30. Un hilo.

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NARRADOR.

– No sé si será consciente de mi conversación con Naiara esta mañana, pero ha dicho cosas interesantes. Parece ser que tienen una buena relación porque estuvo hablando maravillas de usted para que no sea expulsada –las horas se escaparon fugazmente y Ruslana se sintió desubicada dentro del despacho de la directora una vez más. Para ella fue hace unos segundos que estaba protegida en los brazos y besos de la medio inglesa.

– No sabía nada, hermana. Espero que le haya dicho la verdad y por fin me crea –la pelirroja habló mientras rezaba en su mente por escuchar lo que deseaba desde esa mañana.

– Vuestras historias han coincidido y nos contáis lo mismo sobre las misma personas. Culpáis a Salma y Violeta por igual, pero me temo que Naiara no se va a ir de rositas; tuvo la copia de esas llaves a escondidas del internado y un castigo le pondremos. Y sobre su expulsión...no vamos a crearle falsas ilusiones y vamos a mantenernos firme con la decisión. Sus padres llegarán mañana por a primera hora del día y la quiero ver en mi despacho a esa hora.

"Me cago en la puta de oro" fue lo único que pensó la ucraniana y se marchó de ahí con la ira consumiéndole.

– ¡Putas niñas de mami y papi! –gritó al entrar a su habitación y cerrar con un fuerte portazo que retumbó por toda el pasillo. Bea, sentada con las piernas cruzadas en su cama y Chiara, sentada de la misma manera en la cama de su chica, se asustaron y la pelinegra corrió hasta quedar cara a cara con ella y colocar las manos en su abdomen– ¡Las voy a matar y dejar los cuerpos sentaditos en el despacho de la monja de los huevos!

– ¿Qué pasa? ¿Qué te ha dicho, Rus? –las preguntas salieron de manera atropellada y la mirada de Kiki repasó todo detalle en el rostro de la pelirroja para descifrar lo que pasaba por su mente, pero no pudo.

– No funcionó, lo de Naiara y su confesión. Me van a expulsar igual y mañana vienen mis padres, me va a caer una buena por todos lados.

– Joder, no es justo. Algo podremos hacer, Rusli, no te preocupes. Hablamos todo el grupo con ella y...–Bea intentó relajar a su amiga con las palabras, cosa que no le funcionó ni un poco.

– Qué no, qué no. Me lo dijo bien clarito, no piensa cambiar de opinión y si vienen mis padres es algo muy serio. Si me van a echar de aquí prefiero irme yo sola y con la cabeza bien alta; quien dice con la cabeza bien alta dice por la noche y a escondidas –la ira de la pelirroja fue en aumento y pasó por el lado de la medio inglesa para abrir su parte del armario y lanzar toda la ropa que cogía hacia la cama con violencia. La pelinegra solo observaba la imagen desde la puerta, sin saber que decir.

– ¡No digas tonterías! Escaparte solo va a empeorar las cosas –Bea se acercó a su amiga, guardando las distancias, pero dejándole claro que iba a insistir– ¿Y si cambia de opinión mañana? Lo de tus padres puede ser sólo para acojonarte, ¿vas a darle el gusto?

– No se trata de eso, Bea. No me quieren en este internado ni yo quiero estar aquí, ¿por qué me quedaría? –pronto se arrepintió de soltar la pregunta cuando sus ojos fueron hasta los ojo verdosos de Chiara, que le miraron con una tristeza profunda que removió algo en el interior de la pelirroja.

– Voy a por los chicos, a ver qué podemos hacer, pero te aseguro que nadie te va a echar de aquí –la rizada se colocó con agilidad sus zapatos y se aproximó a Kiki mientras veía de reojo como Ruslana no dejaba de sacar ropa–. No dejes que se vaya, porfa. Hay que ganar tiempo –murmuró antes de abrir la puerta y marcharse dejando a las dos chicas a solas.

Amén - Ruski Donde viven las historias. Descúbrelo ahora