6. Esto es la guerra.

988 64 9
                                    

NARRADOR.

Chiara, enfundada en aquella falda azabache que le cubría hasta la mitad de los muslos, con una camisa limpia e impecable debajo de un jersey combinado con el color de la falda se paseó por el gran comedor, esquivando mesas y personas que se interponían en su camino, la mayoría de ellas le saludaban con una gran sonrisa y ella imitaba el gesto, sumando un leve saludo con su mano. Visualizó a la pelirroja sentada en medio de Bea y Paul, con Martin junto a Álvaro justo delante de ellos dos. Saludó a su mejor amigo con un amigable gesto de cabeza y él se lo devolvió con su típica sonrisa tierna, lo que hizo girar la cabeza de Ruslana y hacer contacto visual directo, Chiara agachó la cabeza y se encaminó más rápido a sentarse al lado de Violeta, como solía hacer.

La otra pelirroja la aceptó cariñosamente a su lado y no dudó en pasar el brazo por sus hombros y acercar su rostro hacia el de ella.

– ¿Qué tal vas? ¿Te duele? – se preocupó la granadina en lo que llevaba su mano libre hacia el abdomen de su amiga y la dejaba reposar ahí en lo que duraba la conversación, dejando de lado el tazón de cereales, lo que había elegido para el desayuno de ese día.

– Mejor, pero molesta un poco – le contestó con voz calmada, ignorando la sensación que tenía de tener unos ojos pegados a su nuca y sabía a la perfección de quién sería esa mirada de asco y rabia, pero no entendía el por qué.

– Me alegro, Kiki – habló por primera vez la rubia, masticando la parte de la tostada que había mordido para llevarla al interior de su boca.

– No entiendo de qué va esa tía.

– Quiero creer que fue sin querer, Vio – habló de nuevo Chiara, sintiendo como la pelirroja abandonaba su abdomen y volvía a sentarse de manera recta para seguir comiendo, con las cejas fruncidas mostrando su enfado hacia la otra teñida –. Me la intentaba pasar, ya está.

– Igual, debería tener más cuidado, te podría haber pasado algo muchísimo peor – dijo con seriedad.

– Al menos ganamos el partido – la pelinegra intentó añadir algo de humor a la conversación, pero su amiga siguió manteniendo la cabeza baja y el ceño fruncido.

– Veo que se lleva muy bien con el grupito de Martin desde el primer día – comentó Denna, sin quitar el ojo de encima del grupo que había nombrado anteriormente, viendo como el chico del bigote y Paul reían sin cesar, desconociendo el por qué de las risas.

– Comparte habitación con Bea, le habrá dado pena. Yo me he enterado de que está aquí por hacerse la chula; todas las noches de fiesta, yendo con gente muchísimo más mayor que ella y tiene un expediente muy curioso con las drogas y el alcohol – informó Violeta sobre los datos que había estado recogiendo de algunas compañeras.

– Vio, no la juzgues, cada uno está aquí por sus cosas – respondió la pelinegra, mostrando la empatía que solía sentir con personas como Ruslana y demostrando una vez más que no era una chica vengativa y no le guardaba rencor a su compañera, por mucho que le doliera el abdomen.

– No la juzgo, pero no es muy buena influencia que digamos... – murmuró la pelirroja y ahí se cerró el tema. Chiara se giró disimuladamente para observar cómo Ruslana se marchaba por la gran puerta del comedor a mitad del desayuno, cosa que le pareció raro, nadie se escapaba del desayuno.

La puerta gruesa y de madera crujió cuando Ruslana bajó el pomo dorado con sus dedos, el índice y el corazón, después de asegurarse que ninguna monja que rondaba por los pasillos se hubiera percatado del chirriante sonido que había rebotado por las paredes del edificio. Se adentró en su aula y cerró la puerta con sumo cuidado detrás de ella y tomó una gran bocanada de aire de tranquilidad, oliendo los libros viejos de las estanterías, la madera vieja y el ambientador frutal que decoraba la mesa del profesor. Observó los pupitres vacíos y ordenados, se dirigió al gran escritorio, adornado con libros de la próxima asignatura y con bolígrafos esparcidas por la amplitud de la mesa. Se aproximó a la pizarra que decoraba una de las paredes y se tomó la libertad de agarrar un par de tizas que descansaban allí, se agachó delante de la silla del profesor e hizo garabatos sin sentido encima de la tela que cubría la cómoda silla.

Amén - Ruski Donde viven las historias. Descúbrelo ahora