisa de Chiara y una vez estuvo abierta de par en par se centró en sus pechos aún envueltos en el sujetador de encaje; los masajeó, mordió y chupó hasta la saciedad.

Las voces siguieron de fondo aún cuando la pelirroja coló su mano por las bragas de la contraria y con el dedo corazón y anular acarició su clítoris en círculos, a veces de arriba hacia abajo, arrancando gemidos desde la garganta de Chiara que acababan ahogados en la mano de la ucraniana y otras veces en sus labios.

Las manos pequeñas y suaves de la pelinegra se colaron por la camisa de Ruslana, que ese día agradeció no haberla metido en el interior de la falda como normalmente hacía, recorriendo su espalda, algunas veces arañaba con sus uñas cuando aumentaba el ritmo de sus dedos, sorprendiendo a la pelirroja.

Chiara subió su mano por la espalda de la contraria, hasta donde la camisa le permitía, el rubor de sus mejillas fue cada vez más intenso y rojo mientras sentía la contracción en los músculos de su cuerpo, llegó a la máxima intensidad de placer y el grito proveniente de su garganta gracias al orgasmo que se producía en su interior lo acalló dándole un beso intenso a su compañera. Cuando se separaron y se admiraron aún con los rostros muy cerca, Ruslana admiró las mejillas brillantes, coloradas y su pecho subiendo y bajando violentamente, sonrió con chulería y orgullosa de haber dejado así a la más rica y pija de todo el internado.

– ¿Sigues pensando que solo soy una cabrona muy chula? – preguntó, sacando de su largo calcetín un cigarro junto al mechero y lo encendía mientras observaba a una Chiara agitada abotonándose la camisa y colocándola dentro de la falda azabache, tenia el pelo más ondulado que de normal y una capa de sudor le recorría la pequeña frente.

– Vamos a clase – sentenció la pelinegra abriendo la puerta del cubículo y atrapando el cigarro de Ruslana en sus dedos antes de tirarlo al agua y salir hacia la zona de los lavabos contoneándose y ganándose la atención de la pelirroja una vez más.

Amén - Ruski Donde viven las historias. Descúbrelo ahora