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Habíamos vuelto a California. El viaje de vuelta fue un auténtico desastre. Tenía la regla y ningún ibuprofeno que me ayudase a combatir el dolor a mano.

Lea vino a por mí al aeropuerto, donde me despedí de Gala y Greg. No sin antes buscar a Tom con la mirada. No podía irme sin decirle adiós, pero con la mirada.

Sin embargo, parecía estar muy ocupado al teléfono. Suspiré y me subí al coche. Mi hermana —cómo no— tan solo tenía preguntas para mí. Algunas sobre la ciudad, y otras sobre Tom.

—¿Follasteis?—preguntó con descaro una vez le había explicado que nos veíamos a escondidas.

—Joder, Lea—exclamé, pasándome la palma de la mano por la frente—Sí, ¿contenta?

—Tara, os pudo ver cualquiera—recriminó con autoridad—U oír, no sé qué es peor.

Procuramos ser silenciosos.., pero al hacerlo con Tom, ser silenciosa era una promesa que no estaba segura si era capaz de cumplir.

—Me bajó la regla la penúltima noche—expliqué en un suspiro, apoyando el codo en la ventanilla del coche—Pero me cuidó. Ni me echó, ni me gritó.., fue dulce conmigo.

—¿Tara Johnson, mi hermana, hablando así?—me giré para mirarla, viendo esa sonrisa macabra en su rostro—Tara, ¿estás..?

—No.

Sabía lo que estaba insinuando, tal y como lo insinuó en el mismo momento que supo la relación que mantenía con Tom en un primer momento.

—Deja de mentirte. Es más obvio de lo que crees—dijo con un tono de voz más suave, más bajo—Tara.., estás enamorada de él, ¿lo sabes?

Enamorada de lo prohibido, de lo que nunca tendría.

No lo había dicho en voz alta aún, no era capaz. Quizá porque si lo decía en voz alta, se haría real —o eso pensaba—. Aunque.., era real de todas formas, no podía huir de ello.

Porque estoy enamorada de Tom Kaulitz.

Y detrás de ese pensamiento siempre viene lo mismo; el mar de lágrimas. Quizá era por la regla que estaba tan sensible, quién sabe.

Solo sabía que dolía, dolía sentir esto y saber que no iba a ninguna parte.

—Tara, hey—noté como el coche iba frenando hasta quedar parado. Abrí los ojos y vi nada, todo negro a nuestro alrededor. Era tarde y estábamos en una carretera contigua a la autopista. Su mano acarició mi mejilla, limpiando mis lágrimas—Tienes que parar esto, ¿entiendes? No puedes seguir haciéndote daño.

No quiero. No puedo.

—Si sigues así, sufrirás más—susurró, mirándome con pena—Y no quiero verte así por alguien que solo te quiere para sexo.

Desbloqueé mi teléfono y tras ignorar mensajes de Gala y Greg, fui directa al chat con Chelsea. Esta apuesta acababa aquí, no pensaba seguir alargándolo.

"Se acabó la apuesta, me rindo"

Y lo envié.

Fue un impulso, un impulso del que puede que me arrepienta después pero, ya no importaba.

"No esperaba eso de ti, Tara. Y lo prometido es deuda"

El llanto se intensificó.

Sabía que este tenía que ser el final, tenía que serlo por mi jodido bien. Lea continuaba a mi lado, apoyándome. Lo veía en sus ojos, odiaba verme así y aún peor, nunca me había visto así.

PROFESSOR KAULITZ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora