NARRADOR.
A la mañana siguiente Ruslana sólo pudo recordar lo mucho que le había costado dormir aquella noche, a pesar de el empeño que había puesto en cerrar los ojos fuertemente y dejarse caer en los brazos de Morfeo, aún así no durmió más de tres horas y sin remordimiento, el despertador azulado que, vivía en su nueva cómoda de madera, sonó con su típico ruido molesto y estruendoso y ambas chicas no tuvieron más remedio que abrir los ojos y colocar la sábana que antes las cubría hasta la cadera al casi final de la pequeña cama.
– ¿Por qué tengo que tener yo el despertador al lado de la puta oreja? – se quejó la pelirroja al ponerse de pie, enfundada en el pijama de cuadros negros y blancos que le habían dado.
– Lo que hacíamos mi antigua compañera y yo era dejarlo en el centro de la habitación – le contestó una Bea somnolienta, despeinada y portando el mismo pijama que la ucraniana.
– ¿Y lo dices ahora? – habló después de soltar un bufido de molestia y de reojo vio cómo las agujas del reloj que había colgado al lado del armario marcaban las seis y media de la mañana.
– ¿Estás lista para tu primer día? – Bea había caminado hacia su parte del armario para coger en sus manos el famoso uniforme del internado y un pequeño neceser para transportarlo todo al baño común que tenían las chicas.
– Más que lista – la respuesta hizo dudar a Bea, en el rostro de Ruslana pudo ver una sonrisa traviesa, propia de una niña pequeña que está planeando un gamberrada y recordó las palabras que dijo ayer sobre Chiara Oliver, pero no quiso curiosear en los planes de su amiga para no ser una cómplice y la esperó en el quicio de la puerta para ir juntas a darse una ducha y e ir al comedor para desayunar una vez estuvieran listas.
– Buenos días, señoritas – saludó educadamente la hermana Gabriela cuando se cruzó a ambas chicas en el pasillo y les dio una sonrisa casi maternal.
– Buenos días, hermana Gabriela – contestó Bea pacíficamente y siguió con su camino con Ruslana a su izquierda y ante el silencio de la pelirroja habló nuevamente –. Lo que te dije sobre hacerte amiga de esas monjas iba en serio, Ruslana, no vas a conseguir nada si sigues con esa actitud de macarra de barrio.
– Yo soy así y no voy a cambiar para tener contentas a estas monjas – dijo, ya enfadada de buena mañana y adelantándose para entrar por la puerta del baño, todas las presentes la miraron con curiosidad, pero ella las ignoró para meterse en una de las duchas libres.
El chorro de agua fría impactó contra la cabeza y la coronilla de Ruslana una vez giró el grifo para dejarse mojar, el agua fue bajando rápidamente por el largo y ondulado pelo de la ucraniana, después por sus hombros, pecho, caderas y acabando en sus pies descalzos. No pasaron más de diez minutos cuando volvió a girar el grifo para cesar el chorro de agua y enrollar su cuerpo en una toalla de un tono amarillo muy suave y salir a la zona de espejos y lavabos, donde habían chicas jóvenes ensuciando sus labios con algunos de sus pintalabios o estilizando sus pestañas con algún rímel negro, ella fue directa a un lavabo con su neceser encerrado entre su brazo y costilla para sacar su cepillo de dientes y proceder a lavarse sus dientes blanquecinos.
– Yo creo que están liadas – el murmullo de una voz femenina sacó a Ruslana de su trance y mirando a la chica tatuada, que pocos minutos después recordó su nombre, Naiara, a través de el espejo que tenía justo delante, siguió la conversación que tenía con otra chica desconocida y con muchas pecas por su rostro.
– Es muy obvio, tía, desde el año pasado – fue la única contestación que le dio la pecosa a Naiara, dándole la razón mientras se aplicaba colorete en sus redondas mejillas –. Algo se están callando, claro, este colegio son todo monjas.
– ¿Las has visto cuándo Denna no está? Son dos osos amorosos, vamos – Ruslana no llegó a escuchar más, se limpió los labios y dientes con el agua que corría del lavabo y se fue pensativa, con la poca información que tenía sabía que Chiara, la niña pija a la que le iba a hacer el curso imposible y Violeta, la otra pelirroja teñida, tenían un lío o eso se decía por los baños de chicas.
Una vez que salió por la puerta, se encaminó rápidamente a la habitación que compartía con Bea y temblando por el frío se vistió con la misma camisa blanca, la falda negra, la corbata que la hacía ver una persona más civilizada y los zapatos planos, junto a unos calcetines también negros que le quedaban un poco más por debajo de las rodillas y una vez metió los libros necesarios en la mochila donde había traído su ropa personal y un pequeño estuche con el material escolar que necesitaría, se enfundó en la chaqueta negra que portaba el escudo del internado y se paseó por los pasillos hasta llegar a sentarse en una de las sillas del comedor junto a Martin y Paul que ya les esperaban allí sentados y esparciendo la mermelada por la ardiente tostada, acto que imitó la pelirroja. Una chica con el uniforme de limpiadora, rodeó la mesa del grupo, ofreciéndoles servir leche o zumo de naranja, en lo que esa chica le servía a Paul el zumo que él había pedido, Ruslana se fijó que entre la gente, sentadas de espaldas a ella, estaban Chiara y Violeta entre caricias y muchas risas; se percató de la manera en la que Chiara se acercaba peligrosamente al rostro de la pelirroja cada vez que estallaba en risas y bufó antes de sonreír con chulería y hablar.
– Parece ser que el amor está en el aire – comentó y al ver los rostros confusos de ambos chicos señaló con la mano que sujetaba la mitad de la tostada hacia la dirección donde se encontraban ambas chicas; ahora se podía ver a la medio inglesa con su cabeza apoyada en el hombro de Violeta.
– Te has enterado ya de los cotilleos, ¿no? – preguntó Martin y la chica asintió sin poder quitar la mirada de encima de la pelinegra.
Ruslana agarró con sus dedos el respaldo de una de las sillas de su aula y la arrastró, causando un ruido chirriante que los pocos que habían presentes dieron una vuelta sobre su eje para ver con una notable molestia a la nueva, la pelirroja se sentó y volvió a arrastrar hacia delante la silla con sus pies y al girarse para ver las caras de sus nuevos compañeros dijo con mala hostia "¿Qué miráis tanto?" y los jóvenes inmediatamente se volvieron a centrar en sus asuntos. A los pocos segundos después la clase se fue llenando, las sillas vacías fueron ocupadas, Bea se sentó al lado de su amiga y ambas vieron como Chiara entraba hablando animadamente con el profesor de dibujo técnico y en el rostro de Ruslana apareció una sonrisa victoriosa; en su mente ya comenzó a planear la primera putada que le haría a la medio inglesa.
– A&A.
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Amén - Ruski
Fanfiction(Historia ficticia de Ruslana y Chiara) Ruslana es una rebelde considerada por sus padres, pero ella se ve como una auténtica rockstar; sale a escondidas de casa, tiene un círculo social que no la influye para nada bueno y se pasa todas las noches...