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"Tara, ¿estás bien? Hace una semana que no vienes y no sabemos nada de ti, estamos preocupados" —Lunes, 15:31 pm.

"No quiero molestarte, pero sabes que puedes hablar conmigo cuando lo necesitas" —Martes, 12:11 pm.

"He pensado en pasarme por tu casa esta tarde, ¿te viene bien?" —Martes, 16:41 pm.

"Tara, ¿por qué no contestas?" —Miércoles, 08:31 am.

"Necesitas tu espacio, lo entiendo. Seguro que ha sido Chelsea con su estúpida apuesta, ¿estás mejor?" —Viernes, 09:51 am.

"Llámame cuando quieras, te echo de menos" —Domingo, 00:02 am.

Lancé el teléfono a la otra punta de la cama tras leer el último mensaje de Gala. No iba a contestar, no por ahora.

Esta última semana ha sido dura. Apenas he salido de la cama y a pesar de los —muchos— intentos de Lea, no he vuelto a la universidad. Tampoco sabía cuando lo haría.

Todo en mi mundo se había destruido por completo. ¿Mis amigos? Ya no tenía tan claro que lo fuesen. ¿Tom? No hemos vuelto a hablar. No desde que me trajo en coche desde aquel descampado donde acabamos la "relación"

Tampoco le había visto. Oía su coche arrancar e irse, también llegar, pero nada más.

—Tara, ¿te encuentras mejor?—giré la cabeza para encontrarme con mi madre, quien sostenía una taza entre las manos y de la que salía algo de humo—Te he traído un café con miel, de los que te gustan.

Como era evidente, mi madre sabía que me estaba quedando en casa pero con la excusa de que "estoy mala" o "he pillado un virus"

—No—negué—Pero gracias, mamá.

Me acercó la taza y la cogí con ambas manos, sintiendo mi piel erizarse por la sensación del calor azotarme.

—Cualquier cosa que necesites, dímelo.

Y con eso, se fue. Suspiré y di un sorbo de mi café, ¡Buenísimo! Hacía tanto que no lo probaba. Di un par de sorbos más y lo dejé en la mesita junto a mi cama.

Me quedé mirando a la ventana durante unos minutos, hasta que finalmente reaccioné y me incorporé para poder alcanzar el teléfono desde la otra punta de la cama.

Ignorando los mensajes de Gala —por motivos obvios— me topé con el de Dan. Sí, Dan. Su número estaba bloqueado pero él no me había bloqueado a mí, ya que podía ver su foto de perfil aún.

Relamí mis labios, sintiendo una oleada de nervios recorrerme. ¿Habría enviado más cartas como aquella última? Lo dudo. De haberlo hecho, Lea me lo hubiera contado.

Si se le ocurría volver a torturarme, Tom ya no estaría para evitarlo.

Me llevé una mano al pecho, sintiendo el dolor de aquel pensamiento.

—¡Tara!—gritó mi madre desde la planta baja, llevándome de vuelta a la realidad—¡Ha venido Gala a verte!

¿Qué? No podía ser.

—¡No quiero ver a nadie!—grité, fingiendo que tosía para que fuese más creíble el que estaba enferma—¡Estoy muy mal!

—Tarde—dijo Gala una vez que ya había abierto la puerta y su cuerpo se deslizó dentro de la habitación.

Toda la rabia que no pude sentir hace días, la estaba sintiendo ahora. Verla delante de mí con una mueca de preocupación, estaba provocando que todo mi vello corporal se erizase con nerviosismo.

PROFESSOR KAULITZ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora