CAPITULO 11

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En Eclipse Club, la música resonaba con fuerza y las luces blancas parpadeantes hacían su entrada

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En Eclipse Club, la música resonaba con fuerza y las luces blancas parpadeantes hacían su entrada. Los hombres y mujeres bailaban al ritmo de la música mientras levantaban sus vasos llenos de alcohol en lo alto.

— ¿Y dices que volvió?

— No solo volvió, se va a casar.

— Puf. Viniste a un club tan bueno como este para quejarte— Levantó la mirada para observar a una mujer rubia bailar ante él — el servicio es bueno —rió— ¿dónde encontraste una mujer como esa?

— Por ahí. Por cierto, ¿aún sigue incapacitado?

— No es obvio, aunque realmente es muy molesto. ¿Cómo consiguió que esa mujer siguiera con él todo este tiempo?

— ¿Quién sabe? Bueno, me voy, tengo que trabajar. No bebas tanto, Samuel.

Al retirarse la mujer morena, el hombre tomó un trago, pagó y se dirigió a la puerta para sacar de su bolsillo un cigarrillo y mientras fumaba, un grupo de personas ebrias pasó.

**Marzo del 2019**

Unos días después del accidente de Alexander, mientras recibía una cirugía de emergencia, en los pasillos del hospital se podía por el eco de dos voces.

— Por favor, déjame pasar.

— No.

— Es mi novio, quiero verlo — clamó la mujer entre lágrimas.

— Es tu culpa que esté en ese estado.

— No, yo...

— ¿Acaso no fue ahí por ti? Vete o llamaré a seguridad.

— Samuel, por favor, déjame ver a Alex o al menos hablar con su familia, déjame que me disculpe.

— Claris, si no te vas ahora, te lo advertiré.

— Al menos dime si está vivo, por favor.

Pero sin decir una palabra, el hombre volteó y se alejó, dejando sola a la pobre Claris con la incertidumbre.

— Samuel, ¿qué pasó? ¿Te dijeron algo los doctores? ¿Por qué te fuiste?

— Tranquilo, Daniel. ¿Cómo está tu madre?

— Bien, bien, pero mi hermano...

— Tranquilo, todo estará bien…

**De vuelta al presente**

— Esa mujer otra vez, mierda — renegó para después golpear un bote de basura y subir a su auto — no vas a arruinarme. Si tan solo — apretó el acelerador con fuerza, sujetó el volante y pasó un semáforo en rojo — si hubieras muerto, si tan solo tú y esa mujer hubieran desaparecido — movió su pie al freno y las llantas de su coche quedaron impregnadas en el pavimento — Alexander, no me digas que recuperaste tu vista, maldita sea — golpeó con rabia el volante y miró al espejo retrovisor — no, si hubiera sido así ya lo sabría —rió nervioso—. Claris, me aseguraré de que jamás te interpongas en mis planes de nuevo — las luces del coche y la gran ruta desolada cubrieron en desesperación al conductor.

CARESS THE  HEARTDonde viven las historias. Descúbrelo ahora