26. Confía, Rus.

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RUSLANA.

Ni siquiera me di cuenta de lo manchado e informal que llevaba el uniforme hasta que me dejé caer en la silla del despacho de la directora y miré hacia abajo. La directora, esa monja que era tan seca y con esa cara de acelga. Lo que necesitaba no era a Dios, era un buen polvo.

¿Cuánto tiempo haría desde su última vez? ¿Lo habría hecho alguna vez? Esa era la verdadera pregunta. Al notar como mis pensamientos se iban por las ramas centré mi vista en un punto fijo de la habitación y fruncí los labios hasta que la monja hizo acto de presencia acompañada de Violeta.

Me guardé para después la gran carcajada al ver su rostro destrozado; el maquillaje perfecto en el que perdía media mañana para hacérselo era un manchón por su cara y la sangre había pasado a ser su nuevo pintalabios. "Mi derechazo sigue igual de bueno que siempre" pensé y sonreí sin vergüenza alguna.

No tenía vergüenza ni la conocía y estaba orgullosa de ver mi nueva obra de arte.

– Me van a explicar el por qué del ridículo show que acaban de hacer en el pasillo, delante de todos sus compañeros –habló la directora y yo me recosté en la silla, acomodada para la larga y extendida bronca que se venía–. Espero que sepan que son la vergüenza del centro.

– Señora directora, no era mi intención acabar así. Esta...chica, por decir algo adecuado, vino sin medir palabra hacia mí y me empujó contra las taquillas. Mis amigas, Denna y Chiara estaban delante. Tengo testigos y...–"Blablablabla" eso fue lo que mi mente procesó, habladurías de niña pija. La hermana enseñó la palma de su mano en señal de "Stop" y la insoportable e insufrible voz de la pelirroja cesó en seco.

– Me lo podría esperar de cualquiera, Hódar, pero de usted...estoy decepcionada. Tenía toda mi confianza y fe en usted. Las hemos ayudado en todo lo que hemos podido y les hemos dado la mejor educación posible y ustedes se pelean en el pasillo como dos cerdos en mitad del barro –tuve que morder con fuerza mi labio inferior ante la última referencia de la adulta.

Una cerda era, desde luego.

– El primer golpe lo dio ella, que no le engañe –intervine yo, enfadada y alterada. No iba a dejar que esta niñata aburrida me dejara una vez más por los suelos y si esta vez le tenía que arrancar algunos pelos lo haría sin dudarlo dos veces.

– ¿Y me explica usted cómo es que ha acabado encima de la señorita Hódar? –preguntó y yo dudé en si contestar o simplemente seguir con mi cara de mala hostia. Supe que era una de esas preguntas que los adultos no querían respuesta y si me atrevía a abrir la boca me callaría de inmediato. Como esas veces que las madres preguntaban "¿Me vas a contar donde estabas?" "¿En qué has perdido la tarde hoy?" "¿Fumas marihuana?" Bueno, a decir verdad, la última solo me lo han preguntado a mí– Hódar, cuéntame lo sucedido con detalle, por favor.

– Muy bien, señora directora. Yo estaba estudiando para el examen que debería estar haciendo ahora cuando de repente llegó Ruslana como una furia, ni mis amigas ni yo entendimos por qué estaba así. Me empujó y comenzó a hablar a gritos, no entendí nada de lo que me dijo. Excepto algo que, me arrepiento muchísimo, hizo que perdiera la paciencia y le diera el primer golpe. Me tiró al suelo y fue golpe tras golpe, no recuerdo mucho más, me duele la cabeza...–bufé al no poder creer que ni en este momento diría la verdad. Vi como siguió con su personaje de víctima y se llevó la mano a la cabeza con una mueca obviamente sobreactuada de dolor.

Amén - Ruski Donde viven las historias. Descúbrelo ahora