9. Otra cosa.

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NARRADOR.

Desde el ultimo acercamiento pacífico de Chiara hacia Ruslana habían pasado dos días, ya era sábado por la tarde y los alumnos iban a su libre albedrío por los espacios y pasillos del gran edificio. En esos dos días lo único que había estado haciendo Ruslana fueron cosas pequeñas, cosas que sólo sabían ellas dos que ocurrían. La pelirroja aprovechaba cada segundo alrededor de la contraria para aproximarse a su oreja y susurrarle palabras o frases hirientes, a veces ni siquiera tenía que acercarse tanto como para hacer tal cosa. La única regla que se había puesto a ella misma era que no la tocaría, si no fuera necesario como con la putada de la tiza, pero nunca le tocaría de más, no si ella no se lo pidiera.

Algunos alumnos estaban repartidos por los jardines del internado, pequeños grupos jugando a fútbol por el césped o un par de chicas caminando en dirección hacia la pista de tenis que había justo al lado del campo de fútbol. En la habitación de Martin y Álvaro, se encontraba una Chiara vestida cómodamente con unos pantalones cortos y un polo blanco portando el escudo del colegio en el lado de su corazón, sentada en la cama de Martin mientras le veía abotonarse los primeros botones del mismo polo que llevaba ella misma. Por la mente de la medio inglesa sólo había pasado la frialdad de Ruslana, sus miradas de asco, a veces directas y otras de reojo y también sus palabras.

– Oye, Martin...– comenzó a hablar la chica, jugueteando con sus propios dedos por la timidez y el nerviosismo que le generaba el momento.

– Dime – Martin no giró su cabeza para mirar a su amiga mientras hablaba, pero le dio a entender con un gesto que le prestaba total atención.

– ¿Ruslana está en tu grupo? Con Paul, Álvaro y Bea – cuestionó y el chico asintió con la cabeza sin gran importancia.

– Comparte habitación con Bea y era nueva, no nos costaba nada incluirla al grupo – se encogió de hombros y se acercó ágilmente al pequeño espejo de la humilde mesa al lado de la cama de su compañero y se repeinó el pelo.

– Sabes que no soy mucho de los cotilleos, pero...

– ¿Qué quieres saber, Kiki? Tienes que ser más directa – la interrumpió y finalmente se giró para mirarla a los ojos.

– No es nada, pero el otro día en el aula de castigados la vi como desanimada y quise ayudarla...

– ¿Hablaste con ella? – se interesó el chico, sentándose a su lado.

– Algo así.

– Mira, Kiki, Ruslana me cae genial, pero todavía no se adapta al estar aquí y tiene mucha rabia interior que necesita sacar. No quiero que la saque contra ti, cuidado.

– Solo quiero saber su historia, ya sabes lo que pienso. No creo que sea así de borde y malota por gusto, ¿sabes? – Chiara se comenzó a frustrar al no estar obteniendo la información que quería, pero no desistió.

– No es mi responsabilidad contarte su vida, no me van los cotilleos y nada de eso, ya lo sabes.

– Solo quiero saber que le pasa por la cabeza a Rus...– la pelinegra cerró su boca rápidamente y en un gesto seco cuando la puerta se abrió sin más y la ucraniana apareció delante de ella. Pasó la mirada de su amigo a la pelirroja, esta última tenía una mirada dura y bastante neutra.

– Tú, fuera – señaló con su dedo índice a Chiara y después señaló la puerta, aún abierta –, necesito hablar con Martin.

Amén - Ruski Donde viven las historias. Descúbrelo ahora