NARRADOR.
El sol abrasador daba de soslayo contra el césped del campo de fútbol del internado y calentaba las sillas de plástico de las gradas, haciéndolas más incómodas de lo que ya eran. Los chicos se enfrentaban al último partido del torneo masculino y el campo se empezó a llenar de los jugadores equipados con sus cómodas prendas de deporte y la única parte de la grada en la que habitaba un poco de sombra había sido ocupada rápidamente por un par de chicas deseando ver a los jóvenes y babear por ellos.
Ruslana había decidido pasear como Pedro por su casa por cada rincón que desconocía del edificio, las monjas estaban de reunión en la sala de profesores y el único profesor vigilando el partido era el de educación física, nadie podría molestarle en su recorrido.
La pelirroja salió de la gran y empolvada biblioteca, tomando una gran bocanada de aire fresco y dirigiéndose para una de las grandes puertas, causando un suave chirrido al abrirla.– Joder...– exclamó en un susurro cuando se encontró cara a cara con una capilla repleta de velas y cuadros magníficos de santos y vírgenes decorando las anchas paredes – que mal rollo.
Una melodía sacada de las teclas de un piano por unos dedos tocándolas se coló por los oídos de la ucraniana y rápidamente paseó su mirada por toda la amplitud de la gran sala. Unos segundos después el canto de una voz femenina acompañada por el piano resonó tan suave como el caer de una pluma y Ruslana dio un paso atrás por el susto, pronto reconoció la voz y el bonito acento de Chiara. Se llevó una mano al pecho, sonriendo y negando con la cabeza viendo al suelo y pronto visualizándola al fondo, arriba del altar y sentada en el taburete justo delante del instrumento.
Se permitió disfrutar unos segundos más de la dulce voz de Kiki, que le puso la piel de gallina en unos instantes y avanzó con pasos cuidadosos hacia quedar delante de las escaleras que la llevaban al piano.
– "Que es una suerte poder sentirme mía" – terminó casi en un susurro, con un hilo de voz y las lágrimas aflorando en sus preciosos ojos verdes. La pelinegra se giró rápidamente limpiándose las lágrimas cuando unos aplausos la sacaron de su burbuja y resopló cuando vio a su compañera ahí – ¿Qué haces aquí y no en el partido?
– Cantas muy bien – se sinceró Ruslana y a pesar de la oscuridad del sitio, vio el leve sonrojo en las redondas y suaves mejillas de Kiki. Se acercó y Chiara le hizo un hueco a su lado, se sentó y observó más de cerca a la pelinegra – y tocas que da gusto, de verdad.
– Rus...– balbuceó la medio inglesa, sorprendida por las amables y bonitas palabras de la chula de clase, que pocas veces la había tratado bien – gracias, no sabía que podías ser maja conmigo.
– No te ilusiones, soy la misma de siempre – respondió en un tono más duro que borró la sonrisa de la contraria y Ruslana maldijo en su mente y se apresuró a hablar de nuevo – ¿Por qué sabes tocar tan bien? Me has sorprendido, pensaba que era una monja tocando o mejor, un fantasma.
– No seas boba – respondió riendo y proporcionándole un golpe en el hombro a Ruslana –. He ido a clases de piano desde muy pequeña y siempre me ha gustado – contestó a la pregunta, encogiéndose de hombros y encorvando los labios en una tímida sonrisa que hizo que el corazón de Ruslana diera un vuelco y sintiera un cosquilleo en el estómago –. Es lo que me gusta, la música.
– ¿Y solo tocas el piano o hay algo más? – cada segundo que pasaba se interesaba más sobre su historia, subió una rodilla a su pecho, colocando el pie en el taburete y dejando su barbilla en la rodilla, prestándole toda la atención a Chiara y a sus verdosos ojos, dejándose perder en ellos.
– También la guitarra, pero todavía no he encontrado ninguna aquí – soltó una risita nasal y Ruslana se derritió definitivamente, había caído en los encantos de la pelinegra y no había vuelta atrás.
"¿Me estoy enamorando?" se preguntó a si misma y por primera vez en su corta vida no pudo responder a la duda.
