31. Eres tú.

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NARRADOR.

Finalmente cerró la puerta detrás de ella, sin soltar su labio inferior de sus dientes y con las palmas de las manos sudorosas. Acomodó la mochila a sus espaldas, admiró la oscuridad que envolvía su cuerpos y todas las recovecos del viejo edificio.

Se paró unos segundos cerca de la habitación, intentando recordar los pasos que debía dar para llegar a salir y una vez preparada caminó un par de pasos por uno de los pasillos.

Por otro lado, Chiara terminaba de leer la nota que Ruslana le había dejado como despedida y se enjuagó las lágrimas antes de salir descalza y semidesnuda al pasillo para no perderla. Y una vez visualizó la figura femenina y delgada de la pelirroja llamó su atención desde su sitio.

– ¿Rus? –su voz al parecer hizo parar en seco a la fugitiva y con miedo se giró para cruzar miradas desde la oscuridad– ¿A dónde vas?

– Kiki...–volvió a recrear sus pasos y quedó cara a cara con la pelinegra, llevó su mano derecha a la mejilla de la contraria y la acarició con mimo– No puedo quedarme aquí, lo siento. No es mi sitio, ya lo sabes, no encajo aquí y me esperan muchas cosas ahí fuera.

– Un internado no es el sitio de nadie, ni siquiera el mío...–ambas chicas se comunicaron mediante susurros, algo preocupadas de ser pilladas por alguna monja–. Mi sitio es donde tú vayas, mi sitio eres tú –el silencio volvió a invadir la zona y la pelirroja apoyó su frente contra la de la medio inglesa y tras suspirar tuvo una idea de la cual no sabía su final, pero se arriesgó.

– Ven conmigo, vámonos las dos lejos de aquí, pero juntas –lo soltó con la ilusión naciendo en su pecho y el nerviosismo abandonando su cuerpo.

La espera se le hizo eterna, no obtuvo una respuesta rápida de su chica por un largo rato, pero lo entendió; no era algo fácil que decidir y la historia de Chiara no era la misma que la de la ucraniana y tenían diferentes responsabilidades. Entendería si su respuesta fuera un "Estás loca".

– No sé si es buena idea, Rusli. Quédate aquí, haré todo lo posible para que no te expulsen y no tendrás que ver a tus padres –Kiki hizo el mayor esfuerzo para convencer a Ruslana, pero la contraria solo negó con la cabeza y tomó las manos de la pelinegra.

– No puedo, Kiki, no puedo.

– ¿Qué haremos ahí fuera? ¿Dónde iremos? –las preguntas salieron de sus labios con algo de rabia. No podía entender lo que pasaba por la mente de Ruslana para negarse al completo a todas sus propuestas y preferir irse a la aventura por un bosque y un pueblo desconocido.

– La idea es ir al pueblo y lo demás improvisar. Llevo toda mi vida así, improvisando y no es nada nuevo para mí. Entiendo que la idea pueda dar vértigo, pero no intentes más convencerme de no hacerlo porque contigo o sin ti lo haré. Te quiero y quiero hacer este camino contigo, pero no puedo perder más tiempo aquí, Kiki –cada palabra fue como clavarle un puñal a la pelinegra y una lágrima solitaria paseó desde su mejilla hasta el cuello y tomó aire antes de hablar.

– Está bien, voy contigo. No pienso dejarte ahí fuera en mitad de la noche y sola. Voy a por mis cosas –la pelirroja le sonrió con orgullo ante su valentía y se tomaron las manos para llegar a la habitación de la medio inglesa–. Quédate aquí, no sé si Violeta estará despierta o si estará...–la ucraniana asintió con la cabeza y esperó apoyada en una pared.

Amén - Ruski Donde viven las historias. Descúbrelo ahora