8. Un hombro en el que llorar.

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NARRADOR.

La pelirroja nunca había creído en el karma, ni siquiera había pensado en eso más de dos veces en su vida o en las consecuencias de sus actos, hasta que acabó en un internado bajo el mandato de unas monjas y por último, en una aula castigada junto a la persona que menos soportaba desde el primer día que puso un pie en el edificio; tendría que estar cada tarde sentada a unos pocos metros de Chiara Oliver, una pija que le ponía de muy mal humor solo con verla o con oler su perfume ya era más que suficiente para conseguir enfadar a Ruslana. Por otro lado, a Chiara le daba mucha curiosidad la historia que tenía la ucraniana detrás, desde muy pequeña creía que la gente no era así por arte de magia y tenía esa pequeña esperanza de que ella podría ayudarle y ese sería su nuevo reto para el resto del año. Era fiel creyente de que la historia de una persona marcaba y definía mucho la personalidad.

– ¿Qué quieres apostar? – cuestionó Violeta, soltando de mala gana la mochila sobre su pupitre y dejándose caer de espaldas hacia la silla, todo esto con un notable cabreo.

– Vio, por mucho que apuestes un millón de euros seguiré pensando lo mismo – sentenció la rubia, sentándose con delicadeza al lado de su amiga para acto seguido apoyar los codos en la mesa y juguetear con su cabello rubio.

– Mira, puedo entender que Kiki crea que la niñata esa no lo hace con malas intenciones, ¿vale? – siguió hablando la pelirroja, con el mismo discurso que tenía desde que a su mejor amiga la habían castigado injustamente – Al fin y al cabo Kiki es un sol y nunca podría pensar mal de una persona, pero no entiendo que te pasa a ti.

– No digo que no lo haga con mala intención, pero creo y casi aseguro que solo lo hace para llamar la atención y no porque tenga algo contra Kiki. Tú misma lo has dicho, nuestra guiri es un sol y la verá como alguien débil, ya está.

– Denna, lo que sea, pero como siga con este plan que tiene contra Chiara le voy a plantar cara – dijo Violeta, con suma seriedad y casi echando humo por las orejas. Era de las muchas que no le daba buena espina la otra pelirroja teñida y no tardaría en perder su paciencia contra ella con tal de salvar y proteger a la pelinegra.

– ¿Y no será que estás celosa? – Denna se giró lentamente en su asiento para mirar la reacción en el rostro de su amiga y no pudo evitar soltar una risa corta y femenina.

– ¿Celosa? Denna, cariño, creo que estás delirando – Violeta se echó hacia delante y posó la palma de su mano contra la frente de su amiga – ¿Tienes fiebre? ¿Has visto a Alex por el pasillo y se te ha subido el calor hacia la cabeza?

– Tonta – sus mejillas se volvieron de un color rosado al escuchar como nombró a su amor platónico y quitó la mano de su amiga para seguir hablando – ¿No has pensado que a lo mejor a Ruslana le gusta nuestra Kiki y de alguna manera, muy tonta, pero está queriendo llamar su atención?

– Denna, no digas gilipolleces.

– Ese vocabulario – la voz del profesor de matemáticas inundó la sala y ambas chicas se sentaron correctamente en sus pupitres y pidieron perdón al adulto que venía trajeado –. Siguiendo con la clase de ayer, abran el libro por la página...

– Que conste que a mi no me gusta Chiara, ¿vale? – la pelirroja le susurró a Denna y esta última se mordió el labio para esconder su sonrisa.

– Si tú lo dices... – se encogió de hombros y prestó toda su atención al profesor, aunque alguna vez que otra no podía evitar mirar de reojo a Violeta, una Violeta pensativa y que parecía estar metida en su mundo, seguramente pensando en lo que su amiga le había comentado.

Amén - Ruski Donde viven las historias. Descúbrelo ahora