– El primer año había un coro aquí, estuve todo el año en el, pero un día de la noche a la mañana todos se aburrieron y el coro desapareció por completo, una pena – siguió hablando Kiki, abriéndose cada vez más y fijándose en la pecas de su compañera y viendo como atrapaba su labio inferior con los dientes.
– ¿Y por qué tocas a escondidas? – preguntó y Chiara no supo responder, se quedó en blanco mirándola fijamente – Da mucha paz escucharte.
"¿La macarra de turno me está diciendo que le da paz escucharme cantar?" se preguntó a si misma la medio inglesa, incrédula con aquella situación.
– Cada persona tiene un trocito de este sitio como su lugar de tranquilidad y supongo que este es el mío – confesó Chiara –. Me da vergüenza que me escuchen y aquí nunca baja nadie, solo por la mañana ¿Tú no tienes un sitio para estar sola en este sitio?
– Supongo que todavía no he encontrado mi hueco, no encajo – murmuró algo tímida al tener que reconocer el pensamiento que más le rondaba por la cabeza y Chiara abrió la boca para comentar algo, pero Ruslana siguió hablando – ¿Y por qué una chica como tú estaría en un internado de monjas? ¿Tienes un pasado oscuro también?
– Me temo que soy de las pocas que no tiene un pasado oscuro que confesar...
– ¿Entonces? – insistió la pelirroja y Chiara suspiró antes de hablar.
– Mis padres no piensan lo mismo que tú con lo de la música – admitió y la ucraniana subió las cejas sorprendida –. Les gusta que cante y toque instrumentos, típico de pija, como dirías tú – Ruslana sonrió y contuvo las ganas de lanzarse a devorar a la contraria como si de un león cazando a su presa de tratase –. No le ven muchas salidas a la música, ellos quieren que sea abogada o algo de ese rollo.
– Con tu voz seguro que tienes más salidas que la propia Mariah Carey – Kiki le sonrió y el corazón de Ruslana se ablandó un poco más.
– Me trajeron aquí cuando se enteraron que mi idea era ser cantante y aquí sigo, ellos esperando a que mi idea cambie y yo esperando a cumplir los dieciocho para marcharme de aquí.
– Pensaba que la única con ganas de abandonar este lugar era yo – habló la ucraniana.
– Pues ya ves que no – Chiara apoyó su mano izquierda en el terciopelo de el taburete que acompañaba a el piano azabache. Ruslana bajó mirada hacia la mano, tragó saliva y pensó en bajar su propia mano para dejarla encima de la suya, necesitaba el contacto de la pelinegra para que la nube de pensamientos que se creaba en su mente al verla desapareciera por completo.
Quería estampar sus labios contra los suyos, pero se limitó a llenarse de valentía y bajar la mano, las mejillas de ambas se encendieron. Sus dedos se entrelazaron y los ojos le brillaron como estrellas que nacen en el oscuro cielo y el sentimiento del amor, cariño y admiración les floreció en ambos pechos como si de una bella flor se tratara. Conectaron las miradas y por inercia se acercaron lento y tortuosamente hasta unir sus labios por dos segundos, siempre se habían besado de manera salvaje y sin ningún tipo de sentimiento de por medio, pero ahora se encontraban ahí, comiéndose los labios con cortos besos y caricias en los nudillos.
Las manos de Chiara atraparon el rostro de la ucraniana y la atrajo hacia sus labios para comenzar un beso lento y que le sabía a gloria; estaba enamorando a la chula, lo estaba consiguiendo. Cualquiera que pasara por allí y viera la situación pensaría que son una pareja felizmente enamorada.
– Creo que me gustas de más – balbuceó Ruslana en mitad del beso, reconociendo sus sentimientos y pillando por sorpresa a la medio inglesa.
ESTÁS LEYENDO
Amén - Ruski
Fanfiction(Historia ficticia de Ruslana y Chiara) Ruslana es una rebelde considerada por sus padres, pero ella se ve como una auténtica rockstar; sale a escondidas de casa, tiene un círculo social que no la influye para nada bueno y se pasa todas las noches...