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—Señorita Johnson—dijo una voz a mis espaldas. Me giré sobre mis talones y me encontré con Tom frente a mi, serio—¿Puedo hablar con usted un segundo a solas?

Miré a Gala y asintió, saliendo de la clase sin mi. Greg —quien nos miraba confuso— salió junto a Gala, cogidos del brazo. Tendría que contarle después.

Dejé mis cosas a medio recoger y me apoyé en mi mesa, cruzando los pies y los brazos sobre mi pecho, expectante.

—Dime—dije una vez que todo el mundo se había ido y tan solo éramos él y yo.

—Esto ha llegado demasiado lejos y la culpa es mía—hablaba muy deprisa y se le veía enfadado, molesto—No tendría que haber permitido nada de lo que hacías.

—¿Y por qué lo permitiste?

No se estaba dando cuenta, pero tan solo me estaba dando herramientas para encontrar cada secreto y desvelarlo. Frunció sus labios en una delgada línea y volví a incorporarme sobre mis pies, caminando hacia él y haciéndole retroceder.

—Lo permitiste.., ¿por qué?—le miraba a los ojos, buscando una respuesta en ellos—¿Acaso le van las jóvenes estudiantes, señor Kaulitz?

—Estás muy equivocada—gruñó, plantando cara—Es inmoral y erróneo. Además, estoy casado, por si no te has dado cuenta. ¿Qué te hace pensar que haría algo así?

—Tu amigo no decía lo mismo—miré hacia abajo, a su miembro, esbozando una sonrisa maliciosa—Te gustó que te tocase ayer.

—No sentí nada.

Él estaba apoyado contra su escritorio, mientras que yo estaba frente a él, cada vez más cerca de su pecho. Tanto, que podía oler su colonia.

—Para no sentir nada, se te puso dura—susurré a centímetros de su rostro. Estaba inmóvil, nervioso.

—¿Por qué te has escrito eso?—preguntó cambiando de tema radicalmente. Alcé ambas cejas, mirando hacia mi cadera ahora expuesta por la postura.

—¿Propiedad de Tom Kaulitz?—asintió—Porque quiero ser tuya, Tom.

Me miró perplejo. Apuesto que es la primera vez que una alumna suya hace una locura así, mucho peor, decírselo.

—Quiero que me hagas tuya—dije acercándome a su oído—Y algo me dices que tú también quieres eso.

Apoyé mi mano en su muslo y la fui subiendo lentamente hasta llegar a su miembro, aún dormido bajo los pantalones. Él estaba quieto, viendo mis movimientos.

—Dime que no, que no es verdad—susurré peligrosamente cerca de sus labios, esos que aún no había probado—Dime que no lo quieres.

Le sobé por encima de la tela, arrebatándole gemidos en voz baja. Sonreí orgullosa de poder oírlos de nuevo, de repetir lo que había pasado ayer.

—Yo..—jadeó, sintiendo mi mano hacer más presión en su miembro—Joder, no.., Tara.

Lo delineé con la mano, viendo y notando como cada vez se endurecía más contra mi toque. Subí mi mirada a sus ojos, viéndole con la boca entreabierta y los ojos perdidos en lujuria, placer.

Se estaba empalmando contra mi mano, cada vez más.

—Mhm..—murmuré, sonriendo victoriosa—Te gusta, ¿a que sí?

Negó con la cabeza, pero su miembro endurecido contra mis dedos decía todo lo contrario. Paré mis movimientos y quise bajarle la cremallera para ir más allá, pero me apartó.

PROFESSOR KAULITZ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora