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Human connect to human —Tokio Hotel.









Sus manos viajaron rápidamente a mis muslos, acariciando la tela de mis vaqueros ajustados de arriba a abajo. Sonreí por inercia, disfrutando de la magnífica sensación de tenerle bajo mi cuerpo, a centímetros de distancia y tan receptivo como yo.

Estábamos en silencio, tan solo se nos oía respirar pesadamente por la tensión que habíamos creado con tanta honestidad y deseo, que era lo que ardía dentro de nosotros con ansia de salir.

Con este gesto —subirme a su regazo— me estaba entregando a él y lo sabía, no era ningún misterio.

Esta puta apuesta me había creado una necesidad que no sabía que tenía; tenerle, tenerle para mí y no solo una vez, sino más. Muchas más.

Además de otras cosas.., porque quisiera o no, lo emocional también estaba presente. Tom me importaba y mucho, más de lo que jamás admitiría joder.

Ya no le veo como un profesor.., de hecho, creo que nunca le vi como uno. Puede que le viese como figura de autoridad, un superior pero, nunca como lo que era y siempre debió ser, mi profesor.

—¿Qué voy a hacer contigo, Tara?—murmuraba, era casi inaudible. Sin embargo y debido a nuestra cercanía, pude oírle perfectamente.

—Lo que quieras.

Y de nuevo en bandeja de oro. Cualquier otro tío con el que he estado siempre quiso que fuese como yo lo estaba siendo con Tom. Pero siendo honestos, nadie es o será Tom. Nunca.

Y diréis, ¿qué le hace distinto a los demás?

Sus manos viajaron hasta mi culo, dando un leve apretón con sus fuertes manos. No me cansaba de eso, a pesar de que fuese algo repetitivo. No me cansaba de ese gesto que denotaba posesividad. Y yo, adoraba que fuesen posesivos conmigo.

—¿Por qué yo, Tara?

Sonreí ladina, relamiendo mis labios y encorvando un poco mi espalda para inclinarme en su pecho y rodear su cuello con mis brazos.

—Porque los de mi edad no lo hacen como tú.

Una respuesta simple y real. Tenía treinta pero.., desde luego, eso no significase que lo hiciese mal. Al contrario, era esa misma experiencia lo que le hacía resaltar. No tenía nada que envidiarle a nadie, ni siquiera a Dan con sus veintidós años.

—¿Acaso te gustan mayores?—preguntó de nuevo, acercando su nariz a la mía, rozándola. Yo de mientras acariciaba los pelos más cortos en su nuca, lentamente.

—Mhm—negué con la cabeza, acercándome aún más a su rostro hasta rozar ahora nuestros labios—¿Acaso te gustan tan jóvenes?

—lanzó una risa nasal por lo bajo, negando con la cabeza—No. Digamos que esto es una excepción.

Sé que soy excepcional, no hacía falta que nadie me lo dijera.

De un momento a otro, sus labios atacaban los míos con fuerza, ganas. Introduje mi lengua sin miedo, sintiendo la suya unirse a la mía en una lucha por la dominación total. Comencé a mecerme sobre él, buscando cierto roce que empezaba a necesitar.

PROFESSOR KAULITZ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora