Capítulo 38

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Me duele el estómago, llevo días sin comer bien.

Apenas me pasan un poco de pan y agua.

Me siento sin fuerzas, tampoco e podido dormir bien. Desde que escucho pasos afuera de la habitación me pongo alerta, siento que en cualquier momento Samuel o Louise vendrán a matarme.

Mi cuerpo está lleno de moretones, pequeñas cortadas que duelen porque se han ido infectando.

Todas las noches me cuelga en las cadenas del techo y en el día me ponen en la silla.

He tenido dos noches en las que me gana el miedo y la desesperación, llegando a un punto de pedirle a Dios que me lleve antes de que ellos me maten.

La puerta se abre, levanto la mirada para encontrarme con Samuel. En su mano trae un plato de comida, es carne y arroz.

— Te ves muy mal —se ríe de mi, toma una silla y se sienta frente a mi— como soy tan bueno vine a traerte comida.

— No pienso morir envenenada —susurro.

— Y yo no pienso matarte de esa manera, sería demasiado fácil —toma un pedazo de carne con el tenedor y la acerca a mi boca, pero me niego a comerlo— abre la puta boca.

— No pienso comer eso.

Samuel llama a uno de sus hombres, cuando entra se pone detrás de mí.

— Ábrele la boca —se pone de pie.

Empiezo a forcejear pero es imposible, él me gana por fuerza y con lo débil que me siento es imposible. Me abre la boca a fuerza, Samuel sonríe malicioso. Lo veo tomar con su mano un puñado de carne y arroz, se acerca y lo entra en mi boca, escupo una parte pero el vuelve a tomar otro puñado y lo lleva a mi boca.

Esta vez me obliga a tragar.

Me atraganto cuando la comida baja por mi garganta, mis ojos se llenan de lágrimas.

— ¿Sabe deliciosa la carne humana? —pregunta una vez trague la comida, sonríe malicioso. Levanto la mirada llena de lágrimas— Ayer tuvimos que matar a uno de nuestros hombres y como no podíamos desperdiciar tanta carne, hemos cocinado un poco para ti y los perros.

En cuanto lo escucho decir eso, siento como todo en mi estómago se revuelve y sin poder aguantar termino vomitando sobre mi.

Samuel me mira con asco.

— Tírale agua o no podremos aguantar el mal olor de sus vómitos.

Y otra vez vuelven a tirarme agua helada. Muerdo mi labio inferior obligándome aguantar y no terminar llorando delante de Samuel.

— Tu ex prometido estuvo ayer en casa —se cruza de brazos. Inmediatamente llega la imagen de Cayden en mi mente— Está desesperado porque no estás —se burla.

Me quedo en silencio, en mi mente pido una y otra vez que Cayden me encuentre. Que me saquen de este infierno.

— ¿No vas a decir nada? —se acerca a mi, por instinto alejo mi rostro cuando acerca el suyo— No veo la hora con que pueda acabar de una vez por todas contigo.

— Supongo estás esperando que tu mami te de la orden —murmuro con voz ronca, sonrío de lado. No se si sea buena idea provocarlo, pero ver cómo se le borra la sonrisa ahora mismo es un triunfo para mi— Ya sabía.

— ¿Sabes porque no te mato en este momento? —me toma del cabello con fuerza, prieto los labios evitando gemir de dolor— Porque quiero que sufras, que sufras hasta que tu misma me pidas que te mate. Por ahora solo te quedarás aquí, viendo como me adueño nuevamente de todo. Pero no olvides que tus horas están contadas.





Mi Destino © +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora