La primera vez que se fue, Lazuli lloró a mares y las lágrimas fluyeron como un aguacero torrencial. ¿Cómo podría soportar una vida sin su amado a su lado? ¿Cómo podría sumergirse en la belleza de la naturaleza, sin poder adornar el cabello de su amante con delicadas flores y maravillarse ante su encantador encanto? ¿Cómo podía escuchar música, cuando no era su voz la que se entrelazaba con las melodías? El entumecimiento se apoderó de su corazón, sus dedos helados extinguieron las llamas de su pasión. Amor, oh amor, qué fuerza tan confusa y caprichosa era.
Lazuli había creído, con ferviente convicción, que había descubierto la personificación del amor, ese que residía únicamente en las páginas de cuentos antiguos y versos poéticos. Fue el amor lo que hizo de otra persona no sólo un hogar sino una extensión del propio ser. Sin embargo, ahora lo único que quedaba eran los inquietantes ecos de su amante, grabados en letras que tenían más peso que la simple tinta. Un solo signo de puntuación, una coma, simbolizaba la permanencia de una herida infligida al tierno corazón de Lazuli, similar a la hoja de un cuchillo que atraviesa su esencia misma. Tras la partida de su amante, la soledad se convirtió en su consuelo, una compañera inoportuna que se acurrucaba en las tardes oscuras y la acompañaba durante los desayunos solitarios o mientras se preparaba una taza de café amargo.
Lazuli estaba sentada en la oscuridad envolvente, con la mente dando vueltas en pensamientos y preguntas. Anhelaba comprender las razones detrás de las acciones de su ex amante, ya que ambos se habían comprometido a proteger el mundo y a todos sus habitantes. Entonces, ¿por qué, queridos dioses, Esmeralda sucumbiría ante los dudosos ideales de su hermano?
—Quizás sea cierto lo que dice el proverbio,— reflexionó Lazuli amargamente, su voz era un mero susurro en la habitación en penumbra. —El diablo, disfrazado de caballero, seduce con rosas y palabras melosas, atrapando en su red de engaños a las almas desprevenidas.
Sólo unos meses antes, Lazuli había vislumbrado la verdad oculta tras los velos de la familia de su ex amante. No eran más que una bandada de tontos infieles, cuya lealtad era tan fugaz como la niebla de la mañana. Y ahora, mientras la puerta llamaba tímidamente, un visitante buscaba la entrada a la desolada morada de Lazuli. Con pasos mesurados alguien entró pidiendo permiso y Lázuli, perdida en sus contemplaciones, se lo concedió.
—Buenos días, señora Lazuli— saludó Obsidian, una compañera de trabajo de mucho tiempo, con un dejo de preocupación en su voz. Entre sus brazos había flores y regalos, muestras de afecto de los devotos alumnos de Lazuli. Se habían enterado de la difícil situación de su amado maestro y trataron de ofrecer consuelo a su manera tierna.
—¿Cómo te sientes hoy?— Preguntó Obsidian con la mirada llena de empatía.
Lazuli reflexionó sobre la pregunta y su respuesta estuvo cargada de pura honestidad. —Honestamente, he capeado la tempestad de la desesperación —respondió ella, con la voz teñida por el peso de sus luchas.
Obsidian colocó suavemente las ofrendas sobre la mesa junto a la cama del hospital de Lazuli. Ella, ahora no sólo una hechicera sino también una maestra de magia, encontró consuelo en estos gestos de bondad. Le sirvieron como un faro de consuelo en la vasta extensión de su soledad. La curiosidad se apoderó del corazón de Lazuli y rápidamente aprovechó la oportunidad para preguntar sobre Esmeralda. Obsidian suspiró, una pesada exhalación cargada de preocupaciones no expresadas.
—Lazuli, deberías descansar— instó, su preocupación palpable. —Una vez que hayas recuperado tus fuerzas, podrás reanudar tu búsqueda de la justicia.— Sus palabras dolieron un poco, porque Lazuli sabía que había más en esto que mero descanso y recuperación.
Poseía un conocimiento parcial de los nefastos planes de Esmeralda y sus hermanos, lo suficiente como para comprender la gravedad de la situación. Ansiaba echarle una mano, poner fin a su existencia ociosa dentro de los estériles confines del hospital mientras su ex amante potencialmente causaba estragos en vidas inocentes.
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Golden Boy (PuppyShipping)
FanfictionJoey y Seto nunca han sido cercanos ( A pesar de los mejores esfuerzos de Mokuba). Pero la gente cambia. A veces para bien, y a veces para mal. Cuanto más observa Seto a Joey, más seguro está de que algo, un raro sentimiento para ser exactos, empiez...